Dr. Saúl de la Rosa Nieves,  persistencia en el espacio

Julieta Espinosa

Dr. Saúl de la Rosa Nieves / Fotografía: Archivo personal

Profesor titular de la División de Ingeniería Eléctrica del Departamento de Ingeniería en Telecomunicaciones de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del Grupo Aeroespacial del Centro de Alta Tecnología en el campus universitario de Juriquilla, el Dr. Saúl de la Rosa Nieves es el mexicano que inició la productiva y constante colaboración que, hasta hoy, el país mantiene con la Federación Rusa en materia aeroespacial.
Ingeniero Mecánico Electricista por la UNAM y Doctor en Ciencias Técnicas por el Instituto de Aviación de Moscú (MAI), el Dr. de la Rosa Nieves centra su labor académica y tecnológica en el desarrollo de programas espaciales, el desarrollo de plataforma micro y nanosatelitales, el diseño de arquitecturas de computadoras de a bordo para satélites, técnicas de diseño de sistemas electrónicos tolerantes al medio espacial, técnicas de tolerancia a fallas y análisis de confiabilidad de sistemas.
En esta edición, el también coordinador en la Federación Rusa, por la parte mexicana, del proyecto Diseño y construcción de un nanosatélite para estudio de precursores sísmicos. CONDOR UNAM-MAI conversó con Serendipia de su experiencia en Rusia y la forma en que dicho vínculo ha beneficiado al naciente sector espacial en México.

 

El primer contacto con la Federación Rusa

Mi primer contacto con instituciones rusas fue durante el desarrollo del proyecto satelital UNAM-SAT en 1994. La Unión Soviética tenía tres años de haber colapsado y, con ello, hubo una importante apertura en el sector espacial; antes era hermético y estaba orientado al área militar.
En ese tiempo, la UNAM tenía casi listos sus primeros satélites. Yo era uno de los ingenieros participantes en el proyecto Satélites UNAMSAT, en específico era responsable del diseño y construcción de los sistemas de electrónica digital, recolección de telemetría y de regulación de energía de los satélites (UNAMSAT-1 y UNAMSAT-B), fue entonces que entre las posibilidades de lanzamiento contemplamos ir a Rusia.
Ese fue nuestro primer contacto, llevamos dos satélites: uno en marzo de 1995 (UNAMSAT-1), que fue el primer satélite hecho en México y el primero en ser lanzado con un misil reconvertido. En la actualidad es común lanzar satélites con misiles reconvertidos pero éste fue el primer lanzamiento comercial de este tipo a nivel mundial.
Desafortunadamente el UNAMSAT-1 falló (1995), sin embargo, dada la buena interacción que hubo entre los dos países, nos ofrecieron un segundo lanzamiento. En esta ocasión al año siguiente, el 5 septiembre de 1996, y ya no con un misil reconvertido sino con un cohete especial para lanzar satélites en órbita baja, un cohete tipo COSMOS en el Cosmódromo Plesetsk. Así, lanzamos al gemelo del primer satélite (UNAMSAT-B) y fue puesto en órbita con éxito en 1996 convirtiéndose en el primer satélite artificial mexicano que ha transmitido telemetría a la Tierra.

 

La decisión de estudiar en Rusia

Terminó el proyecto UNAMSAT, efectuado dentro del Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial de la UNAM (PUIDE, 1992-1998) y no había opción para continuar. Yo había probado lo que era dedicarse al sector espacial y observado lo importante que era, para desarrollar el área en un país, la participación no sólo de unos cuantos científicos sino de la industria completa. Me pareció injusto que por cuestiones ajenas a mí, totalmente administrativas y de incomprensión del tema, se me negara el continuar en ello y se rompiera una posible cadena de siguientes generaciones que pudieran experimentar lo mismo que yo experimenté.
A partir de la experiencia con el UNAMSAT-B, me agradó mucho la interacción que tuve con los ingenieros técnicos del área espacial rusa y fue, a través de dicho contacto, que surgió la oportunidad de realizar un doctorado allá. No fue inmediato, fue hasta 1999 que ingresé al Instituto de Aviación de Moscú (MAI), becado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
De 1999 a 2003 hice mi doctorado en el MAI sobre técnicas para el restablecimiento de procesos de cómputo (técnicas de tolerancia a fallas) y métodos para la evaluación de su desempeño. Dos temas que, en conjunto, están presentes en la tecnología espacial al ser una tecnología de alto desempeño, en la que no hay posibilidad de hacer reparaciones, dar mantenimiento y cuyo funcionamiento es en ambientes altamente agresivos, en el espacio. Son temas indispensables para diseñar sistemas espaciales.

 

Colaboración científico-técnica UNAM-MAI

Terminé el doctorado y hubo una coincidencia feliz. El último jefe del PUIDE, el Dr. Gianfranco Bisiacchi Giraldi, una excelente persona y un gran apoyo en la realización de mis estudios en Rusia, fue encomendado por el Conacyt para reanudar los proyectos espaciales en México, en el marco del proyecto Programa de colaboración científico-técnica entre la Federación Rusa y los Estados Unidos Mexicanos.
Dado el contacto que siempre tuve con él, me pidió coordinar un programa de preparación de estudiantes de posgrado en Rusia; así, fue que terminé mi doctorado en 2003 y decidí quedarme. El programa no sólo contemplaba la formación de recursos especializados sino la consolidación de un proyecto aeroespacial, el Proyecto CONDOR UNAM-MAI de construcción de un nanosatélite para la medición de precursores sísmicos.
El Dr. Bisiacchi, con el apoyo de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, preparó al grupo de estudiantes que envío al programa. Fue un grupo con una base en Ingeniería (telecomunicaciones, electrónicos, en computación, etc.), ya que la Ingeniería Espacial se sustenta en la participación multidisciplinaria de ellos. Desde 2003, cuando inició el programa, fueron enviados estudiantes de maestría y doctorado.
El programa académico finalizó en 2007 y tuvo como primer egresado al Dr. José Alberto Ramírez Aguilar, quien al terminar sus estudios regresó a México para reincorporarse a la UNAM. Otro doctorado fue el Dr. Carlos Romo Fuentes, quien ahora forma parte del Grupo Aeroespacial del Centro de Alta Tecnología y como él, otros jóvenes más alcanzaron su especialización. Por mi parte, estuve en Rusia pero siempre ligado a México.

 

El proyecto CONDOR UNAM-MAI (Serendipia núm. 27)

De manera paralela se llevó a cabo el diseño del satélite que, de manera conjunta, estamos construyendo con la contraparte rusa. Este satélite tiene como objetivo principal, dar la oportunidad a los jóvenes ingenieros de participar de manera práctica en su desarrollo.
Fueron seleccionadas dos misiones para el CONDOR UNAM-MAI, bajo el interés e impacto para México: la percepción remota de imágenes y la comprobación de la teoría de precursores sísmicos en la ionosfera. Esta última muy discutida y atendida por Rusia, Japón y Estados Unidos.
A 21 años, el proyecto aún continúa. Es un proyecto muy largo por su complejidad y justo ahora está en la última etapa. Además de participar en la logística y el diseño del proyecto, estamos construyendo la instrumentación en México para ponerla a bordo del satélite; ésta sería la culminación del programa.
Puedo asegurar que en 2015 estará listo el satélite. En cuanto al lanzamiento, CONDOR irá como carga secundaria, por lo que tendremos que esperar la oportunidad de ocupar un sitio en un cohete, en alguna misión ya establecida. Es complicado poder dar una fecha de lanzamiento, podría ser a finales de 2015 o durante 2016.

 

La consolidación del vínculo Rusia-México

La continuación de este programa está en la base humana generada en la UNAM. La formación de una base de académicos especializados en el área ha permitido la atracción de otros más; una nueva generación de doctores que se han incorporado y que son el pilar del grupo aeroespacial del Centro de Alta Tecnología de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Esa es la trascendencia de esta historia.
El poder dar seguimiento directo al desarrollo del área espacial en México me llena de orgullo. La carencia por la cual yo me fui del país, ahora está resuelta; tenemos nuevas generaciones a las que les estamos transmitiendo nuestra experiencia. Lo que más gusto me da es que este ciclo no se rompió. Actualmente no sólo desarrollamos el CONDOR, también construimos el Quetzal y el Ulises 2.0 (Serendipia núm. 31). Estoy hablando de más de 20 años, justo ahora tenemos grupos de estudiantes nacidos en aquel entonces y que están trabajando en lo que nosotros iniciamos.
Siempre he trabajado para la UNAM. Como profesor de la Facultad de Ingeniería estoy obligado a impartir clases y aunque he estado en Rusia, he dado clases vía remota. En esta última parte del programa, de 2011 a la fecha he pasado medio año en México y medio año en Rusia. Ya acabamos la mayor parte del trabajo, acabaremos la instrumentación en el país, la transportaremos a Rusia y sólo esperaremos el lanzamiento del satélite.
Los participantes de esta apuesta son gente muy especial, son personas que sueñan, que tienen objetivos claros; quienes a pesar del largo tiempo, de sobrellevar adversidades, siguen afianzados al área aeroespacial. Han creído en algo que no existía pero que necesitaba un país tan grande como México.

 

Dra. Tercia Cesaria Reis de Souza, una vida por la nutrición animal.

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© Julieta Isabel Espinosa Rentería