Píldoras Médicas

¿Cómo saber si están bajas las defensas?

Dr. Carlos M. Arróyave Hernández

Ésta es una pregunta que muchos nos hacemos, sobre todo, cuando tenemos un familiar al que los médicos le han mencionado que tiene las defensas bajas. Afortunadamente para ambos, es posible hacer una serie de análisis de laboratorio y contestar la pregunta.

 

Para entender mejor el problema y orientar el tipo de análisis que hay que ordenar, debemos saber que la respuesta inmune se divide en innata -que es inespecífica- y adquirida -que es especifica-. En la primera (innata) tenemos, entre otros, a la piel y a los sitios en los que tenemos algún orificio como la boca, las vías urinarias y otros más, en los que existe una mucosa de composición diferente a la piel y que produce moco. En este último, la presencia de un pH ácido y enzimas de muy diferente especificidad, así como la presencia de formaciones ciliares, hacen posible remover al agente patógeno del sitio por donde entró eliminándolo y/o neutralizándolo, y finalmente destruyéndolo, ya sea en el interior de una célula (intracelular) o fuera de ella (extracelular).

 

Como parte de la inmunidad innata, tenemos diferentes extirpes celulares como son los monocitos, macrófagos y polimorfonucleares, que participan en el proceso de fagocitosis (envolver completamente al agente extraño) y, por medio de enzimas intracelulares, de destrucción y eliminación. Existen unas células llamadas NK, que son un tipo de linfocito capaz de destruir células infectadas o, anormales que pudieran ser cancerígenas. También, tenemos al sistema de complemento, que está compuesto por una serie de proteínas que, al ser activadas, participan en funciones importantes de adhesión, fagocitosis y destrucción celular, dentro de muchas otras, tanto en la inmunidad innata como adquirida.

 

La segunda línea de defensa, la adquirida, está formada por los linfocitos B y T. La función principal de los primeros es la de formar anticuerpos, lo que es conocido como inmunidad humoral; mientras que los segundos o T, están relacionados con la inmunidad celular. Dentro de los anticuerpos, también conocidos como inmunoglobulinas (Ig), producimos varias clases que son: IgA, IgD, IgE IgG e IgM, cada una con distintas propiedades. En forma sencilla, la IgA se encuentra en mayor concentración en las mucosas; la IgE se encuentra asociada con la presencia de enfermedades por parásitos o alergias; la IgM aumenta cuando tenemos una infección por primera vez con una sustancia específica; y la IgG se presenta en gran cantidad cuando nuestro organismo es estimulado por una sustancia a la cual ya habíamos sido estimulados. A la IgD no se le conoce una función específica de defensa.

 

Se sospecha de una inmunodeficiencia, cuando el paciente nos reporta la presencia de infecciones recurrentes. Es preciso considerar que la presencia de seis a ocho infecciones en 12 meses en un lactante hasta los cuatro años; de cinco a seis infecciones hasta los 12 años y; en el adolescente y el adulto, unas cuatro infecciones por año, es normal. Cuando en la historia clínica se menciona la presencia de gripe, una casi por mes o muy frecuente, sucede que la mayoría de estos pacientes tienen una alergia. Cuando mencionamos infecciones, nos referimos a otitis, sinusitis, dermatitis, neumonía y diarrea, entre otras, que en muchas ocasiones se asocian en niños con una disminución en el aumento de peso y estatura, así como fiebre mayor a los 37.2 grados centígrados y aumento de los ganglios o ausencia total de estos. Otro aspecto importante, es el saber si el microrganismo causante es intracelular o extracelular.

 

Todo aquello que debilite, en forma importante o crónica, a nuestro organismo da como resultado una disminución de nuestra capacidad para combatir las infecciones, que pueden ir desde un agotamiento físico importante hasta recibir radiaciones. Esto no quiere decir que las infecciones por sí mismas sean la causa de una inmunodeficiencia, pero si éstas persisten en una persona por un tiempo prolongado y hay otros problemas simultáneamente, es una llamada de atención de que hay algo anormal.

 

Lo que se asocia más con una inmunodeficiencia adquirida, además de las infecciones recurrentes, es la desnutrición que puede darse tanto en un niño como en un adulto, así como las drogas que causan dependencia como son la cocaína, la heroína, el crack, las anfetaminas y el alcohol. En estudios recientes, se ha encontrado que, en casos de heroína, hay una disminución de los linfocitos T y leucocitos. En las personas que usan cocaína y crack, los problemas de infecciones pulmonares son muy frecuentes, como bronquitis, neumonía y tuberculosis. En recién nacidos de madres adictas a heroína, crack, anfetaminas o alcohol, no es extraño encontrar deficiencias debido a exposición crónica a estas sustancias.

 

En cuanto a medicamentos, sabemos que son muchos los fármacos cuyo uso prolongado puede provocar una inmunodeficiencia, siendo los más importantes aquellos que se usan para el tratamiento del cáncer, los llamados citotóxicos, que -como las radiaciones- afectan a la producción de todo tipo de células, entre las cuales están las que forman parte de nuestra inmunidad innata y adquirida. Este tipo de medicamentos también afectan a los tejidos del embrión en formación pudiendo producir malformaciones. El uso prolongado de corticosteroides, que son derivados de la cortisona, puede producir una disminución de la respuesta inmune y facilitar la presencia de infecciones oportunistas.

 

El uso por mucho tiempo de antibióticos, ente otros efectos, puede destruir la flora intestinal, que constituye una poderosa barrera contra los gérmenes. Hay otros que pueden reducir la absorción de vitaminas como ácido fólico y vitamina B12, que son necesarios para la producción y maduración de leucocitos. El uso frecuente de transfusiones sanguíneas y derivados de la sangre, puede debilitar al sistema inmune.

 

Con la información arriba mencionada, ahora citaré los principales análisis de laboratorio que son auxiliares en el diagnóstico de una inmunodeficiencia. Tenemos a la biometría hemática; con ella podemos saber si hay o no anemia, la cual es frecuente en pacientes con enfermedades crónicas. Como parte de ésta, la cuenta de elementos celulares como los leucocitos totales, linfocitos, eosinofilos, neutrófilos, macrófagos, monocitos y los polimorfonucleares, además de decirnos si el número de ellos es normal, hay análisis especiales para ver si la función de fagocitosis es normal, descartando así deficiencia asociadas con este proceso como la enfermedad granulomatosa. La disminución en el número de plaquetas nos auxilia en el diagnóstico de enfermedades como el síndrome de Wiscott-Aldrich.

 

Después tenemos la cuantificación de inmunoglobulinas A, E, G y M, así como las subclases de la inmunoglobulina A y la G. Podemos cuantificar al sistema de complemento como tal y/o podemos solicitar la cuantificación de proteínas en forma individual de este sistema. Una radiografía de tórax será importante para evaluar a los pulmones y, si es necesario, pruebas de funcionamiento pulmonar. El examen general de orina nos proporciona información sobre alteraciones al nivel renal, que puede ser de mucha importancia. Con la citometría de flujo, podemos saber la presencia de anormalidades de los linfocitos B y T. Con estos exámenes de rutina, el médico tratante podrá tener una idea general de la presencia o no de una inmunodeficiencia y, entonces, solicitar interconsulta con médicos especializados en este tipo de problemas como es un inmunólogo y, tal vez, un genetista.

 

El mensaje que debe de dejar este artículo es el que existe una serie de análisis de laboratorio, que están al alcance médico, para evaluar la presencia o no de una inmunodeficiencia y que, en el caso de ser así, poder -en forma específica e individualizada- diseñar el tratamiento adecuado o solicitar interconsulta con un especialista.

 

¿A qué llamamos defensas de nuestro organismo?

Dr. Carlos M. Arróyave Hernández

 

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