El arte ante una encrucijada I

M. Carlos-Blas Galindo 

En la actualidad, al igual que en las etapas de las vanguardias y de las neovanguardias de la historia del arte, todo aquello que acontece al interior de los circuitos instituidos para la distribución y el consumo de productos de artes visuales y conceptuales está normado por una muy estricta canónica, sólo que la de hoy es todavía más inflexible que la que existió, por ejemplo, para las artes plásticas académicas durante el siglo XIX. Esta rigurosa preceptiva tiene como propósito principal el de asegurar que la muy escasa variedad de productos que sean aceptados al interior de esos circuitos establecidos no ponga en riesgo la estabilidad del orden mundial capitalista dominante, ni tampoco la de su brazo artístico, que es el arte predominante en el contexto global, arte que es conocido con el término de mainstream.

 

Como se sabe, la economía planetaria es controlada por unas cuantas y nada beneméritas instituciones, entre las cuales destacan el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en tanto que la economía de nuestra región es tutelada por el Banco Interamericano de Desarrollo, a todas luces satelital y sumiso con respecto a los dictados que emanan de los mencionados organismos con influencia planetaria. De manera similar, el arte global predominante o mainstream es regido por aquellas instituciones -nada afines con las causas libertarias, cabe tenerlo en consideración- que imponen sus lineamientos en las ferias de arte que organizan en distintos lugares. Estas ferias son: Art Basel (con sede en Basilea, Suiza), así como sus filiales Art Basel Hong Kong y Art Basel Miami Beach; The European Fine Art Fair (en Maastritch, Países Bajos); Art Cologne (en Colonia, Alemania); Frieze Art Fair (en Londres, Gran Bretaña); la feria ARCO (en Madrid, España); The Armory Show (en Nueva York, EE.UU.); la FIAC (en París, Francia); y Arte Fiera Art First (en Bolonia, Italia).

 

Toda vez que se requiere contar con ferias que cumplan con la función de imponer el dogma del mainstream en todo el mundo y garantizar que dicho canon sea acatado sin cuestionamientos, en Iberoamérica tenemos nuestras ferias, además de la de ARCO. Entre éstas, LOOP Fair Barcelona, arteBA (en Buenos Aires, Argentina) y la local Zona Maco México Arte Contemporáneo, en sumo satelitales y sumisas con respecto a las ferias que alcanzan una influencia mundial.

 

Desde la época de las vanguardias históricas, a inicios del siglo XX, y hasta finales de los años 70 de esa misma centuria -época del ocaso de las neovanguardias-, las directrices de la cultura artística y, por ende, la canónica respecto de las artes visuales y conceptuales también era normada desde las esferas del poder cultural. Sólo que, en aquel entonces, a diferencia de lo que actualmente acontece, éramos integrantes de diversos sectores del campo artístico quienes nos ocupábamos de señalarlas, de vigilar que fueran acatadas y de sancionar su incumplimiento.

 

Ejercíamos esa labor quienes laborábamos en las instituciones gubernamentales del ramo cultural, toda vez que las directrices estilísticas al interior de cada Estado-Nación constituían políticas públicas; ese redituable quehacer -redituable en términos del ejercicio del poder y, a veces, también en cuanto a lo económico- nos correspondía asimismo a quienes, dentro del ámbito académico, nos ocupábamos de los estudios del arte (teoría, sociología, psicología, historia del arte, entre otras disciplinas) y los críticos de arte compartíamos tan delicada responsabilidad mediante nuestros escritos en la prensa diaria, en los llamados suplementos culturales o en publicaciones especializadas.

 

En la imposición y salvaguarda de la preceptiva artística también intervenían, muy activamente, quienes eran galeristas osados, así como un cierto número de individuos entre el personal de las galerías de arte de avanzada. Amén de las señaladas, todas aquellas personas que estábamos adscritas a alguna universidad u otra institución educativa de formación superior, ya fuera como docentes o en las áreas de difusión de la cultura artística, interveníamos de manera directa en el establecimiento y, las ulteriores diseminación y vigilancia del acatamiento del canon artístico. Además, un amplio conglomerado de artistas visuales y conceptuales no concesivos participaba en la toma de las decisiones alusivas a la conformación interna del mainstream de aquel tiempo.

 

En ese entonces, no era preeminente la figura del curador. A quienes organizábamos o coordinábamos exposiciones se nos daba el crédito de organizadores o coordinadores. Y, si viajábamos estando a cargo de una exposición, o bien custodiando una obra o un conjunto de obras, se nos denominaba comisarios. Los grandes escaparates proselitistas o, más bien, normativos para nuestras decisiones los eran tanto los salones nacionales como los certámenes domésticos prestigiados y, en el ámbito internacional, las grandes bienales. Apuntalábamos nuestros dictados con el apoyo de artículos y reseñas que publicábamos en revistas especializadas, y mediante el uso de la diplomacia cultural.

 

Empero, hoy en día la situación es distinta. Desde la década de los 80 del siglo XX y hasta la actualidad, quienes determinan la preceptiva para las artes visuales y conceptuales ya no somos todos aquellos que estuvimos implicados en el ejercicio del poder cultural hasta finales de los 70 de esa misma centuria, sino que quienes dictan el canon a seguir son aquellas personas que organizan las ferias de arte, es decir: los galeristas; mientras que los curadores afines al mainstream, por su parte, ejercen la labor de convencer (ocasionalmente bajo amenazas) a todos los demás integrantes del campo artístico respecto a que el acatamiento de la canónica imperante es obligatorio e ineludible, so pena de exclusión, con o sin diatriba incluida.

 

El viraje hacia el pragmatismo como primera divisa para el funcionamiento del sistema artístico es una de las especificidades más destacadas del arte a partir de la década de los 80 del siglo XX. Los criterios, traspuestos al rango de paradigmas, que hoy en día constituyen el canon para las artes visuales y conceptuales, no constituyen ningún secreto. Son ampliamente conocidos, a la vez que son reconocibles en todas y cada una de las obras que se muestran en las ferias internacionales y obviamente en las satelitales, como en nuestro país lo es Zona Maco México Arte Contemporáneo. Y, aún, cuando su estricta observancia no es garantía para la admisión de los productos artísticos visuales y conceptuales en los circuitos establecidos para su distribución y consumo, conviene mencionarlos con la intención de crear conciencia respecto a que tales criterios son nombrables y a que no tendrían por qué ser tenidos -ni menos todavía temidos- por inamovibles, pues por supuesto que no lo son.

 

 

 

1Con este escrito participé el 19 de noviembre de 2015 como ponente en el XI Simposio Internacional del Posgrado en Artes y Diseño La gestión y profesionalización de las artes visuales, el diseño y el cine documental, organizado desde la Facultad de Artes y Diseño (FAD) de la UNAM. Entonces lo intitulé Inserción de productos artísticos visuales en circuitos establecidos de distribución y consumo, así como en redes independientes. Lo publico ahora con la venia de la Dra. Elizabeth Fuentes Rojas, directora de la FAD.

                                                     Sobre mi concepción de lo artístico.                                                             -Mtro. Carlos-Blas Galindo Mendoza

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