ECOLOGÍA DEL PAISAJE HOY

[Desarrollo sustentable], el peligro de ser irrelevante

Dr. Pedro Joaquín Gutiérrez-Yurrita

 

«Celebremos con gusto, señores, este año de placer tan dichoso, que en tu santo te encuentres gustoso y tranquilo tu fiel corazón...». El próximo 4 de agosto se cumplirán 30 años de que se publicó el Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiental y el Desarrollo. A lo largo de este año iré recordando sus orígenes, sustento, clímax y decadencia, hasta llegar al peligro de que sea irrelevante en el contexto de nuestra actual cultura-mundo.

 

La globalización financiera mundial o mundialización, dependiendo del punto de vista del autor, ha tenido una progresión sorprendente y un golpe espectacular en la última década. Pero, recapitulando lo que ha sido su desarrollo en los últimos 100 años, he notado a grandes rasgos tres puntos de quiebre y cinco de inflexión.

 

Un punto de inflexión se centra en la era post-crisis económica de 1929-1931; crisis que, a mi entender, tiene muchos parecidos a la que padecemos actualmente. Un segundo punto de inflexión se localiza en 1944, como resultado de la reunión de Bretton Woods (BW). La tercera inflexión ocurre en los 60, al promoverse la globalización de los mercados financieros. El primer punto de quiebre del sistema global financiero acontece de 1971 a 1977, pasando por la terrible crisis del petróleo de 1973, a raíz de abandonar algunos puntos del acuerdo de BW, de cambiar el oro como patrón de cambio monetario, del embargo petrolero contra Estados Unidos y algunos países de Europa, y de la segunda crisis de petróleo producida por la Guerra de Irak, respectivamente. En 1987 se desestabiliza el mundo económico-social con un segundo punto de quiebre financiero, llamado lunes negro; pero, además, acontece el cuarto gran punto de inflexión, por el temor de que el futuro nos alcance, a raíz de las conclusiones de Naciones Unidas (NU) después de analizar el informe de la Comisión Brundtland sobre el desarrollo duradero. La burbuja inmobiliaria del 2008 creó el tercer punto de quiebre de la globalización financiera. Mientras que las conclusiones de la Cumbre de Río+20, promulgaron oficialmente el quinto punto de inflexión en 2012, cuando NU hace oficial la entrada en vigor de la economía verde.

 

De esta sucinta síntesis de la globalización durante el último siglo de la historia de la humanidad, quiero resaltar, por su trascendencia como antecedente directo a los conceptos de desarrollo sustentable, la reunión en Bretton Woods (1-22 julio, 1944, New Hampshire, EE.UU.), conocida como Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas. Reunión llevada a cabo poco antes de que finalizara la II Guerra Mundial, con una Europa empobrecida y un oriente desarticulado y con horizontes poco halagüeños. De forma simplista diré que el único país beneficiado fue EE.UU. Su economía era boyante, no sufrió los destrozos físicos de la guerra y estaba industrialmente en franco desenvolvimiento. Todo eran exportaciones y, por tanto, promovía el libre mercado internacional. Se plantea durante la reunión el fin de la regulación estatal del mercado y con ello sus rigideces cambistas en el ámbito internacional. La competitividad de las empresas, aunada a las ventajas geopolíticas, de recursos naturales y tecnológicas de cada país se encargarían de regular los mercados, dicen.

 

El panorama de paz que se respiraba en 1945, con el fin de la Guerra y antes de la división del planeta en países capitalistas, comunistas y tercermundistas, invita a la comunidad internacional a considerar este periodo de paz como una oportunidad para lograr un fuerte y prolongado crecimiento económico que permita que los países subdesarrollados siguieran los pasos de los desarrollados. Esta reunión es la culminación de los ideales esbozados en la Carta del Atlántico, firmada por Roosevelt y Churchill. En dicha Carta se afirma el derecho de todas las naciones al igual acceso al comercio y a las materias primas (EE.UU. necesitaba entrar de manera libre al mercado europeo), se apela a la libertad de los mares para que los barcos comerciales circulen libremente, se suscita la creación de un sistema permanente de seguridad -vigilancia- general para prevenir futuras guerras.

 

Tras reunirse 44 países, con un dominio casi total de los influenciados por EE.UU. ya que los europeos estaban más pendientes de la guerra, China y la India todavía no despegaban, la Unión Soviética representaba a todas las naciones del bloque (y no se pronunciaron), y América Latina apenas si contaba, se acordó «crear una economía mundial en la que las personas de cada nación tengan la oportunidad de poner en práctica sus potencialidades en paz (...) y disfrutar cada vez más de los frutos del progreso material en una tierra infinitamente bendecida con riquezas naturales».

 

Se pensaba que los recursos naturales eran ilimitados, como lo expresó en un informe Morgenthau, Secretario del Tesoro norteamericano. Para fomentar este increíble nicho de oportunidad económica para EE.UU., se crean el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ambos con sede central en el mismo EE.UU. Se pone en marcha un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), asumiendo que el oro será el patrón de cambio bajo una moneda estable, el dólar americano ($35 USD = 1oz oro). Este NOEI se llamó Viejo Orden Económico Internacional, cuando NU crea otro NOEI en el 74. En realidad, la única oposición a estas disposiciones surgió por la Gran Bretaña asesorada por el economista Keynes.

 

Entre 1947 y 1948 se tenían dos programas para reconstruir el orden mundial en términos socioeconómicos, uno impulsado por EE.UU. (Plan Marshal) y, el otro, promovido por Rusia (Doctrina Zhdánov). El primero se centra en apoyar una libre economía en Europa, principalmente, la cual ayudaría a su recuperación en breve tiempo; mientras que el segundo, se centra más en destacar el carácter político, antidemocrático, del imperialismo norteamericano que se esconde en el Plan Marshal y hace un llamamiento a la unidad de partidos comunistas del mundo, a través de la Kominform. Son los albores de la guerra «cultural» fría.

 

La idea fundamental de esta cumbre es que la naturaleza es una fuente inagotable de recursos y que la tecnología humana puede lograr un crecimiento duradero, que lo único que tenemos que hacer es permitir un libre flujo de mercancías y finanzas bajo esquemas de regulación competitiva del mercado.

 

 

 

 

 

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