Arte y celular en la palma de la mano

Mtro. Ignacio Salazar Arroyo

Profesor titular C (tiempo completo) de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México

Ilustración: Jorge Alcántara

El arte evoluciona en relación directa con los ritmos que le son propios a cada especialidad. Las artes presentan diferentes velocidades que encontramos en los múltiples quehaceres presentes en los entornos de la contemporaneidad.

 

Cada disciplina artística se va construyendo en complejos temporales, específicos a cada una de ellas. Las letras concretan sus frutos a lo largo de muchos años de ejercicio literario, la danza proviene del cuerpo y sus asombrosas capacidades; en las artes visuales, encontramos toda clase de tiempos derivados de cada disciplina: la fotografía, la escultura, el performance, la pintura, etc. llevan consigo las rutas cronológicas que definen su dominio.

 

En la mayoría de las artes, aparecen los tiempos dilatados en una especie de larga línea que se prolonga, desde el aprendizaje hasta la maestría sobre sus técnicas, transitando un camino que parece no tener fin.

 

A la par, se insertan en la mente creadora formas de atención que desarrollan las maneras de hacer arte; una de las herramientas más eficaces en la construcción artística es la concentración. Toda clase de estrategia de concentración se pone en juego al momento de trabajar una obra; resulta interesante hacer una historia de los trucos, estrategias y formas de trabajo creadas por los artistas a fin de poder fusionarse con la obra en proceso, el anhelo de lograr la unificación con la misma.

 

El espectador requiere también la formación personal de sus hábitos de atención y concentración para poder ingresar en la pieza artística que le interesa. Espectador y creador se van topando con barreras difíciles de salvar para lograr estar atentos y concentrados en los ámbitos que requieren las artes.

 

Un buen referente de la contemporaneidad relacionada con los estados de atención es la telefonía celular; fenómeno inmensurable que se expande con veloces progresiones geométricas. El teléfono celular presenta una nueva forma de conexión mental asociada a novedosas estructuras de comportamiento, las cuales transforman de manera radical la atención y concentración humanas.

 

Este aparato se ha desarrollado a través de una escalada marcada por la complejidad, accesibilidad y propiedades tecnológicas, cuantitativas y cualitativas, que ha tomado gran relevancia en las dinámicas de las masas y sus comportamientos creando complejos sistemas en todos los niveles del quehacer contemporáneo.

 

Un modelo de teléfono, que inició como un instrumento de comunicación entre dos personas, se ha transformado en un amplio conjunto audiovisual que suele rebasar los límites de manipulación del usuario y, a momentos, de la imaginación. Siempre excede las capacidades de uso del poseedor pero es, a la vez, tan accesible que lo centra en el área de interés deseada y sirve incondicionalmente a sus intereses.

 

La competencia mundial por innovar los modelos y propiedades de la telefonía celular ha provocado novedosos adelantos y niveles vertiginosos en sus capacidades, las cuales al mismo tiempo activan su propia obsolescencia en proporción directa y equivalente a la innovación que proponen.

 

Acaso nos ha abandonado la ciencia ficción al instalarse como parte de nuestra cotidianeidad. Este pequeño aparato, que es parte de un cuasi infinito número de objetos producidos por medios y con fines tecnológicos, ha transformado los paradigmas de la comunicación, el lenguaje y las conductas de buena parte de la humanidad.

 

Pero no todo es una quimera a la imaginación placentera de este acompañante. Hay que pagar cuotas que cobran efecto en otras áreas de lo humano.

 

Una acción que hace posible la sobrevivencia es la permanencia de un continuo estado de alerta ante los hechos que configuran el entorno. Este estado de la mente es consecuencia de la capacidad de atención simultánea en lo que circunda al individuo y sus niveles de respuesta inmediata a las eventuales circunstancias que, a cada momento, se presentan.

 

La atención se desarrolla en el individuo al activar las puertas de la percepción y al ir aguzándolas a través de técnicas y métodos; estos últimos incrementan los niveles de las capacidades mentales que se actualizan en los propios estados de atención de manera constante. Sólo los entornos elegidos a través de voluntad y conciencia hacen favorable que esta poderosa cualidad de sobrevivencia se transforme en el detonante para presentar las grandes e infinitas dimensiones de una mente lúcida y ágil. Estar atento es tener al momento presente en una esfera expandida en todas direcciones.

 

Uno de los estados que surge del cultivo de la atención es el momento artístico. Este hecho relevante surge a través de la percepción sensible: todos los sentidos conciertan la delicada aparición de este momento. No nace de la razón o de la lógica; es el instante de la experiencia estética, un giro de la mente que surge y se activa en los estratos inconscientes de la mente clara, transparente y permeable.

 

Ante esta considerable escala dual, presentada por un aparato de uso mundial (la telefonía móvil) y el arte como producto de las pulsiones que fluyen de la mente, nos encontramos ante un área susceptible de análisis y reflexión en los contextos de la teoría del arte y las relaciones donde las artes se desarrollan.

 

Es frente a estos progresos tecnológicos en los campos de las comunicaciones que las artes se encuentran con una desmesurada desventaja. Estos contrastes no provienen necesariamente de las artes digitales, las cuales poseen sus áreas de dominio y creación, más bien nos referimos al mundo de los estados mentales, fundamentales y a la vez copartícipes de los procesos creativos en las artes y sus relaciones con los públicos.

 

Nos podemos preguntar: ¿es posible, en estos tiempos, vivir una obra artística que requiera de atención prolongada y silenciosa con una mente entrenada en la calma, la quietud, con la aspiración a vivir el momento dejando abierta la posibilidad de ingresar en un estado de contemplación?

 

Esta pregunta surge de la observación de nuestras conductas relacionadas con la comunicación a través de los auxiliares electrónicos. Vemos una literal succión de la atención en cada individuo y su conexión con el teléfono celular. Una marcada obsesión evasiva al conectarse con quien sea o a fugarse con lo que sea por medio del celular.

 

Cualquier espacio público es un escenario idóneo para observar la frenética danza de los conectados. Ante cualquier momento de silencio o soledad, se acude a la placentera compañía de la cajita mágica (la Cajita Feliz de adolescentes y adultos) que entretiene a la agitada y dispersamente.

 

En otra dirección, podemos considerar que las artes se proyectan ingresando en otras dimensiones que hasta ahora parecían distantes. Estas dimensiones se emparentan, por un lado, con la marginalidad matizada de cierto tinte de clasismo selectivo y, por el otro, con la idea de aceptar la falta de interés e indiferencia de los públicos. A las artes sólo les queda incluir dosis de entretenimiento para no quedar excluidas por los deslumbrantes escenarios del espectáculo.

 

Resultaría interesante realizar una investigación que tratara de indagar y, aportar las posibilidades que tiene y presenta un espectador ante una obra de arte que no comunica en el sentido común de los modelos de comunicación en los contextos de la contemporaneidad.

 

¿Podemos pensar que este espectador o creador está en posibilidad de entrar en un estado de inducción hacia la contemplación con una obra artística, cuando sus niveles de atención se han empobrecido en extremo y son similares a los que vemos a diario en cientos de personas que están conectadas con un celular?

 

¿Es posible vivir en estos ámbitos con una obra de arte que requiera de atención prolongada y silenciosa?

 

¿Es posible modificar nuestros actos reiterados y actuados en automático con la finalidad de trascender nuestras barreras mentales matizadas por el letargo, y poder crear obras de arte que reflejen nuestras ilimitadas capacidades?

 

Sólo sobrevolando nuestras percepciones por encima de los confusos enredos de las llamadas realidades, propiciando la creación de una conciencia que camine hacia la introspección y el silencio, dejando a los deslumbrantes espejismos de las tecnologías en apartados que queden bajo nuestro control, podremos crear obras que conduzcan hacia la plenitud de lo humano.

 

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