¡Serendipia! Yodo  

En la Francia de finales de 1811, bajo el imperio de Napoleón Bonaparte, el químico francés Bernard Courtois descubrió por serendipia un nuevo elemento químico: el yodo. La historia relata que, dedicado a la producción de salitre (nitrato de potasio) para la fabricación de municiones, Courtois tuvo que recurrir a la ceniza de algas marinas para su obtención, debido a la escasez de cenizas de madera -materia prima comúnmente empleada- provocada por la guerra.

 

Cierto día, inquieto por un depósito fangoso que dejaba la extracción del salitre en sus vasijas de cobre, agregó ácido sulfúrico para limpiarlas y observó el desprendimiento de un vapor color violeta y el asiento de unos cristales «metálicos» en la superficie. Por cuenta propia, examinó los residuos pero no consiguió descifrar de qué se trataba.

 

Para resolver el misterio, envío muestras de los cristales a dos colegas de la Ècole Polytechnique de París, Charles Bernard Desormes y Nicolas Clement, quienes describieron el material dos años más tarde. La noticia de la nueva sustancia, llegó a oídos del químico y físico francés, Louis Joseph Gay-Lussac, quien tras estudiar una muestra del material, lo bautizó como iode, en referencia al término griego iodes (con reflejos violetas) por el color del vapor que despedía. A la par de la publicación de Gay-Lussac, el químico británico, Humphry Davy, confirmó que la sustancia era un nuevo elemento, al que llamó iodine.

 

Para 1820 fueron descritas sus propiedades medicinales, cuando el médico suizo Jean-Francois Coindet concluyó que el éxito de su tratamiento del bocio a partir de esponjas marinas se debía a la presencia de yodo en ellas. Confirmada su hipótesis, fue pionero en el suministro de yodo extraído de algas marinas para el tratamiento del hipertiroidismo.

 

Courtois incursionó en la producción de yodo y sus sales en 1822, y aunque en 1831 recibió el Premio Montyon de la Real Academia de las Ciencias de París (6000 francos), murió a los 62 años sin la fortuna esperada para el descubridor del yodo y la morfina.

 

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Claude Somot

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