CONTACTO VISUAL

03.05.2019

Procesos artísticos recientes  

Mtro. Carlos-Blas Galindo Mendoza

Inmersión contemporánea. Ilustración: Jorge Alcántara 2019
Fotografía: Erika Rascón

Desde la segunda posguerra del siglo pasado, en el ámbito de la cultura artística que cuenta con influencia occidental -ese mismo que hoy en día es el global- se utiliza el término artes visuales para referirse a aquellas opciones que se han sumado a las que ya eran conocidas como artes plásticas (dibujo mimético y subsidiario de otras artes, escultura convencional en la que prevalecen la pesantez visual y la material, estampa tradicional multireproducida y pintura no experimental), tales como el arte correo, la poesía visual, la fotografía -a la que muy tardíamente se le reconoció de manera plena su artisticidad− o el videoarte.

 

Dentro de las artes visuales han estado considerados sus movimientos expansionistas, entre éstos las ambientaciones, el arte térreo o los happenings. Desde el final de los 60 de aquella centuria (y, en el contexto mexicano, a partir de los 70), se cuenta asimismo con la denominación de conceptualismos para referirse a vertientes no objetuales, tales como el arte sonoro (de raigambre vanguardista y reforzado en la etapa neovanguardista de la historia del arte, desde los campos de la música concreta y la música aleatoria), la instalación, la intervención, el performance o la posfotografía.

 

Cuando me refiero a las artes actuales no excluyo a las posibilidades que, provenientes de una manera más directa de la tradición, han sido puestas al día, aun cuando prefiera especificar cuando se trata de un dibujo efímero sobre muro, de algún caso de tridimensión posescultórica, de ejemplos de gráfica intervenida o bien de pintura conceptual para, de esta manera, evitar equívocos y no hacer parecer que aludo a la plástica de antaño.

 

Lo artístico, para serlo, implica un aporte al desarrollo cultural y no depende de manera exclusiva del procedimiento productivo que se elija, como tampoco de los materiales por los que se opte. Empero, es indudable que resulta mucho más difícil −aunque jamás imposible− conseguir innovaciones que afecten a todo el sistema artístico desde el ámbito de la acuarela (por mencionar un ejemplo, aun cuando me ha correspondido fungir como jurado en certámenes para acuarelistas, en los que he constatado la existencia de aportaciones valiosas). Es por esa razón que, en mi labor crítica, prefiero ocuparme de las obras de quienes han optado por utilizar procesos que han sido incorporados desde hace relativamente poco tiempo al sistema artístico y de quienes, además de lo anterior, practican léxicos emergentes.

 

Ante este panorama, cabe rememorar algunas de las afirmaciones que en el siglo XX hicieran dos artistas plásticos y un teórico de la comunicación, las cuales no han perdido vigencia. La primera corresponde a una afirmación que hiciera José Clemente Orozco en el escrito que preparara para el catálogo de su exposición retrospectiva, mostrada en el Museo del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México en 1947: «Y después de todo, ¿no es posible hacer la más maravillosa pintura con sólo un lápiz cualquiera sobre cualquier papel?». Efectivamente es posible, pues la creatividad no depende de la utilización de procedimientos complejos ni del empleo materiales costosos. Toda solución artística o de diseño puede ser representada con un lápiz ordinario sobre un papel que sea también común.

 

Eso les reiteraba a mis estudiantes de posgrado en la Escuela de Diseño del INBAL, entre 1997 y 1999, cuando pretextaban no haber concluido cierta tarea por la falta de la versión más reciente de algún programa para computadora. Y, en lo que concierne al arte contemporáneo, esta misma postura es aplicable, pues no es preciso adscribirse a alguno de sus afluentes en específico (con el riesgo de que tal conversión resulte forzada) para innovar.

 

La segunda está relacionada con la congruencia que existe entre las posibilidades técnicas que corresponden a cada época y lugar, por una parte, y las ideas a transmitir en ese mismo tiempo y desde ese sitio, por la otra. Es de la autoría de David Alfaro Siqueiros, y Miguel Ángel Esquivel la recoge en su preciso trabajo David Alfaro Siqueiros: poéticas del arte público, que en México coeditaran la UNAM, el INBAL y la editorial Juan Pablos en 2010: «Un arte moderno con técnica arcaica -anacrónica, en consecuencia− es como un automóvil tirado por caballos». Es en concordancia con esta afirmación siqueiriana que, sin poner en duda la existencia de obras realizadas mediante procesos originarios de un pasado remoto y con materiales artísticos que han estado en uso durante siglos, obras en las que pese a lo mencionado se aborden con eficacia asuntos de actualidad, yo prefiera referirme a las posibilidades discursivas más recientes, a las que apelan artistas de hoy en día para aludir a temáticas de los tiempos actuales y de los que están por venir.

 

Es en esta directriz que, pese a mi aversión por la semiótica (y por el estructuralismo), coincido con el planteamiento que hiciera Marshall Mac Luhan respecto a que existe una relación, que yo considero dialéctica, entre el mensaje que se emite y el medio que se elige para comunicarlo, toda vez que la lectura de tal mensaje o contenido es influenciada (mas no determinada del todo) por el medio por el que se opte.

 

Hoy en día se precisa, para la etapa presente y para el futuro inmediato, de unas artes decoloniales, orientadas a la despatriarcalización del mundo, expandidas, que cuenten con una indudable utilidad social, diversas, no constreñidas por los linderos disciplinares, abiertas, heterogeneizantes, solidarias y colaborativas, con amplio alcance demográfico, transculturales, irreverentes, neoutopistas, alejadas del artecentrismo, incluyentes, en las que quepan los activismos y que sean comunitarias.

 

El arte global requiere de un más que urgente cambio de rumbo para redimirse. Y esa reorientación salvadora la están encabezando quienes trabajan en un arte público que cuenta con un carácter libertario (no el de las encomiendas gubernamentales de nueva escultura metálica geometrista); es decir, quienes hacen grafiti, shoefiti, arte de la calle, calcomanías o pegotes, quienes trabajan con poesía visual exterior. Asimismo, muchas de las personas que trabajan instalaciones*, sean efímeras o no; quienes realizan intervenciones para sitios específicos; y mucha de la gente que tatúa y de la que porta tatuajes.

 

En los diseños, contribuyen a remediar el actual estado de las cosas, un gran número de personas dedicadas a la ilustración, al cómic y a la historieta. En el ámbito editorial independiente, participan de esta enorme empresa quienes hacen posible la existencia de fanzines. Por ahora, constituyen territorios en resistencia contra la hegemonía del mainstream -con esporádicos destellos de innovación− los del arte objeto (el de los objetos utilizables o potencialmente usables, realizados no por personas dedicadas a las artesanías ni a los diseños, sino por artistas visuales), el libro de artista, el arte textil, el arte en vidrio y la cerámica artística.

 

Y ya que aludo a la transgresión de los límites disciplinares, cabe hacer mención de las interdisciplinas, las multidisciplinas, las transdisciplinas y lo metadisciplinar. La interdisciplina deriva de la adición de recursos de disciplinas de proveniencias diversas (música, literatura, artes visuales, diseños…); por ejemplo, en sus comienzos, la gráfica electrónica era poco más que la suma de la gráfica tradicional y el empleo de los recursos de las tecnologías para la información y la comunicación (de ahí que, paradójicamente, se hicieran tirajes limitados y ediciones firmadas y numeradas de las estampas resultantes).

 

Por otra parte, también es posible detectar resultados multidisciplinarios en las artes contemporáneas y en los diseños. Los ejemplos avanzados de videodanza superan con mucho el mero registro de lo dancístico, así como el empleo esporádico de efectos de video en concordancia con tal registro. Se trata de obras en las que los usos de la danza y el video no hacen que se desdibujen sus especificidades disciplinares originarias, sino que subsistan hasta confluir en algo distinto. Los videoclips (más allá de su función mercadotécnica) son, casi todos ellos, casos de multidisciplina.

 

En la actualidad, existen numerosos ejemplos de transdisciplina artística. Ya el happening neovanguardista era transdisciplirar y el performance lo es dado que, aunque en ocasiones sean detectables en ellos componentes disciplinares (como eventualmente la música, por ejemplo), se trata de géneros complejos en los que el armado final de las obras se realiza con base en elementos de diversas procedencias, sin que necesariamente sus autores sean conscientes de los orígenes disciplinares de tales elementos. El arte de la red (que no el mero resguardo de imágenes de obras en la red) es transdisciplinar y hay un muy amplio número de obras de realidad virtual, de posfotografía, de arte sonoro y de poesía visual que son transdisciplinares.

 

Existen, además, obras metadisciplinares en las que ya no subsiste ningún elemento de lo disciplinar como tal, sino que sólo presentan algunos componentes fragmentarios que si bien es cierto que provienen de alguna disciplina artística (o no artística), se trata de meros rasgos diferenciales o distintivos, según cada caso, que conforman tales obras. Un amplio número de piezas de videoarte registradas con teléfonos celulares y alojadas en sitios web de libre acceso, constituyen ejemplos de metadisciplina, como también lo son no pocas obras contemporáneas de poesía visual.

 

 

* Recuérdese, la genealogía de la instalación proviene del collage y del fotomontaje (propuestas femeninas decimonónicas ambas, apuntaladas en la etapa vanguardista de la historia del arte), que constituyen los aportes de mayor impacto del siglo pasado a las artes, y de sus versiones tridimensionales, que son el montaje y el ensamblaje (desarrollados de manera sobresaliente durante las neovanguardias).

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