En busca del pasado geológico del Golfo de California 

L.P.C. Julieta Espinosa

Jason / Medea: Equipo de operación remota. Ilustración: Jorge Alcántara

 

 

La historia geológica del mundo ha logrado emparentar naciones que, no obstante su lejanía y diversidad cultural, comparten similitudes en el origen y formación de su territorio. Es el caso de México, Egipto, Israel, Jordania, Sudan, Arabia Saudita, Yemen, Yibuti, Eritrea y Somalia; países que tienen en común, el nacimiento de dos mares: el Golfo de California y el Mar Rojo.

 

Su origen, al igual que el de numerosos mares del mundo, radica en el rompimiento de alguna de las placas continentales que forman la capa superficial de la Tierra (Litosfera); un fenómeno que provoca la separación y el hundimiento del terreno, y que recibe el nombre de rift continental.

 

Originados en la Era Cenozoica (desde hace 65 millones de años hasta el presente), el Golfo de California y el Mar Rojo son los únicos mares del mundo susceptibles a ser estudiados, para dar respuesta a los cuestionamientos sobre la formación geológica de este tipo de piso oceánico.

 

Lo anterior, debido a su reciente creación, que permite observar y descifrar su pasado geológico; pues de acuerdo con el Dr. Luca Ferrari Pedraglio, investigador del Centro de Geociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), “los casos que pueden ser estudiados en la actualidad, son sólo aquellos que han ocurrido recientemente, en los últimos millones de años, que para nosotros los geólogos, son poco tiempo”.

 

Ante tal panorama, en 2000, el programa MARGINS de la National Science Fundation (NSF) de los Estados Unidos, seleccionó al Golfo de California y al Mar Rojo como sitios de estudio para su iniciativa de investigación “Ruptura de la litosfera continental”. Un planteamiento que ha auspiciado proyectos multinacionales, de los que México ha formado parte.

 

Las dificultades logísticas y políticas que representa la región que separa a la Península Arábiga de África, llevaron a la NSF a concentrar sus esfuerzos en el Golfo de California. Un lugar que, además de constituir un área de estudio propicia sobre ritfs continentales, tiene la particularidad de contar con un origen distinto al común de los océanos.

 

Es la trayectoria de separación que siguieron las fracciones de terreno al momento de la ruptura continental, la característica que lo diferencia del resto de los mares. Un rift con una apertura oblicua (diagonal), contraria a la del Mar Rojo de tipo ortogonal (frontal), que “permite imaginar el hecho de que hace 13 millones de años, Baja California estaba unida a México”.

 

Los esfuerzos que llevaron a determinar conjeturas como la anterior, a decir del miembro del Sistema Nacional de Investigadores en su nivel II, “consistieron en la elaboración de mapas detallados de los rasgos topográficos del piso oceánico (batimetría), así como la realización de dragados”. Estos últimos, consistentes en la extracción de fragmentos de roca, mediante el lanzamiento de un cilindro metálico terminado en punta, desde un barco hacia el fondo marino.

 

En 2004, la NSF realizó un crucero por el Golfo de California para el dragado de diversos puntos; del que sus primeras muestras, ya fechadas, han arrojado evidencia de que “en muchos casos, hay rocas del piso marino similares a las existentes en Nayarit, Sinaloa y Baja California. Un hecho que para la Geología terrestre representó la extensión de sus cartografías y planteó su interferencia en la evolución tectónica del mar”.

 

Sin embargo, fue un estudio limitado por las características de su realización; ya que si bien la determinación de los puntos de dragado fue realizada con base en datos batimétricos, las muestras recolectadas y su contenido fueron azarosos, debido al nulo control sobre el área de muestreo.

 

Fue hasta el 1 de mayo de este año, que fue realizado un nuevo crucero de exploración del piso oceánico; esta vez con la implementación de tecnologías recién desarrolladas e implementadas por vez primera en el estudio del Golfo de California.

 

El crucero, que inició su viaje en el puerto de Mazatlán, tuvo una duración de 29 días; de los que en 15 de ellos, participó el Dr. Ferrari Pedraglio como parte del equipo de investigación. Un viaje a bordo del Atlantis, navío científico propiedad de la Marina estadounidense, operado por el Woods Hole Oceanographic Institute (WHOI).

 

Construido en 1997, el Atlantis es un barco de 83 metros y medio de longitud, que alberga 5 laboratorios, un almacén científico y una serie de hangares especializados para vehículos sumergibles de exploración. Además de contar con sistemas de navegación de precisión, un sonar del suelo marino, comunicación satelital, 3 tornos e igual número de grúas.

 

Partícipe de la travesía, el también Director del Centro de Geociencias de la UNAM, consideró que “la gran ventaja, fue el hecho de haber realizado el crucero en un barco con la capacidad de bajar un equipo operado remotamente: el Jason/Medea”.

 

Jason/Medea es un vehículo operado remotamente, diseñado y construido en 2002 por el Laboratorio de Sumersión del WHOI; cuyo objetivo es el de brindar acceso a los científicos al suelo marino, sin la necesidad de abandonar la cubierta del barco.

 

Es un sistema de dos cuerpos operados remotamente, que funciona de la siguiente manera: 10 kilómetros de cuerda de fibra óptica envían la energía eléctrica y las órdenes del barco a través de Medea, quien las reenvía a Jason, para el posterior regreso de los datos e imágenes solicitadas.

 

El vehículo Medea cumple la función de mediador y amortiguador de impactos sobre Jason, además de suministrar iluminación y una visión de picada sobre el mismo, durante sus operaciones. Jason, por su parte, está equipado con un sonar de imágenes, un recolector de muestras de agua, 8 cámaras de video en tiempo real y un equipo de iluminación.

 

La labor de Jason es la de colectar muestras de roca, sedimentos o vida marina a través de sus brazos manipuladores, operados por tres miembros del equipo técnico (integrado por tres turnos de tres personas) y tres del grupo de investigación. Muestras que son depositadas, sea en la cesta de Jason o en las plataformas “elevador” que hacen flotar las cargas más pesadas a la superficie.

 

En un promedio de sumersión de 21 horas y con profundidades de más de 3 mil 500 metros, técnicos y científicos monitorean y controlan a Jason mediante las pantallas de video. Una labor, que en palabras del miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, “permite tener un control muy preciso de la posición de cada muestra y reconstruir, poco a poco, la geología del piso sumergido del Golfo de California”.

 

Algunos de los resultados esperados del crucero finalizado el 29 de mayo, son la determinación del momento de activación de las fallas y la reconstrucción histórica de los últimos 13 millones de años, correspondientes a la formación del Golfo de California.

 

Un reto que ampliará la explicación sobre su naturaleza, de la que hasta ahora es conocido fue originado por la “captura” de una parte de la placa de Norteamérica por parte de la placa del Pacífico; luego de la desaparición de la placa del Farallón, a causa de su subducción por debajo de la de Norteamérica.

 

El material recopilado del crucero, a decir del Dr. Ferrari Pedraglio, “fue clasificado microscópicamente en el barco, para su posterior estudio y fechamiento en el San Diego Scripps Institute of Oceanography de la Universidad de California y en otros centros de investigación nacionales, dentro de los que está el Centro de Geociencias”.

 

La travesía formó parte de un proyecto binacional Estados Unidos-México, que fue comandado por el Dr. Peter Lonsdale de la institución estadounidense antes mencionada, y tuvo una inversión total de 392 mil 444 dólares.

 

Además del Dr. Ferrari Pedraglio, por el Centro de Geociencias de la UNAM participaron en el crucero la Dra. Teresa Orozco y un grupo de estudiantes. Todos ellos representantes de México, además de la Dra. Margarita López y el Dr. Arturo Martín del Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada.

 

De acuerdo con el editor asociado de la Revista Mexicana de Ciencias Geológicas, la importancia del crucero radicó en la oportunidad de “estudiar, por primera vez, los bloques hundidos que fueron parte de la corteza continental y que ahora, en el mar, sientan la base de la reconstrucción geológica del Golfo de California”.

 

 

 

 

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