ENTREVISTAS

Dr. Héctor Octavio Nava Jaimes, 50 años de Metrología en México

L.P.C. Julieta Espinosa

Dr. Héctor O. Nava Jaimes. Fotografía: Jorge Alcántara

«El C.S. Presidente sustituto se ha servido acordar que, entre tanto se dicte una medida general para la adopción en la República del sistema métrico decimal, se sujeten a él todos los directores de caminos y demás ingenieros empleados por esta secretaría».
Correspondiente a la Primera Circular Interna del Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio del gobierno interino de Don Ignacio Comonfort, el texto anterior marcó el inicio de la historia mexicana en el ámbito de la Metrología formal. Una iniciativa impulsada en 1856 por el entonces titular del mencionado Ministerio, Don Manuel Siliceo; quien más tarde influenciaría a emitir el primer decreto de adopción del sistema métrico decimal por Don Ignacio Comonfort en 1857 y sentaría el precedente para los documentos decretados por Don Benito Juárez (1861), Maximilano de Hasburgo (1865) y el Gral. Manuel González (1882).
Si bien la historia de más de 150 años de Metrología en el país ha involucrado a numerosos personajes de las vidas académica y política mexicanas, las últimas cinco décadas remiten a un mismo hombre: al Dr. Héctor Octavio Nava Jaimes; testigo y actor fundamental en el fortalecimiento académico y tecnológico, y en la inclusión internacional de México en el mundo de la Metrología contemporánea.
Actual director del Centro Nacional de Metrología (Cenam), en el contexto de su quinto año como miembro del Comité Internacional de Pesas y Medidas (CIPM)-distinción de la que forman parte 18 personalidades reconocidas a nivel internacional y de la cual, es el segundo mexicano en recibirla a título personal-, el Dr. Nava Jaimes concedió a Serendipia la entrevista que muestra la historia de un hombre cuyo destino siempre ha estado vinculado con la Metrología y de una institución que desde hace 21 años «es el laboratorio nacional de referencia en materia de mediciones».

 

El primer contacto con la Metrología

Fue en mi primer trabajo, luego de egresar de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en 1958. Llegué al Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 1959, por invitación del jefe del Laboratorio de Radioquímica, el Dr. Augusto Moreno Moreno, quien había obtenido su doctorado con el Dr. Willard F. Libby, Premio Nobel de Química 1960. De ahí que mi afinidad con los físicos sea tan grande.
He sido siempre una persona muy afortunada. El Dr. Moreno Moreno, a su regreso del Instituto de Estudios Nucleares de la Universidad de Chicago, me invitó a su laboratorio para instalar la electrónica necesaria para la determinación de Carbono-14 en muestras orgánicas para su radio-fechado, bajo un sistema similar al del Dr. Libby.
Fue un experimento muy interesante. En realidad, me di cuenta mucho más tarde, cuando la Metrología se hizo presente en mis actividades profesionales y de investigación, que fue un hecho que subliminalmente marcó el futuro de mis actividades.
Tuvimos que poner a punto la electrónica para hacer el conteo de la radiación de las muestras y protegerlas de las radiaciones externas, y un poco realizar la estadística de los resultados. He de confesar que si hablábamos de mediciones, no hablábamos del concepto de Metrología, aunque parezca curioso. En la actualidad, la experiencia la he traído a mis reflexiones como una coincidencia afortunada.
En el mundo comenzaban a implementarse otras técnicas de datación, en particular, las de medición isotópica, desarrollada en Francia en un laboratorio importante. Entonces, a escasos dos años de estar trabajando en el Instituto de Física de la UNAM, me propusieron ir París para un adiestramiento en técnicas de radio-detección de muy bajos niveles de radioactividad (Carbono-14, Tritio), becado por el Organismo Internacional de Energía Atómica del Gobierno Francés.
La propuesta era para hacer una corta estancia de nueve meses. Nueve meses que se convirtieron en cerca de nueve años. Me encadenaron muchas circunstancias, todas fortuitas pero muy positivas, que me hicieron permanecer allá.
Y es que, después del primer año de estancia, me cuestioné por qué no aprovechar el tiempo y hacer una especialización. Entonces, recorrí demasiadas trayectorias: estuve inscrito en un diplomado de Electrónica Superior en el Instituto de Electrónica y en el Instituto Nacional de Ciencias y Técnicas Nucleares de la Universidad de París en Saclay; otro de Estudios Profundos de Electrónica en la Facultad de Ciencias de Orsay, de la Universidad de París; y finalmente, orientado por mis propias vocaciones, realicé el doctorado de especialidad en Electrónica Cuántica en la misma institución. Eran los inicios de la electrónica cuántica.

 

La experiencia en Francia

Ese periodo para mí fue muy rico. Consideraba que en Europa y, en particular en Francia, estaba el corazón de la cultura. Así, llegué a París en una fecha llena de coincidencias; llegué el 12 de octubre de 1961, no sabiendo a dónde llegar, por cierto, pero recuerdo que la primera reflexión que me hice fue: hace muchos años, Colón descubrió América, bueno, ahora Héctor Nava viene a descubrir Europa.
Llamaba mi atención de Francia toda su tradición cultural. Durante los primeros años tuve grandes contrastes emocionales. Mi formación en México fue una formación culturalmente rica, por el ambiente familiar, por el gusto de mis hermanos mayores por la música, la literatura y las artes. Bueno, pues tendría la edad de 23 o 24 años, cuando empecé a tratar a mis compañeros de clase -españoles algunos de ellos- y les hablaba, por ejemplo, de García Lorca de quien, para mi sorpresa, no conocían absolutamente nada.
Después tuve la respuesta, todos mis compañeros de la Facultad de Ciencias de la Universidad de París eran jóvenes de dos o tres años después de la guerra. Me tocó ver todavía situaciones tristes de familias con pocos recursos; la tradición cultural francesa se preservaba pero la gente tenía otras prioridades que hablar de la literatura y las artes.
En Francia, viví lo que yo esperaba vivir; del 61 al 69 ocurrirían los movimientos sociales más importantes del momento: la liberación de Argelia; los actos terroristas de la Organización de la Armada Secreta (OAS); las visitas de Ahmed Ben Bella, líder de la independencia argelina. Pude compartir con mis compañeros todas estas inquietudes.
Resulta que en la vorágine de experiencias, un compatriota originario de Monterrey -quien estaba haciendo su doctorado en Ciencias Naturales en la Facultad de Ciencias de la Universidad de París, La Soborna-, Abelardo Cantú Chapa, conoció a un grupo intelectual y fue partícipe de él. Éste era convocado por Jean Paul Sartre para discutir los fenómenos de la liberación y tuve la fortuna de ser invitado a dos o tres reuniones.
Entender por qué Sartre tuvo la actitud -conforme con sus valores éticos- de rechazar el Premio Nobel que le otorgaron, fue para mí muy aleccionador. La rectitud en la toma de decisión de Sartre, lo único que muestra es que en nuestra vida debemos de valorar las cosas que realmente significan algo y él consideró, en ese momento, que era más importante preservar su independencia no condicionándola al otorgamiento de un Premio Nobel, que le brindaba otra dimensión a nivel internacional.
La experiencia reforzó mucho la formación que tuve en la ESIME, donde tuve la dicha de tener maestros de primer nivel que me enseñaron la importancia del trabajo y el cumplimiento de éste como máxima satisfacción.

Fotografía: Jorge Alcántara

 El BIPM y el primer acercamiento con la calibración

Durante los nueve años que pasé en Francia, no conocí la Oficina Internacional de Pesas y Medidas (BIPM, por sus siglas en francés).
Resulta que cuando terminé mis estudios y tuve que hacer una tesis para obtener el grado de doctor, fui recibido en una compañía de telecomunicaciones, la francesa Thomson-Houston. Mi entrada se debió a que México había tomado el compromiso de realizar los Juegos Olímpicos en 1968 y requería establecer una red de comunicaciones para difundir la información resultante a todo el mundo. El Secretario de Comunicaciones y Transportes de esa época, José Antonio Padilla Segura, y su Director de Telecomunicaciones –durante una visita a la compañía para tal fin- supieron de mi interés en una vacante de tesista que ofertaba Thomson-Houston y recomendaron mi entrada.
Cuando comencé con la parte experimental, que consistía en estudiar y medir en amplificadores paramétricos a baja temperatura, estudiar y realizar la detección de la radiación infrarroja, y emplear técnicas de medida en el infrarrojo próximo, mis equipos desaparecían de la mesa de trabajo cada mes o cada 45 días. Yo preguntaba -¿dónde están mis equipos? y recibía por respuesta -los llevaron a calibrar. Pregunté, entonces, qué era eso de calibrar y fue que me explicaron todo lo que ahora más o menos sé de Metrología. Ese fue mi primer encuentro formal con la calibración.

 

De regreso a México, el Cinvestav

Cuando terminé mi estancia en Francia y fui invitado a regresar a México por el Ing. Eugenio Méndez Docurro, tuve un conflicto de carácter moral. Yo había sido becado por la intervención del Instituto de Física de la UNAM y, a pesar de que había sido propuesto para estar dos años y me quedé muchos más, el compromiso persistía. Entonces, fue una decisión que tomé luego de consultar a mi primer jefe, quien me dijo: «Lo del Carbono-14 ya terminó, elige lo que tú consideres más conveniente».
Era un reto regresar a, de alguna manera, mi alma mater. Una vez saldado esta especie de compromiso moral, empecé a preparar mi regreso a México sabiendo que tendría la oportunidad de trabajar en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del IPN. Esto fue a finales de 1969, principios de 1970.
Tengo una remembranza de cuando me invitaron a colaborar en el Departamento de Ingeniería Eléctrica del Cinvestav. Era una institución de la había conocido a los que participaron en su creación, que habían sido maestros míos; una institución de alto prestigio, que había sido presidida por el Dr. Arturo Rosenblueth. Entonces tuve un sueño, una pesadilla, en la que llegaba a una casa muy grande con una puerta entreabierta pero muy pesada, junto a la que yo me veía muy pequeño.
Permanecí, pues, en el Cinvestav 20 años. Inicié como profesor adjunto y como coordinador del Departamento de Ingeniería Eléctrica. A los tres años fui nombrado profesor titular y coordinador del Departamento (1971-1974) para después ser jefe del mismo (1974-1982).

 

El primer Laboratorio de Metrología Eléctrica

Siendo jefe del Departamento de Ingeniería Eléctrica del Cinvestav, ese gusanillo de la Metrología que ya tenía dentro y conociendo que en el propio Centro nadie calibraba sus instrumentos, participamos -por ser un centro de formación de ingenieros de excelencia a nivel de maestría- en un programa de la Organización de los Estados Americanos llamado Proyecto Multinacional de Ingeniería.
Las contrapartes mexicanas eran el Instituto de Ingeniería de la UNAM y el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Campus Monterrey, junto con varios países latinoamericanos. Esto fue entre 1971 y 1973.
En estas reuniones de coordinación del Proyecto Multinacional de Ingeniería conocí lo que hacían los argentinos y los brasileños en Metrología, quienes me invitaron a conocer sus instalaciones. En particular, las instalaciones de Brasil eran impresionantes, parecían pirámides egipcias, gigantescas y en un solo lugar. Y me pregunté: «¿cuándo tendremos eso?, ¿quién sabe cuándo vaya a suceder?».
El éxito que tuvimos con nuestra participación en el Proyecto Multinacional de Ingeniería, abrió el camino para proyectos más importantes; había un cambio de modalidad, ya no se llamaría Proyecto Multinacional de Ingeniería, ahora sería Proyecto Especiale OEA-Mar del Plata.
Ahí, hicimos la primera propuesta para el establecimiento en México (dentro del Cinvestav) de un laboratorio de Metrología. El proyecto llevó por nombre Laboratorio de Metrología para la industria eléctrica y electrónica (1976-1982).
El director del Cinvestav, en ese momento, el Dr. Guillermo Massieu Helguera, fue accesible al proyecto y nos construyó un pequeño edificio: el Laboratorio de Metrología Eléctrica. En el Cinvestav, le llamaban el bunker porque fue, a mi conocimiento, el primer edificio que -aunque pequeño-, diseñamos con estrictas condiciones metrológicas.
Éramos otras dos personas y yo con esta idea de mantener el laboratorio. Entonces, vino a una entrevista un físico egresado del ITESM, muy conocido en el medio metrológico, Rigoberto García Cantú, con quien comenzamos a trabajar en la formación de otros colegas; de hecho, de esa aventura hay varios que laboran en el Cenam todavía.

 

Nace el vínculo con el PTB de Alemania
Ha de haber sido en 1975, cuando fuimos al Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en Buenos Aires, Argentina a una reunión convocada por la OEA para la idealización de un proyecto especial en el área de metrología, que más tarde (1979) daría lugar a la instalación del Sistema Interamericano de Metrología (SIM).
Miembros del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), interesados en propiciar el crecimiento de la Metrología en México, asistieron al encuentro; mientras que Rigoberto García Cantú, Carlos Romero y yo acudimos como representantes técnicos.
Nos habíamos hecho buenos amigos de algunos colegas argentinos, quienes no enseñaron sus laboratorios y, nos comentaron que mucho de lo que tenían y la preparación de su gente la habían obtenido por cooperación del Physikalisch-Technische Bundesanstalt (PTB) de Alemania.
Dos de los conferencistas de esta primera conferencia internacional de Metrología fueron el presidente del Comité Internacional de Pesas y Medidas (CIPM), Pierre Giacomo, y el Dr. Reiner Schroerschwartz, representante del PTB.
El Dr. Schroerschwartz había dado una plática sobre la importancia de las mediciones eléctricas y la razón de ser de las unidades fundamentales a nivel internacional. Resulta que al terminar la conferencia -en una de las pausas para tomar café-, Rigoberto, Carlos y yo nos acercamos a él, nos presentamos y le preguntamos qué debíamos hacer para obtener el apoyo del PTB de la misma forma que lo habían recibido los argentinos y los brasileños.
Me acuerdo que yo tuve que alzar la cabeza para verlo a los ojos y nos respondió: -¿qué han hecho ustedes en Metrología?, ¿qué evidencias tienen?, ¿qué han publicado?… Contestamos: -Hemos hecho algunas cosas pero no hemos publicado aún. -Bueno, pues cuando tengan algo sólido y un compromiso de su gobierno, veremos la posibilidad de apoyarlos… Pasaron muchos años después de esa anécdota.

 

El proyecto Cenam

Comenzamos a trabajar, a hacer calibraciones y a establecer patrones nacionales, aunque no se declaraban como tales. Hubo dos coincidencias: el interés metrológico en México promovido por un Director General de Normas con una visión técnica muy adecuada, y la experiencia que había ganado el gobierno mexicano al incorporarse al Acuerdo General sobre Aranceles Aduanales y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) en 1986. Había preocupación por las barreras técnicas al comercio, su normatividad y las mediciones que la soportaban, y México no contaba con infraestructura de esa naturaleza.
El establecimiento en sí de lo que llamamos el Proyecto Cenam debió ser en 1982. Había un Director General de Normas, el Dr. Román Serra Castaño; un doctor en Ingeniería Civil graduado en Inglaterra, quien tuvo la oportunidad de conocer la importancia de las mediciones en la normalización, durante su formación académica. Cuando llegó a México y fue nombrado Director General de Normas nos invitó a trabajar con él en el Proyecto Cenam y empezamos a elaborar, de hecho, todas las ideas que ahora se han vuelto realidad.
Hubo un primer encuentro afortunado con los responsables de ese aspecto en México [Secretaría de Patrimonio y Fomento Industrial, Sepafin], quienes, con financiamiento del Banco Mundial, encomendaron hacer un estudio para el establecimiento de un Laboratorio Nacional de Metrología. Las conclusiones de ese estudio, elaborado por una compañía que ahora hace encuestas electorales, fueron de que sí era conveniente pero que -dada la importancia del asunto- tenía que albergarlo una institución de carácter privado.
Cuando conocimos el documento, nos alarmamos muchísimo pues teníamos ya cierta formación y sabíamos que en todos los demás países, los Laboratorios o los Institutos Nacionales de Metrología eran organismos de interés público, salvo algunas peculiaridades, que tenían financiamiento absoluto del Estado al ser considerados infraestructura básica.
Paralelo a este hecho, afortunadamente nació el interés de los alemanes en México. Nos conocieron a través del SIM, en la conferencia de su creación (1979), donde  fui uno de sus miembros fundadores. Entonces, vino una misión de Alemania para ver nuestro caso y decidieron apoyarnos.
Escribieron una petición para establecer un convenio, la cual trabajamos en conjunto los técnicos, miembros del PTB y sus asesores. Éste debía ser firmado por el Secretario de Patrimonio y Fomento Industrial; no obstante, el primer acuerdo que se tuvo con los alemanes fue signado por el entonces Secretario de Educación, Jesús Reyes Heroles, a quien sí convencí de que el Proyecto Cenam se depositara en el Cinvestav.
Se firmó el convenio y recibimos un apoyo muy importante, no recuerdo con exactitud la cifra pero eran cerca de tres millones de marcos alemanes, distribuidos en tres rubros: Metrología, normalización y pruebas. De ahí es que pudimos enviar a los primeros compañeros a formarse en Alemania.

Fotografía: Jorge Alcántara

El primer hogar del Cenam

Previo al término del periodo del Dr. Román Serra Castaño como Director General de Normas, temimos por la continuidad del proyecto. Así, fue que antes de irse empujó el estudio sobre la ubicación y consolidación del Cenam, ya que tenía la idea de crearlo formalmente.

Hicimos el estudio, recabamos la información, contabilizamos las misiones alemanas que habían venido a México para evaluar la importancia de establecer un Cenam y convencimos a las autoridades de que se ejercieran recursos. Participaron algunos colegas del IPN, nosotros encabezamos la labor desde el Cinvestav y… se compró equipo.

Hubo una circunstancia favorable, el IPN había inaugurado en 1975 las instalaciones del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud, Unidad Milpa Alta, una construcción muy grande camino a Xochimilco. Entonces, el Presidente de la República en turno, José López Portillo (1976-1982), decidió inaugurar el Cenam en dichas instalaciones. Llevamos equipo nuevo adquirido por el Proyecto Cenam y el almacenado en la Dirección General de Normas, e inauguramos aunque sin iniciar una operación real.

Formalizada la creación del Centro, Félix H. Pezet Sandoval, el director de Metrología, el director de Normalización y yo terminamos el proyecto de la Ley Federal de Metrología y Normalización [expedida en 1988]. Amigos todos presentamos el proyecto, bueno, lo preparamos y quien lo presentó fue el Secretario de Comercio y Fomento Industrial, Jaime José Serra Puche (1988-1994).

Cuando se presentó el proyecto, habíamos hecho ya un estudio para definir la mejor localización del Cenam. Resultó que era en las cercanías de San Miguel Regla, Hidalgo, ya que había poco movimiento de aguas subterráneas, poca generación de campos magnéticos adversos, pocas vibraciones. Sin embargo su sede definitiva tuvo que esperar.

 

La mudanza al Cinvestav

Afortunadamente, en esos avatares de la relación Cinvestav-IPN, el director del Cinvestav de ese tiempo, el Dr. Manuel V. Ortega Ortega, aceptó que el IPN construyera un edificio dentro de los terrenos del Cinvestav. Nosotros defendimos la decisión porque iba a ser un Departamento de Ingeniería Mecánica y pensamos que, a nivel de maestría y doctorado, era importantísimo para el país; no obstante, el edificio quedó a medio construir.

Entonces, propusimos que se adaptara para albergar ahí el Proyecto Cenam y, eso fue lo que salvó el equipo y a toda la gente que habíamos preparado para iniciarlo. Ahí fue donde se firmó el convenio con Alemania.

Estando ahí en el Cinvestav, nos preguntamos qué iba a pasar con nosotros pues resulta que, en ese momento, yo ya había dejado el Proyecto Cenam [había asumido la dirección del Cinvestav (1982-1990)]. El responsable ahora era Rigoberto García Cantú pero, sobre todo, René Carranza López Padilla. Él recibió a los expertos alemanes para revisar la situación del Cenam y hacer nuevos planes. Todo lo que hicimos ahí con el Proyecto Cenam fue lo que se usó aquí en Querétaro, facilitamos mucho su establecimiento final.

 

El encuentro con el BIPM

Haré una marcha para atrás a la cuestión sobre mi desconocimiento de las instalaciones del BIMP durante mi vida en Francia. Cuando instalamos el Cenam en el Cinvestav, ya sabía de la existencia del BIP. Aprovechando una estancia en Estocolmo en la Universidad de Gotemburgo, Suecia -era sinodal de un mexicano que iba a obtener su grado de maestría en un programa que el Cinvestav tenía en conjunto con dicha universidad-, pedí pasar al BIPM.

La experiencia fue interesante pero un poco desagradable porque llegaba un mexicano sin credenciales, sin ninguna presentación, sin acreditación de la visita. Me recibió el jefe del Departamento de Metrología Eléctrica, que era mi especialidad o mi interés en ese momento, con cierto malestar por recibir a alguien sin credenciales fuertes en Metrología.

Le platicamos, entonces, de un pequeño experimento que habíamos realizado junto con el Dr. Joaquín Valdés del INTI. Un experimento para el mantenimiento del Volt utilizando el efecto Josephson. Cuando le platiqué, me dijo –no, ustedes nunca van a lograr lo que se tiene que hacer y me enseñó las técnicas que ahí utilizaban. Salí con cierta inquietud, más que decepción, con inquietud.

 

La idea de Sanfandila, Querétaro

Ya fuera del proyecto, resulta que el Dr. Manuel V. Ortega Ortega -quien era Subsecretario de Educación e Investigación Tecnológicas-, en sus recorridos que hacía por Querétaro, tuvo un encuentro con el Lic. Mariano Palacios Alcocer. Le habló del Cinvestav y el entonces Gobernador del estado (1985-1991) le dijo: «por qué no se traen el Cinvestav a Querétaro, yo les ofrezco un terreno en Sanfandila, 4 hectáreas para una unidad».

El Dr. Ortega me comentó la propuesta y me dijo: «vamos a verlo y toma la decisión, tú eres el director». Realizamos una visita para conocer el terreno, con la sorpresa de que el Lic. Palacios Alcocer manejo el auto. Yo iba a su lado, adelante; Manuel Ortega, atrás del Gobernador; y atrás de mí, Gabriel Siade Barquet, en ese momento director del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Querétaro (Concyteq).

Vimos el terreno y, al regreso, le pregunté a Gabriel Siade -¿qué es esa instalación tan grande que se ve en el camino?; me dijo -son las instalaciones de la Comisión Nacional de Fruticultura (Conafrut) que están en desincorporación.

Llegando a México, le escribí una carta al Secretario de Programación y Presupuesto en turno, el Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León, -quien sabía del proyecto- diciéndole que era la oportunidad de que ese terreno se cediera al Cinvestav. Esto sucedió en las vísperas de que yo dejara de ser director del Cinvestav.

 

El Cenam llega a Querétaro

Todavía siendo director del Cinvestav, los nuevos funcionarios de la Dirección General de Normas, con el otorgamiento de un crédito del Banco Mundial para el Cenam, buscaron un director y un sitio para establecerlo. Me buscaron a mí para saber si quería ser yo quien dirigiera el Cenam, pero yo era director del Cinvestav y no podía, así que fue nombrado Jaime González Basurto.

El Director General de Normas en ese momento, Guillermo Ruíz Ibarra, sabía que tenía recursos para construir el Cenam pero no en dónde ubicarlo. Entonces, el ya presidente Ernesto Zedillo recordó la carta que le escribí años atrás y propuso el terreno antes ocupado por la Conafrut, en Querétaro.

[La construcción del Cenam, en su actual ubicación, inició en 1992 y entró en operación el 29 de abril de 1994].

 

El TLCAN y la Metrología

En 1993, con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), se expresó la importancia de contar en el país con: un sistema de protección de la propiedad intelectual, un sistema de normalización, una fuerte infraestructura de investigación y un laboratorio de Metrología.

Por fortuna, hubo una gran aportación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para apoyar los grandes proyectos de investigación, dentro de los cuales tuvo cabida el Proyecto Cenam.

 

El Instituto Mexicano del Petróleo

Cuando se aproximaba la elección, buscaba qué hacer después de ella: tomar mi sabático. Mi primera intención era irme al Colegio de México con el economista Víctor Luis Urquidi Bingham, quien tenía un programa de investigación sobre desarrollo económico y tecnológico. Me pareció el grupo ideal. Tenía toda la experiencia de haber estado 20 años en el Cinvestav, la parte técnica y la científica, la teoría económica sobre desarrollo e innovación.

Sin embargo, el director del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), el Ing. Fernando Manzanilla Sevilla (1988-1992), cuando se enteró que yo salía del Cinvestav, me invitó a trabajar con él. Me dijo -Héctor, yo quiero invitarte a que seas el Director de Investigación Aplicada; ven conmigo a la Torre. -Sí, acepto, le dije, pero tengo un compromiso en Australia de hacer una estancia de seis meses en el National Measurement Institute (NMIA). Su respuesta fue -No, Héctor, si no puedes quedarte con nosotros desde ahora, no es posible.

Finalmente, pude ir dos semanas a hablar con el personal del NMIA. Fueron dos semanas muy interesantes, ya que conocí a uno de los creadores del Teorema de Thompson-Lampard. Después de esto, me quedé en el IMP hasta 1996.

 

La dirección del Cenam

Casi al cumplir cuatro años en el IMP (1995), recuerdo que en los primeros días de mayo, entró una llamada a mi oficina del Secretario de Comercio y Fomento Industrial, Herminio Blanco Mendoza. Me invito a conversar sobre un asunto importante y acordamos una fecha para la reunión.

Llegada la fecha, acudí a la reunión, en la que también estuvo Raúl Ramos Tercero, Subsecretario de Normatividad y Servicios a la Industria y al Comercio Exterior. Ahí se me dijo que querían nombrar al nuevo director del Cenam, y que, tras hacer una auscultación en las academias, mi nombre había aparecido en todas ellas.

Expresé mi interés en la oferta y participé en una terna para la elección. Al cabo de una semana, me notificaron que el presidente Zedillo estaba de acuerdo con que fuera yo quien dirigiera el Cenam. Esta es la historia del porqué estoy aquí.

 

La creación del Cenam

Yo no soy el creador del Cenam, los creadores del Cenam fueron los científicos que se atrevieron a convencer al presidente Porfirio Díaz de adoptar el Sistema Métrico Decimal. Nosotros no somos más que unos humildes continuadores de aquellos mexicanos. Lo demás son vanidades.

Yo creo que lo importante no son los nombres de las personas sino la trascendencia del trabajo que hacen los individuos colectivamente. Menciono la palabra colectiva porque el Sistema Internacional de Unidades tiene esa virtud: son siete fundamentales pero si uno habla, por ejemplo, de establecer el patrón o la referencia de fuerza, que es igual a masa por aceleración, tiene que recurrir a quien mantiene la unidad de masa; y la aceleración que es velocidad entre tiempo, tiene que recurrir a la unidad de tiempo; y la velocidad que es espacio entre tiempo, tiene que recurrir a la longitud. Entonces, quien presuma de hacer un buen trabajo, descansa en el éxito de los demás.

Ese es el tipo de construcción que hay que propiciar, el reconocimiento de las aportaciones de todo el mundo. Del menos letrado al más, todos podemos contribuir a la formación de un México articulado bajo estos conceptos. Esto no sé si he aprendido del Cenam pero es algo que me ha motivado mucho, son valores inmanentes para mí y toda mi vida ha sido así.

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