¡Serendipia!  Marfil sintético

Dureza y blancura son las características que hicieron notable al marfil en la fabricación de teclas de piano, bolas de billar, peines, joyería y ornamentos, en mayor medida, antes de la aparición de los plásticos en la historia de los materiales. Un producto de la dentina de algunos vertebrados -como los elefantes, morsas e hipopótamos-, cuya extracción representa la muerte para ellos.

 

El desarrollo de un material sintético de propiedades similares fue alcanzado por casualidad, cuando en 1897, el socio propietario de la compañía Edler & Krische, Wilhelm Bernhard Ludwig Krische, atendió la solicitud de elaborar un nuevo componente que permitiera la escritura en una superficie blanca y con instrumentos distintos a los empleados sobre las pizarras negras.

 

En las instalaciones de la compañía, dedicada a la impresión y encuadernación, Krische y el químico austriaco, Adolph Spitteler, mezclaron leche agria con formol haciendo reaccionar a la caseína (proteína de la leche) con el formaldehído. El resultado, un material duro pero maleable y blanco, que para desgracia de sus inventores no sirvió para el propósito para el que fue concebido.

 

Bautizado como galatita, el producto brillante y de apariencia similar al hueso, fue posicionado rápidamente en la fabricación de joyería, hebillas, peines, bolas de billar, botones y demás objetos antes elaborados con marfil. La popularidad de la galatita fue tal, que Krische -en asociación con Phoenix-Hamburg- fundó la Sociedad Alemana de Galatita para su producción industrial.

 

Su empleo fue destacado en las décadas de los 20 y 30 del siglo pasado, en especial, en Alemania, Francia y Gran Bretaña; ésta última, donde fue utilizada en la hechura de estilografías por las amplias posibilidades de color y acabado que permitía. La introducción de los plásticos inorgánicos hizo que entrara en desuso, por lo que actualmente sólo puede encontrarse en artículos artesanales o de colección.

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© Julieta Isabel Espinosa Rentería