CONTACTO VISUAL
Mtro. Carlos-Blas Galindo Mendoza
A partir de los 80 del siglo XX y hasta el presente, el arte global predominante o mainstream es un arte que quisiera demostrar que la globalización (en este caso, la cultural) equivale al triunfo del arte occidental por sobre las demás artes y, por encima de sus variantes locales y regionales. Consecuentemente, es un arte homogeneizado en el que no son notorias las marcas de época ni las de lugar, pues está elaborado para públicos imaginarios que se quisiera tuviéramos idénticos gustos artísticos en todas partes del mundo.
El mainstream persigue -y generalmente alcanza- contenidos que van de la banalidad a la absoluta vacuidad, ya que se trata de un arte destinado al entretenimiento. Tanto el relativismo como el eclecticismo que lo caracterizan responden a que en su interior tienen cabida diversos léxicos, a condición de que no pongan en riesgo la estabilidad del orden mundial capitalista dominante, ni tampoco el imperio del propio mainstream. Se trata de un arte para círculos estrechos y cerrados de destinatarios; incluso -vale decir- que es un arte de especialistas para especialistas, elaborado con la clara intención de ajustarse al canon para así obtener el beneplácito de galeristas y curadores, emisores y receptores que desdeñan a los públicos no especializados.
Sus autores suelen ser individualistas y los de mayor prestigio son poco dados a reconocer que contratan personal para la etapa final de la realización de sus trabajos. Asimismo, quienes se encuentran dentro del mainstream amoldan sus comportamientos para ajustarlos a las definiciones de la generación de la cual creen formar parte, de ahí que un amplio número de ellos sea apático. Dado su vínculo con los procesos de globalización, evitan establecerse en un sólo lugar geográfico. Con sus obras, apuntalan el carácter auto-negador del arte predominante en el contexto global. Y tanto entre los artistas como entre todas las demás personas involucradas con este arte priva un cinismo que cancela toda posibilidad de autocrítica.
El mainstream es patriarcal, es decir, es autoritario, represivo y antidemocrático; características éstas de lo masculino que hasta hace no mucho tiempo eran imperantes y que aún, hoy en día, privan en cuantiosos conglomerados sociales. Este arte requiere de procesos de legitimación que solidifican los responsables de instituciones como museos, galerías y -por ende- ferias, que descansan en la especulación mercantil en subastas pero, sobre todo, que cristalizan quienes siendo proclives al mainstream ejercen la actividad curatorial.
La inobservancia de estos preceptos es garantía de no admisión al mainstream. La desobediencia de quienes ya han sido incorporados se castiga con la expulsión. Pero su acatamiento no garantiza la aceptación de ningún producto artístico visual o conceptual en los circuitos establecidos para la distribución y el consumo. La admisión de todo producto por parte de quienes ejercen el poder cultural ocurre cuando a estas personas les parece que dicho producto le resulta de utilidad al mainstream -nunca a la inversa-, en tanto que la duración del lapso durante el cual productos de cada vertiente estilística pueden ser incluidos dentro del arte predominante en el contexto global es, asimismo, una decisión unilateral por parte de quienes detentan el mencionado poder.
Cabe en este momento hacer mención de las redes independientes de distribución y consumo de productos de artes visuales y conceptuales. Su función, por lo general, es la de antesalas y cedazos para el ulterior ingreso al mainstream de algunos productos correspondientes a lenguajes que se encuentran en una fase embrionaria o incipiente. Y dejan de existir cuando se consigue el ingreso al mainstream de los productos que avalan. Otras más funcionan de manera simultánea con respecto a los circuitos instituidos durante lapsos algo más extensos y dejan de hacerlo una vez que los productos que apoyan tienen cabida en los circuitos establecidos. Pocos son los casos de redes independientes dedicadas a la distribución y el consumo de productos de artes visuales y conceptuales que logren ser mantenidas durante años al margen del mainstream; esto ocurre cuando los responsables de tales productos no se proponen que éstos sean incorporados a los circuitos establecidos.
En la actualidad, se vive un momento decisivo para el derrotero de la cultura artística. Nos hallamos ante una encrucijada en la que se nos presenta la posibilidad de rendirnos ante la canónica imperante y admitir que no hay otra preceptiva más que la del mainstream, o bien demostrar que otro arte es tan necesario como posible. El arte global predominante, controlado por galeristas y curadores por la vía de las ferias de arte, subsistirá mientras exista el orden mundial capitalista dominante. Y todo parece indicar que el tan anunciado fin del capitalismo no está muy cercano.
Se cuenta con varios planteamientos referentes a que cambios libertarios en la superestructura -ámbito al cual corresponde el campo artístico- redundarían necesariamente en cambios en la infraestructura. Hay algunos ejemplos de cambios superestructurales que han redundado en modificaciones importantes en el resto de la superestructura y, que significan alteraciones parciales y paulatinas en la infraestructura. Entre los más notorios está el del movimiento hippie. Y, en lo que concierne a la normatividad artística, ocasionalmente se atisban ensayos incipientes por desarrollar un arte distinto al del mainstream. Uno opuesto al del mainstream, en rigor, pero diametralmente distante de todo aquel que haya existido con antelación. Se trata de los primeros atisbos de un arte que al menos significaría cambios al interior del campo artístico, pero jamás una actitud manierista que añore al arte del pasado.
En el ámbito del arte, un cambio es sin duda necesarísimo. Si la duración del periodo de vigencia de las vanguardias históricas fue de 50 años y la de las neovanguardias fue de 30, el mainstream ha perdurado durante unos 35 años. Sin la intención de caracterizar de manera categórica ese arte emergente ni de pretender una temprana taxonomía del mismo, cabe señalar algunos de los elementos que ya empiezan a definirlo.
Un viento postoccidental y postcolonialista sopla al interior del ámbito artístico. No se trata de anticipar el aniquilamiento del legado artístico de Occidente, sino de evitar el empleo abusivo del concepto de lo occidental para autoproclamarse herederos de ese filón artístico. Se trata de reconsiderar la historia de las artes hasta entender que no solamente tal historia no tiene por qué ser únicamente la de las artes occidentales sino, además y entre otras cosas, que tales artes han sido nutridas durante siglos con componentes de los múltiples mestizajes culturales que han ocurrido en Occidente. En resumen, que es preciso desmontar la falacia con la que se ha querido demostrar que la cultura artística comenzó en la Grecia antigua, luego continuó en Roma y hoy es cultivada inmejorablemente en Europa y los Estados Unidos. Una vertiente del postcolonialismo que atañe a las artes implica una redefinición de lo identitario, sólo que, sin sobrevalorar un pasado idílico e inventado, y considerando, además, las virtudes de los corolarios de todos los mestizajes culturales.
Un arte que no sea como el del mainstream actual habría de ser militante y tendría que contar con alguna utilidad social. A todas luces dicha militancia sería muy distinta de la que animó a los autores que estuvieron afiliados a las vanguardias históricas y no necesariamente sería de índole política totalizante a la manera del siglo XX, sino que en ella cabrían pacifismos, feminismos, ecologismos y todas las vertientes libertarias parciales que en la actualidad confluyen.
1Con este escrito participé el 19 de noviembre de 2015 como ponente en el XI Simposio Internacional del Posgrado en Artes y Diseño La gestión y profesionalización de las artes visuales, el diseño y el cine documental, organizado desde la Facultad de Artes y Diseño (FAD) de la UNAM. Entonces lo intitulé Inserción de productos artísticos visuales en circuitos establecidos de distribución y consumo, así como en redes independientes. Lo publico ahora con la venia de la Dra. Elizabeth Fuentes Rojas, directora de la FAD.