E3: Energía, Ecología, Economía

08.11.2017

Cambio climático: un síntoma de un problema más complejo  

Dr. Luca Ferrari

 

Ilustración: Jorge Alcántara

En la última década, los resultados de la investigación científica sobre el cambio climático han sido difundidos en todos lo niveles de la sociedad y de la clase política, al punto de que parece que el problema de la concentración de dióxido de carbono (CO2) es el mayor problema que enfrenta nuestra civilización. El mensaje que ha permeado en la sociedad es algo simplista y podemos resumirlo en dos puntos: a) estamos emitiendo grandes cantidades de CO2 debido al uso de combustible fósiles; b) el CO2 se acumula en la atmósfera magnificando el efecto invernadero, que produce un incremento de temperatura y cambios severos del clima. De lo anterior, sigue que es necesario disminuir las emisiones de CO2 a través del uso de energías «limpias».

 

En primer lugar, hay que aclarar algunos aspectos que raramente se mencionan:

 

  • 1. La investigación paleoclimática de las últimas dos décadas ha demostrado que el clima de la Tierra ha cambiado drásticamente en el pasado geológico, habiendo periodos como en el Eoceno (hace 55 millones de años), en el que la temperatura era hasta 14º C superior a la actual. De hecho, hay varias causas naturales que influyen sobre el clima como las variaciones de la actividad solar, las variaciones orbitales, la actividad volcánica, los impactos de meteoritos, el movimiento de los continentes y los cambios en las corrientes oceánicas. El efecto antropogénico (quema de combustibles fósiles y producción de cemento) sobre el clima es ciertamente dominante en el último siglo pero no cancela las otras causas.

 

  • 2. Los escenarios del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por su siglas en Inglés) se basan en suposiciones no siempre sostenibles. En particular, se concluye que duplicar la cantidad de CO2 implica un incremento de ~3º C de la temperatura global, aunque, desde 1880 el CO2 ha pasado de 280 ppm (partes por millón) a 400 ppm, mientras que la temperatura promedio sólo se ha incrementado ca. 0.7 ºC. Por otro lado, los escenarios del IPCC no consideran límites a la producción de hidrocarburos, incluso son más optimistas que los de la propia OPEP y las grandes compañías petroleras. Los escenarios están basados en cálculos hechos en el 2000 siendo que muchos estudios más precisos han sido publicados después sin ser incorporados a los modelos. La conclusión es que los escenarios más extremos, que preven un aumento de la temperatura de 6 °C a 8 ºC para finales del siglo, no son realistas.

 

  • 3. Entre las llamadas «energías limpias» se incluye el gas natural. Si bien el gas es un combustible fósil que a paridad de energía obtenida produce menos CO2 que los derivados del petróleo y sobre todo del carbón, la reacción de combustión sigue produciendo CO2. Por ejemplo, por cada unidad de metano que quemamos se produce 2.75 veces CO2. Las energías renovables y la nuclear tampoco tienen «emisiones cero», ya que por el momento, durante las construcción de la infraestructura necesaria para su aprovechamiento, se utilizan grandes cantidades de combustibles fósiles.

 

  • 4. Las emisiones antropogénicas están produciendo cerca de 10 Gton de CO2 por año, mientras que la eliminación por los sumideros terrestres y oceánicos está restando alrededor de 5 Gton de CO2 por año. Aunque las emisiones no han aumentado en los últimos tres años, sigue habiendo ~5 Gton en exceso que van acumulándose. Además, la capacidad de absorción de los océanos y continentes no es constante. Cabe entonces la pregunta, ¿si disminuimos drásticamente las emisiones cuánto tiempo necesita la naturaleza para regresar a los valores preindustriales? Para contestar, podemos ver lo que pasó durante el Máximo Térmico Paleoceno-Eoceno, hace ~56 millones de años, cuando miles de petagramos de carbono fueron liberados en el sistema océano-atmósfera durante ca. 20 000 años. La respuesta es poco alentadora: los proxies climáticos indican que la fase de decrecimiento tuvo una duración de ~83 000 años (~33 000 año en una fase rápida temprana y 50 000 años en una fase gradual subsiguiente).

 

El aspecto más crucial es que aunque logremos bajar la CO2, no solucionaremos otros graves problemas ambientales que derivan de la sobreexplotación de los recursos y ecosistemas del planeta. Tenemos un problema sistémico que no se puede abordar enfocándose sólo en un aspecto. El cambio climático es sólo un síntoma de una enfermedad más general: la adicción al crecimiento continuo.

 

Estas consideraciones son elaboradas de una manera magistral por un reciente ensayo de Richard Heinberg, que reproduzco textualmente porque no lo podría resumir de mejor forma:

 

«Nuestro principal problema ecológico no es el cambio climático, es el rebasamiento de los límites del planeta, del cual el calentamiento global es sólo un síntoma. Durante los últimos 150 años, enormes cantidades de energía barata, a partir de combustibles fósiles, han permitido el rápido crecimiento de la extracción de recursos, la fabricación y el consumo; y éstos, a su vez, condujeron al aumento de población, la contaminación, la pérdida de hábitat natural y, por lo tanto, de la biodiversidad. El sistema humano se expandió dramáticamente sobrepasando la capacidad de la Tierra y alteró los sistemas ecológicos de los que dependemos para nuestra supervivencia. Hasta que entendamos y abordemos este desequilibrio sistémico, el tratamiento de los síntomas (disminuir la emisiones de gases de efecto invernadero, tratar de salvar especies amenazadas y esperar alimentar a una población en crecimiento con cultivos genéticamente modificados) no es otra cosa que una serie de medidas a medias, que en última instancia están destinadas a fracasar».

 

La tendencia del sistema actual de continuar el crecimiento a toda costa, con soluciones tecnológicas cada más complejas, es algo que ya han experimentado otras sociedades (por ejemplo, el Imperio Romano). Como lo analiza detalladamente el antropólogo Joseph Tainter en su libro The collapse of the complex societies: en su afán de continuar con lo insostenible, las sociedades se vuelven inexorablemente más complejas, tanto del punto de vista tecnológico como organizacional (jerarquía, burocracia, etc.). Pero la complejidad cuesta energía y, además, produce retornos decrecientes en el tiempo. El resultado es el colapso y la única vía para evitarlo es un decrecimiento controlado de los consumos de energía, recursos naturales y población.

 

 

El sismo del 29 de septiembre de 2017. Información básica.

Dr. Luca Ferrari

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