Píldoras Médicas

09.02.2018

El agua de las albercas, desinfectantes y sus problemas I

Dr. Carlos M. Arróyave Hernández

Fotografía: Jorge Alcántara

La gran mayoría de las personas, sean niños o adultos, se ha sumergido dentro de una alberca por motivos recreativos o, para tratamiento médico o de rehabilitación. Siempre asumimos que el agua de ésta es inocua y no debe causar problema alguno. La natación es un ejercicio aeróbico completo en el que trabaja todo nuestro organismo activando nuestros músculos y articulaciones sin provocar impacto agresivo; muchos la practican como una rutina hasta el momento en el que se presentan problemas en la piel, oculares o nasales asociados a ella. Lo primero que pensamos es que dicho problema es debido al cloro que se usa para desinfectar el agua de la alberca y es entonces que nos cuestionamos: ¿estará la alberca realmente limpia de gérmenes?, ¿es mucho el cloro?, ¿estoy desarrollando alguna alergia?, ¿debo de seguir nadando?, ¿qué es lo que produce en mi organismo el cloro?

 

Las albercas utilizan para su llenado agua proveniente de redes que la suministran a nuestros hogares o a sitios comerciales, y que recibe un tratamiento cuya finalidad es la eliminación o reducción de la contaminación o las características no deseables de las aguas, bien sean naturales, de abastecimiento, de proceso o residuales con tratamientos de potabilización. Además, cuando nos referimos a una alberca pública, ésta debe cumplir con los requisitos estipulados en la Norma Oficial Mexicana 245 SSA1 -cuando se utilizan cloro y bromo como desinfectantes, así como albercas con temperaturas mayores a 30 °C-, en la que quedan claras las características que debe de tener el agua tanto desde el punto de vista físico como químico, prohibiendo -por ejemplo- que la alberca sea usada por mascotas debido a la patología propia de éstas.

 

En esta revisión inicial, trataré de analizar algunos aspectos relacionados con la desinfección de una alberca, la cual debe de llevarse a cabo tanto en las públicas como en las privadas, en las expuestas al ambiente y en las cubiertas. El tratamiento debe de ser químico -que elimina los microorganismos como virus, bacterias, algas, hongos y protozoos- y físico -que consiste en filtrar el agua, de tal manera, que cualquier sustancia sólida quede retenida y no vuelva a la alberca-.

 

En el agua de las albercas podemos encontrar contaminantes orgánicos como cabello, sudor, descamación epitelial de nuestra piel, secreciones de nuestras mucosas y, a veces, orina y heces fecales, sobre todo si la alberca es usada por niños. Ocasionalmente puede haber, debido al entorno, vegetales o insectos. Los contaminantes inorgánicos pueden ser ambientales o de cremas o sustancias que nos aplicamos en la piel o cuero cabelludo, que son de muy diferente índole. Todos estos productos son degradados por los desinfectantes de una alberca dando lugar a compuestos que se han asociado con problemas de salud. A veces, si ponemos atención en las paredes de la alberca, podemos ver una pequeña área al nivel del agua que es de color oscuro o verde, que es ocasionada por la presencia de hongos.

 

El desinfectante tradicional es el cloro (ácido tricloroisocianurico); compuesto químico fácil de usar, incoloro, eficaz y muy barato que actúa por medio de un proceso de oxidación. El cloro desinfecta, pero se combina con los productos orgánicos presentes en una alberca produciéndose lo que se conoce como productos potencialmente peligrosos para la salud (DBP), que entran en el organismo por ingestión del agua, inhalación y contacto con la piel, siendo esta última, la vía menos importante.

 

 

Algunos de estos productos se evaporan y pasan al aire que respiramos, por lo que son inhalados tanto por los bañistas como por los que están a su alrededor como familiares, salvavidas y entrenadores. Dentro de éstos tenemos a las cloraminas y trihalometanos que son volátiles y, por ende, se encuentran en mayor concentración en las albercas cubiertas. Éstos aumentan considerando el número de usuarios, temperatura del agua y turbulencias causadas en ella.

 

Las cloraminas son las responsables del olor a cloro que despiden las albercas o el cuerpo de las personas que nadan frecuentemente. Se encuentran asociadas con el enrojecimiento de los ojos, resequedad de la piel, alteraciones de las fosas nasales y, en ocasiones, dificultad para respirar. El cloro puede quitarle al cabello los aceites naturales que lo protegen y lo nutren mostrándose entonces reseco y quebradizo. Bernard A. y colaboradores han demostrado que estas sustancias volátiles aumentan la permeabilidad de epitelios incluyendo al respiratorio, predisponiendo a niños a cuadros de asma. Otros estudios realizados por el mismo grupo, han encontrado una alta prevalencia de asma, fiebre de heno, rinitis y dermatitis atópica en personas que asisten a albercas cubiertas, dando lugar a la «hipótesis del cloro».

 

En el estudio de Helenius, en 738 nadadores encontraron que muchos se quejaban de problemas de garganta y dolor de cabeza, que cedía días después de dejar de asistir a la alberca cubierta. El grupo de Jacobs, inclusive, encontró que este tipo de problemas, incluyendo congestión nasal importante, estornudos, comezón en nariz y ojos, etc., se presentaba en los trabajadores de albercas cubiertas.

 

El cambio de color del cabello de los nadadores, blanquecino o verdoso, es un cambio de color reversible debido a la exposición prolongada al agua de la alberca y a la luz solar, siendo el último causado por los iones de cobre del agua. Por último, las cloraminas son corrosivas y, con el tiempo, pueden dañar estructuras de edificios y albercas, particularmente los conductos de aire.

 

Estudios del aire exhalado, orina y sangre han mostrado la presencia de biomarcadores que se asocian con la producción de daño tisular y genotóxicos (estudios en Barcelona). Esta sintomatología se ha observado que es hasta 4,6 veces mayor en pacientes alérgicos que en aquellos que no lo son. Algunas personas pueden ver sus problemas desaparecer o mejorar con el uso de antihistamínicos.

 

Dentro de los productos de cloro utilizados para la desinfección tenemos derivados no estabilizados como el cloro gas, el hipoclorito de sodio y el hipoclorito de calcio, así como los estabilizados como el isocianuro del cloro. Se encuentran en diferentes presentaciones tanto en polvo como pastillas y en líquido. El hipoclorito de sodio es conocido por ser un agente letal para varios virus y bacterias vegetativas, y tiene un carácter residual, lo cual favorece su poder desinfectante pero es de alto costo y muy corrosivo. Los sistemas de desinfección con cloro o bromo son autónomos y los demás que mencionaremos en la siguiente entrega se consideran complementarios.Algunos de estos productos se evaporan y pasan al aire que respiramos, por lo que son inhalados tanto por los bañistas como por los que están a su alrededor como familiares, salvavidas y entrenadores. Dentro de éstos tenemos a las cloraminas y trihalometanos que son volátiles y, por ende, se encuentran en mayor concentración en las albercas cubiertas. Éstos aumentan considerando el número de usuarios, temperatura del agua y turbulencias causadas en ella.

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Dr. Carlos M. Arróyave Hernández

 

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