ENTREVISTAS

Ing. José Gregorio Solorio Munguía,                               como el zircón: experiencia y abundancia

L.P.C. Julieta Espinosa

Ing. José Gregorio Solorio Munguía / Fotografía: Jorge Alcántara

Un ejemplar, en manos, de la edición número 73 del Boletín del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) acompañó la narración de cinco décadas de Geocronología en México en voz de uno de sus iniciadores, el Ing. José Gregorio Solorio Munguía. Un mexicano enamorado de los minerales que, al lado de Carl Fries Jr., Zoltan de Cserna, César Rincón-Orta y Eduardo Schmitter Villada, conformó en 1962 el primer Laboratorio de Geocronometría del país.
Originario de Nahuatzen, Michoacán, el Ing. Solorio Munguía egresó en 1958 como químico metalúrgico de la Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la UNAM, donde ejerció como profesor definitivo de Análisis Químico y Mineralogía. Actividad que, en 1962, hubo de compaginar con su ingreso al Instituto de Geología de la UNAM para ocupar un sitio dentro del grupo que realizaría los primeros fechamientos isotópicos en México mediante la técnica conocida como plomo-alfa o Larsen, descrita apenas diez años atrás.
Creatividad, ingenio y un vasto anecdotario caracterizaron la vida del ingeniero que, mientras hojeaba los dos artículos que recopilaban su aportación en el nacimiento de la Geocronología mexicana, revivía los momentos que posibilitaron su redacción a los autores: Nuevas aportaciones geocronológicas y técnicas empleadas en el Laboratorio de Geocronometría de C. Fries y C. Rincón-Orta, y Discusión de principios y descripción de la determinación geoquímica de la edad por el método plomo-alfa o Larsen de C. Rincón-Orta.
El Ing. Solorio Munguía, acorde con la política de descentralización de la UNAM, cambió en 1981 su residencia a la ciudad de Guanajuato para incorporarse a la Estación Regional del Centro del Instituto de Geología; lugar donde estudió y clasificó la colección mineralógica del Instituto, al tiempo que colaboró en investigaciones edafológicas relacionadas con aspectos de contaminación con metales pesados en las cuencas del Río Turbio y en los alrededores de Salamanca.
Fue en 1997 que llegó a Querétaro para montar los Laboratorios de Edafología y, los Talleres de Laminación y Molienda del ahora Centro de Geociencias, de igual forma que lo había hecho en Guanajuato. Hoy, a sus 90 años de edad y a sus 50 de haber iniciado su labor académica en la UNAM, imparte junto con el Dr. Luis Vasallo el curso de Mineralogía Avanzada en el Posgrado en Ciencias de la Tierra, colabora con el Dr. Gilberto Hernández Silva en su investigación sobre contaminación con mercurio en el municipio queretano de San Joaquín y, auxilia a investigadores y alumnos con el fechamiento isotópico de sus rocas.
Reconocido con la medalla conmemorativa a 50 años de labor ininterrumpida por la UNAM y considerado por el Instituto de Geología como “la persona con más experiencia en la separación de minerales, especialmente el zircón, en México”, el Ing. Solorio Munguía narró para Serendipia su historia en el ejercicio de lo que más le gusta hacer: separar minerales.

 

¿Cómo fue el proceso de conformación del Laboratorio de Geocronometría del Instituto de Geología de la UNAM?

Había salido de la escuela a trabajar. Un tiempo me empleé en una empresa de cobre y luego en un ingenio azucarero. Estuve ahí toda la zafra, toda una zafra en Colima, pero después de eso -como las zafras son cada año y no son todo el año- todavía me quedé los meses restantes para hacer el análisis de las cales utilizadas para la purificación del azúcar, del azúcar blanco.
Yo salí de ahí y me fui a Chiapas; fue entonces que mi compañero de trabajo -quien me había invitado a trabajar en el ingenio luego de estar en la empresa de cobre- me estaba buscando con apuro. Yo tenía un boleto para irme a los Estados Unidos, donde ya tenía un probable trabajo pero él andaba apremiado en localizarme, tal vez porque en la escuela ayudaba a mis compañeros que no pasaban los análisis… cuando no les salían bien, yo les echaba la mano, montaba los aparatos y los hacía. Me conocía por esa línea, por eso me buscaba con urgencia.
Pues me localizó [César Rincón-Orta] y me dijo: «Quiero que vengas, vamos a montar un laboratorio de determinación de edades». Le dije: «No, yo ya tengo un boleto para irme a Estados Unidos», pero replicó: «No, no, no, no te vas, primero lo montas, ¿cuánto tiempo te toma?». Accedí finalmente: «Calculo que en año y medio lo monto, lo echo a andar y te dejo», a lo que él sólo me dijo: «Está bien, pero vamos a ver»
El Dr. Carl Fries Jr., quien estaba al frente del U.S. Geological Survey, se trasladó a México por la angina de pecho que padecía y fue él realmente el iniciador de esto. Él quería montar el laboratorio pero teníamos nada, entonces mandó a César Rincón-Orta y a un especialista en análisis químicos de rocas a Estados Unidos para perfeccionarse. En ese lapso fue que César me mandó cartas con los dibujos de equipos no disponibles en el país -que por ahí han de estar- para que yo, en México, comenzara a montar el laboratorio teniendo como única referencia sus ilustraciones.

Fotografía: Jorge Alcántara

¿Los instrumentos que dieron vida al Laboratorio de Geocronometría fueron fabricados en su totalidad por usted?

No precisamente, había que construir algo que no existía en México pero que era posible de hacer. Aquí ya había minas y con ellas molinos para moler la roca, por ejemplo; entonces, yo simplemente buscaba la maquinaria, la adquiría y la adaptaba. Yo, desde México, recibía la correspondencia con necesidades: una quebradora de roca, un molino de rodillos, una pulverizadora, un tamiz…
En el país ya se hacían análisis de rocas pero no después de su molienda, no se separaban minerales para tal fin. Yo comencé a hacer esto; me encontré un molino viejo con una banda enorme y lo que sí fabriqué fue un equipo térmico diferencial, una mesa Wifley para la separación de minerales pesados [como el zircón] y algunos otros instrumentos que permitieron montar el laboratorio [quebradora y molino de rodillos, mesa vibradora inclinada para separar minerales hojosos, contador de partículas alfa para la determinación de las concentraciones de uranio y torio para el método plomo-alfa, separador magnético Frantz y mesa Wifley].

 

¿Cómo nació su gusto por la separación de minerales?

Resulta que no soy geólogo ni físico, soy químico metalúrgico. Como tal comencé a trabajar en la industria pero, ante el gusto que tenía por una de las materias [Análisis químico y mineralogía] y el deseo de ser profesor de ella, me apliqué para serlo -ante la ausencia del titular- y finalmente hice un examen que determinaría a la persona  que se quedaría con la clase. Me quedé con ella y de ahí en adelante, como lo que haría sería separar minerales… uno en específico para datar la roca [el zircón], el camino a seguir estuvo trazado.

 

¿En qué consistía el método plomo-alfa, pionero de la Geocronología en México?

Como bien digo, no era más que separar el mineral adecuado de la roca. La roca en sí es un conjunto de minerales, entre los cuales hay varios que se pueden datar. En este caso, lo que nosotros sacábamos era el zircón, el silicato de zirconio, el cual se molía para contabilizar sus alfas [radiación alfa].
Cuál era el proceso. Primero, romper la roca, hacerla polvo, concentrarla, quitarle los magnéticos, separar todo y dejar el zircón limpio. Cuando el zircón estaba limpio, entonces, parte de él, una muestra de 100 mg, se molía y se le contaban sus alfas. Dicho conteo no era más que uno de los datos necesarios para datar la roca.
En qué consistía una y otra cosa. Bueno, cuando el mineral ya estaba limpio se colocaba en un contador de partículas alfa, que era una cámara por la que una corriente eléctrica permitía enumerar las emisiones alfa que se desprendían del zircón, conforme éste se desintegraba en distintos isótopos de uranio y torio hasta quedar reducido a plomo, al mismo tiempo que permitía conocer sus concentraciones.
Las emisiones alfa eran como balacitos, ¡paz!, ¡paz!, ¡paz!... que pegaban dentro de la cámara y que eran contabilizados por unidad de tiempo. El dato a conseguir era el número de elementos alfa necesarios para desintegrar el zircón hasta el final, cuando quedaba un residuo sin transformarse [plomo].
Entonces, entre la cantidad de plomo residual y la cantidad de emisiones alfa se hacía un cálculo a la inversa que nos llevaba al inicio de la trasformación del zircón. En esas condiciones podía determinarse cuándo había nacido el zircón y, con ello, la edad de la roca.

 

¿Cómo fue la colaboración del Laboratorio de Geocronometría con los geólogos de la época?

Los geólogos llevaban sus rocas, nosotros las tratábamos, determinábamos sus edades y, luego, les dábamos los resultados. Algo similar a lo que antes de la existencia del Laboratorio se hacía en Estados Unidos: de México era enviada la muestra para la determinación de su edad y su posterior publicación. La aparición de nuestros nombres en publicaciones de diversos geólogos da cuenta de ello, ya que nosotros contribuíamos en su investigación con la datación de sus rocas.

 

¿De qué forma ha transmitido su conocimiento?

La transmisión del conocimiento inició instantáneamente. Nosotros como investigadores sentíamos la obligación de comunicar nuestro quehacer. Entonces yo, por ejemplo, impartía dos materias y siempre platicaba sobre el método. Podía estar separando un mineral e irles explicando a mis alumnos la forma en que lo hacía.
Claro ejemplo fue mi estancia en Guanajuato [Estación Regional del Centro del Instituto de Geología], donde echamos a andar un laboratorio similar al de la Ciudad de México, y mi trabajo actual en el CGEO, donde ya hay varios investigadores que datan con diferentes técnicas pero donde continúo haciendo lo mío y no me quitan el que lo siga haciendo.

 

¿Los resultados de las dataciones hechas por el equipo en el que usted participó continúan siendo vigentes en la actualidad?

Han ido surgiendo y mejorando técnicas de datación, ahora utilizan aparatos más sofisticados y las cantidades de muestra se han reducido considerablemente. Ahora, no datan en 100 mg de zircón, sino en un cristalito insignificante [nanogramos de zircón] y con un instrumento impresionante. Sin embargo, hay un mineral de Oaxaca que me han pedido como testigo de una edad bien definida, cuya datación actual y por plomo-alfa resultaron semejantes y dentro del margen de error establecido.
El Ing. José Gregorio Solorio Munguía es investigador del área de Geoquímica del CGEO de la UNAM, Campus Juriquilla, y dedica su labor académica a la Mineralogía. Colabora con el Dr. Gilberto Hernández Silva en su investigación sobre contaminación con mercurio en San Joaquín, imparte junto con el Dr. Luis Vasallo el curso de Mineralogía Avanzada en el Posgrado en Ciencias de la Tierra, y auxilia a investigadores y alumnos con el fechamiento isotópico de sus rocas.

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