En breve

29.03.2019

La clonación de mascotas al margen de la ley

L.P.C. Julieta Espinosa

La incertidumbre ante el desasosiego. Ilustración: Jorge Alcántara 2019
L.P.C. Julieta Espinosa

En el ámbito internacional y, en ciertos casos, en el nacional, la existencia de leyes sobre clonación animal responde a su empleo en la producción de alimentos y en su uso para la experimentación científica, presentando -en la primer materia- posturas opuestas y controversiales que permiten el libre comercio de ejemplares y su consumo humano.

 

Ejemplo de ello es la aprobación publicada en 2008 por la Food and Drugs Administration (FDA) de EE.UU., que posibilita la venta de leche y carne de animales clonados y su descendencia. Una visión contraria a la expresada en el mismo año por el Agriculture Committe of the European Parliament, al solicitar a los países miembro de la Unión Europea una prohibición para clonar animales con fines alimentarios y un embargo sobre las importaciones de animales clonados, su descendencia y productos derivados de ellos.

 

En todos los casos, ninguna legislación vigente atiende a un mercado naciente y en constante crecimiento que, amparado en la obtención de una licencia de patente, opera desde su base en los EE.UU., a través de una red de más de una centena de subcontratistas veterinarios dentro del país. Hablamos de la clonación de mascotas; perros y gatos que, a partir de 2016, nacen para reemplazar a aquellos que mueren y paliar el dolor que dejan en sus propietarios.

 

ViaGen Pets es la empresa líder en el sector, acompañada en el mundo sólo por Sooam Biotech; esta última establecida en Corea del Sur y operante bajo la licencia de Start Licensing, subsidiaria de la norteamericana. Así, ambas reciben ganancias de $50,000 USD por perro clonado y $25,000 USD en el caso de los gatos, adicionales a los pagos por preservación genética de $1,600 USD y a la cuota anual por conservación de $150 USD.

 

El procedimiento empleado es el mismo seguido en el Instituto Roslin de Escocia para la clonación de Dolly, consistente en cinco pasos iniciados en la vida de la mascota o post mortem y que pueden ser resumidos en el reemplazo del núcleo de un óvulo donante con el material genético de una de las células congeladas de la mascota original, para producir un embrión que, en determinado momento, es implantado en un vientre sustituto para su gestación.

 

Propietaria de una licencia de exclusividad de la Patente de Roslin (patente de la oveja Dolly) para su explotación comercial, ViaGen Pets promete a sus clientes «el cumplimiento de las normas reglamentarias de los EE.UU. y las prácticas humanitarias en el cuidado de mascotas»; pero omite el destino que da a los embriones congelados no empleados y a aquellos que presentan malformaciones, así como el aspecto ético de la cosificación de los animales.

 

Precedente en la inconformidad ética sobre el procedimiento es el establecido por las decenas de miles de estadounidenses, que enviaron sus críticas a la FDA al inicio de operaciones de la empresa. El camino para conseguir una legislación en materia de clonación de mascotas se vislumbra largo y requerirá del estudio ético, biológico y legal de su práctica; por lo pronto, no queda más que ser testigos de la naturalización de la clonación animal con fines distintos al alimentario y científico, como es el caso del ganado lechero, caballos de élite, cerdos y especies en peligro de extinción bajo ninguna regulación.

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