26.05.2021

La Ruptura no existe  

Mtro. Carlos-Blas Galindo Mendoza

Consonancia. Jorge Alcántara 2021
Fotografía: Erika Rascón

Con este título, deliberadamente elegido por su potencial polémico y, desde luego, por ser paráfrasis de la afirmación «Dios no existe» −que fuera escrita por Diego Rivera en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (1948), el cual pintó en el muro principal del salón Versalles del Hotel del Prado en la Ciudad de México y que hoy se resguarda, ya sin esa frase,1 en un museo que, a partir de 1986, fue edificado ex profeso para albergarlo luego del colapso del hotel en 1985, siendo inaugurado en 1988, luego de un apoteósico salvamento y traslado del mural−, me propongo enunciar que, entre las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX (1901-1950) y las neovanguardias (aquellos movimientos artísticos, culturalmente de avanzada, que fueron vigentes desde la década de los 50, también de la anterior centuria y hasta el inicio de la de los 80 de aquel mismo siglo) existieron más coincidencias que discrepancias de fondo.

 

No pretendo negar, desde luego, que quienes en el medio cultural mexicano practicaron en aquellos tres decenios −e incluso después− los informalismos, la nueva figuración, la nueva abstracción, el neoconcretismo, el minimalismo, los montajes, las ambientaciones, el happening, entre otras opciones, hayan protagonizado una trascendental ruptura estilística frente a los nacionalismos -los cuales fueron nuestras vanguardias endógenas y tuvieron una muy amplia influencia en las artes de muchos ámbitos, amén del nacional).

 

Menos todavía, me propongo desconocer las muy valiosas aportaciones que se han realizado para explicar lo acontecido en el contexto de la cultura artística mexicana, luego del periodo de vigencia de las vanguardias y antes del encumbramiento de la denominada posmodernidad; aportes entre los cuales destaca muy especialmente el espléndido libro La generación de la ruptura y sus antecedentes, escrito por mi respetada colega y amiga Lelia Driben, publicado en México por el Fondo de Cultura Económica en 2012.

 

Lo que sucede es que, como parte de los resultados del proyecto de investigación que a partir de 2020 desarrollo en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes (al cual estoy adscrito desde 1998), he llegado a ciertas conclusiones en lo que concierne a los paradigmas sobre los cuales fueron edificadas con éxito tanto las vanguardias como las neo vanguardias.

 

Como resultado de mis pesquisas, incluso, puedo afirmar de manera contundente que las vanguardias fueron sustentadas, entre otros paradigmas, en la consolidación de la idea occidental de lo artístico en detrimento de las artes no occidentales, mismas que -sin embargo- nutrieron a las propias vanguardias. Así, el neoprimitivismo ruso abrevó del llamado arte infantil, de los íconos del culto religioso ortodoxo, a la vez que del arte popular de Rusia. El cubismo, de la iconografía africana, de la ibérica y de la de Oceanía. Los nacionalismos mexicanos, por su parte, fueron nutridos con componentes indígenas -ya fuesen recuperados o inventados, pero siempre idealizados-, así como con elementos provenientes de la cultura popular de algunas de las zonas de nuestro país.

 

«Lo que es peor»: encuentro que los paradigmas en los que fueron sustentadas tanto las vanguardias como las neovanguardias tuvieron su origen en los criterios de la cultura artística imperantes en las artes de avanzada que contaron con sus fases de predominio durante la segunda mitad del siglo XIX, conjunto de lenguajes al que denomino como el del arte-fin-de-siglo. En efecto, durante aquellos años -en términos generales, de 1850 a 1900-, la idea occidental de lo que era el arte fue encumbrada como la mejor, si bien para ello el arte de Occidente hubo de ser nutrido con elementos de otras culturas. El impresionismo lo fue con el arte japonés. El modernismo secesionista vienés con recursos africanos, bizantinos, chinos, egipcios y también japoneses. En tanto, el modernismo mexicano lo fue con referencias al llamado arte colonial.

 

Habrá que verificar si en todas o en algunas de las neovanguardias ocurrió una introyección, para su propio beneficio, de artes externas al occidental; empero, resulta claro que su papel fue el de ratificar la hegemonía del arte de Occidente -que, para entonces, tenía su epicentro en la ciudad de Nueva York-. También es comprobable que, como lo afirmo, un propósito semejante fue el que animó a quienes se afiliaron a las vanguardias, al igual que es innegable que esa misma intención fue la que impulsó a quienes fueron practicantes de las vertientes del arte-fin-de-siglo.

 

Otro paradigma sobre el cual fueron sustentadas las vanguardias, las neovanguardias y también el arte-fin-de-siglo, es el de no cuestionar la organización social patriarcal y, por eso mismo, el de no atentar contra la heteronormatividad ni contra el androcentrismo. Una importante fisura en lo tocante al dominio masculino en el campo artístico lo constituyó el surgimiento de una neovanguardia específica: el arte feminista. Entre los aportes de las mujeres que practican esta vertiente destaca su labor en pro de la denuncia respecto al carácter indisoluble e interdependiente que existe entre el patriarcado y el pernicioso sistema económico imperante -que es adaptable a cualquier régimen político-, que es el capitalismo.

 

Existen otros casos en cuanto a paradigmas en común, en los cuales fueron establecidas las vanguardias históricas, las neo vanguardias y también el arte-fin-de-siglo: el imperio de la razón, que lleva al racionalismo; y, por otra parte, el propósito de reconciliar la realidad artística con aquella otra realidad que es la extra artística; esto es, la reunificación del arte con la vida.2

 

El fuerte vínculo que existió entre vanguardias y racionalismo resulta evidenciado al constatar que en aquella etapa de la historia del arte proliferaron los manifiestos y los escritos que, acerca de su propio quehacer, escribieron y enarbolaron quienes fueron artistas. Incluso, quienes practicaron aquellas vertientes en las que se descalifica el componente racional durante el proceso de producción artística, como el dadaísmo y el surrealismo, partieron de manifiestos para la planeación, el arranque y el desarrollo de sus propuestas.

 

Por supuesto que quienes se afiliaron al constructivismo, al neoplasticismo, a los nacionalismos mexicanos, entre otros movimientos vanguardistas, también basaron su proceder profesional y sus vínculos con sus colegas, en definiciones que fueron planteadas con intenciones preceptivas y, por eso mismo, formativas a la vez que excluyentes. De manera semejante, existieron planteamientos escritos o declaraciones verbales transcritas que difundieron quienes se afiliaron a las neovanguardias3, sobre todo, posturas racionalistas en lo concerniente a la producción artística, tal como ocurrió con el hiperrealismo, el neoconcretismo, el minimalismo, el arte óptico, el arte cinético lumínico, el video arte, el arte informático y los no objetualismos (o conceptualismos).

 

Incluso entre quienes recurrieron a procesos de producción que implicaron eludir lo intelectivo, se advierte un marcado interés −aun cuando fuese inverso− por lo racional; tal fue el caso de quienes practicaron léxicos informalistas, neodadaístas, de la nueva figuración simbólica -también denominada neosurrealismo, del arte psicodélico y de algunas vertientes del arte povera.

 

Proseguiré en mis indagaciones respecto a las semejanzas y diferencias en cuanto a los paradigmas sobre los cuales descansaron las neovanguardias, las vanguardias y el arte-fin-de-siglo en la historia del arte de Occidente. Comparto por ahora mis avances al respecto.

 

 


1  Frase que nunca pronunció el intelectual liberalista mexicano Ignacio Ramírez Calzada «El Nigromante» (1818-1879), pero que Rivera resumió a partir de las noticias que se tienen de un discurso que Ramírez pronunciara en 1836. Al respecto del mural riveriano y de la frase atribuida a «El Nigromante» es muy recomendable consultar el artículo que Harim Benjamín Gutiérrez Márquez publicó en el número 4 de la revista Nierika, editada en 2013 por la Universidad Iberoamericana <Nierika_4-1.pdf (ibero.mx)> (consulta, 9 de abril de 2021).

2  Recuérdese que se le adjudica al romanticismo (1770-1840) el haber provocado un divorcio entre quienes en aquella época integraron el gremio de las artes plásticas y visuales, por una parte, y las sociedades de las cuales formaron parte, por la otra, así como el haber iniciado la fase de declive de la función social del arte; situación que a la fecha perdura y que ha generado el interés recurrente por reconciliar al arte con la vida cotidiana.

3  Véase Jeanne Siegel, Artwords: discourse on the 60s and 70s, EE UU, Da Capo, 1992, 235 págs.

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