Salud y economía, beneficios de alterar el nopal y la tuna 

L.P.C. Julieta Espinosa

Fotografía: Jorge Alcántara

Cada mexicano consume en promedio 6.4kg. de nopal durante un año; un porcentaje que representa el principal uso que le es dado en el país a este cultivo y que, en contraparte a su importancia histórica y cultural, está por debajo del de algunos frutos como la naranja, que es de 37.5kg.

 

De acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), en 2000, fue destinado 97 por ciento de la producción total de nopal al consumo humano, mientras que tres por ciento fue utilizado como materia prima en las industrias farmacéutica, de alimentos y cosmética.

 

Si bien México cuenta con la mayor diversidad mundial de especies de nopal (Opuntia spp) y constituye la única fuente de empleo para 20 mil 300 personas, la cactácea no es considerada un producto agrícola básico y su cultivo es de tipo extensivo.

 

Un panorama que ha llevado al Dr. Octavio Paredes López, investigador del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), a dedicar parte de su carrera al desarrollo de alternativas biotecnológicas viables para el óptimo aprovechamiento del nopal.

 

Propietario de la patente del método para la transformación genética y regeneración de plantas transgénicas de nopal, el Dr. Paredes trabaja en la posibilidad de utilizarlo como biorreactor de compuestos que puedan ser utilizados en la farmacología y, que deriven en un beneficio a la salud y a la economía de los mexicanos.

 

El uso de las plantas como biorreactores consiste en “la transferencia de ciertos genes ajenos a la planta, para que los exprese y produzca compuestos de alto valor químico o farmacológico, que le serán extraídos para su aprovechamiento”.

 

En el caso del nopal, el Dr. Paredes hace uso de la bacteria Agrobacterium tumefaciens para realizar la transformación genética de la planta y así, convertirla en biorreactor. Una bacteria presente en la tierra y que afecta a las plantas, mediante la generación de un tumor o “agalla de cuello” en la unión de la raíz con el tallo.

 

Dicho organismo al entrar en contacto con las plantas, transfiere una molécula de ADN llamada plásmido Ti; cuya función es la generación de tumores, a partir de los genes que contiene y que son responsables de la producción de las hormonas de crecimiento que dan lugar a la agalla.

 

La aplicación del funcionamiento de la bacteria a la biotecnología, radica en que los genes presentes en el plásmido Ti, penetran en el núcleo de las células de la planta y modifican su estructura. De ahí, que el investigador puede sustituir los genes por otros que desea reproducir y expresar en la planta, al tiempo que evita la enfermedad.

 

La planta de nopal obtenida por este método es un transgénico, cuyo principal ingeniero genético es la bacteria. Un resultado que es perfeccionado por el también Investigador Nacional de Excelencia del Sistema Nacional de Investigadores en su nivel III, a través de “manipular la expresión de los compuestos, para que el nopal los exprese en mayor cantidad y puedan ser explotados comercialmente”.

 

La investigación está encaminada a la obtención de compuestos de valor terapéutico, aunque también prevé la manipulación del nopal, en etapas tempranas, para la expresión de compuestos nutracéuticos como el ácido fólico y la vitamina B9. Sin embargo, por la controversia que en la actualidad existe sobre el desarrollo de transgénicos para el consumo humano, el investigador centra su labor en el impacto farmacológico.

 

Un sector que, a decir de él, produce, “todos los medicamentos generados por vía microbiana como los antibióticos y algunas vitaminas, mediante la manipulación genética y molecular de microorganismos para hacerlos más eficientes”.

 

Dr. Octavio Paredes. Fotografía: Jorge Alcántara

 

 

Las 435 mil toneladas de tuna producidas en 2000, colocan a México en el primer sitio de la lista de países productores del fruto, seguido por Túnez, Argentina, Italia y Sudáfrica; un logro opacado por su nivel de exportación que, aunque ubica al país en el segundo lugar a nivel mundial, no representa siquiera uno por ciento de su producción total.

 

La limitación que la tuna presenta ante la exportación está en que “hay plantas que dan tunas que maduran tardíamente, mientras que hay otras que lo hacen a gran velocidad; situación que inestabiliza la vida de anaquel del fruto y dificulta su transporte”.

 

Fundador y asesor del Programa de Posgrado en Alimentos del Centro de la República (PROPAC) con sede en Querétaro, el Dr. Paredes sabe que la solución está en su manipulación genética. Así, es que trabaja en su desarrollo, mediante “la identificación de las enzimas responsables del ablandamiento de la tuna, así como a través de la determinación de la expresión de ciertos Ácidos Ribonucleicos (ARN) mensajeros, responsables del proceso”.

 

Resultados obtenidos de su investigación, han arrojado el aislamiento de los genes de algunas enzimas involucradas en el proceso de maduración de la tuna y la identificación de otras enzimas que podrían ser controladas para extender su vida de almacén.

 

Investigaciones, la del nopal y la tuna, basadas en la biotecnología moderna, que colocan a México en un proceso de adaptación y aceptación hacia los transgénicos; que a decir del Dr. Paredes “la sociedad aceptará gradualmente, ante las pruebas de impacto ecológico y beneficio social”.

 

Como una solución alternativa a los problemas poblacionales y ecológicos, es como define el investigador a la manipulación genética y no como un llamado a su aceptación indiscriminada.

 

Lo anterior, al hacer referencia a “la selección de plantas o animales por métodos genéticos tradicionales para mejorar su estructura, en los que la planta recibe miles de genes y cuyos riesgos no son analizados. No estoy llamando a que los transgénicos no sean evaluados, estoy llamando a que también aquellos sean sometidos a estudios, porque no hay razón para pensar que igualmente tengan efectos deseables e indeseables”.

 

 

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Julieta Espinosa

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