E3: Energía, Ecología, Economía

La nueva (preocupante) realidad de petróleo y gas en México  

Dr. Luca Ferrari

Desde el descubrimiento de los campos gigantes de la sonda de Campeche en la década de los 70, existe la noción de que México es un país petrolero donde el crudo es la «palanca del desarrollo». También, existe la percepción de que las empresas extranjeras siguen al acecho de nuestros recursos de hidrocarburos. Esta retórica se ha mantenido intacta hasta tiempos recientes, pero si bien es cierto que el petróleo ha sido fundamental para el crecimiento económico de las últimas décadas y que las materias primas de México históricamente han sido explotadas por países extranjeros, una mirada a la evolución reciente de la producción nacional y de las importaciones de hidrocarburos debería hacernos dudar de su vigencia.

El pico máximo de la producción de crudo se tocó en 2004, con 3,4 millones de barriles diarios (Mbd) y en la actualidad se están produciendo 2,15 Mbd, lo que representa un declive de 38 %. La mayor parte de la producción petrolera procede de campos maduros, descubiertos y explotados desde hace más de 35 años y que tienen un declive promedio de 3 % anual. El único campo grande descubierto en los últimos 15 años (Ayatsil) tiene un costo de producción superior al precio actual de venta del crudo. Es cierto que México tiene todavía petróleo y gas por descubrir o que todavía no se ha empezado a explotar, sin embargo, ya hemos gastado 81 % de las reservas probadas (las que tenemos 90 % de certidumbre de poder extraer) y 57 % de las posibles (las que sólo tienen 10 %). Más importante aún es que el petróleo que queda tiene un alto costo de extracción, por encima de 70 USD por barril.

En el caso del gas natural la situación no es mejor. El pico de producción se tocó en 2009 y desde entonces la producción ha bajado 22 %. Paradójicamente, la política que han seguido los gobiernos en los últimos tres sexenios ha sido la de privilegiar el gas natural para la producción de energía eléctrica. A diferencia del petróleo, México nunca ha exportado cantidades importante de gas natural, más bien importa cada vez más. Es por esto que, desde 2013, la Secretaría de Energía ha emprendido un gigantesco programa de construcción de nuevos gasoductos para conectar la red mexicana a la de Estados Unidos. El objetivo es tener 21 268 km de gasoductos para 2018, desde los 11 342 km que teníamos en 2015. El costo de este gigantesco programa es impresionante: 23 mil millones de dólares, de los cuales 15 mil 200 millones son desembolsados por parte de Comisión Federal de Electricidad. ¿Quiénes son los principales ganadores de esta situación? Las empresas extranjeras, principalmente canadienses, que están construyendo los gasoductos, y los productores de gas de Texas, que pueden vender el excedente temporal de su producción a México.

Con la caída de la producción petrolera ha disminuido la exportación de crudo, que pasó de un máximo de 1,9 Mbd en 2004 a 1,1 Mdb en el último año. Aunado a la devaluación del peso frente al dólar, esto ha significado una disminución de los ingresos petroleros como porcentaje del presupuesto federal. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, geografía e Informática, estos fueron de casi 30 % en 2014, pero bajaron a 14 % en 2015 y apenas alcanzan 8 % en lo que va del año. Además, debido a la falta de inversión en refinación y al incremento del parque vehicular, importamos cada vez más gasolina y diésel (actualmente 56 % y 45 %, respectivamente, de los que consumimos). Como resultado, ya somos importadores netos de hidrocarburos, ya que el valor de las exportaciones de petróleo es inferior al valor de las importaciones de gasolina, diésel y gas.

La realidad es que México es cada vez menos un país petrolero, tanto por sus exportaciones como por sus ingresos federales, y que los extranjeros ya no hacen dinero explotando nuestros recursos de hidrocarburos, sino construyendo ductos y, vendiendo gas natural y productos refinados. Todo esto por falta de una política estratégica y de seguridad nacional en materia de energía.

 

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