La regulación y la incomprensión de prácticas climáticas sostenibles

No obstante que los estudios científicos sobre la comprensión de las afectaciones por el calentamiento global del planeta han aumentado en las últimas décadas y son apoyados con modelos numéricos sofisticados -los cuales requieren de una gran demanda de capacidad de cómputo para arrojar resultados cada vez más contundentes-, las nuevas regulaciones y acciones para mitigar sus efectos en la sociedad parecen estar más alejados de la realidad de los impactos del cambio climático.

Tenemos ejemplos palpables en todo el mundo. Pongamos de ejemplo tres eventos devastadores en el Continente Americano: la gran sequía en las Amazonas, el mega incendio en Chile y la desaparición del lago de Cuitzeo en México. Del caso de la sequía del Amazonas, entre junio y noviembre de 2023, emerge la duda sobre la naturaleza del fenómeno, excepcional o extremo; sobre todo, si la realidad sobre la recurrencia de este fenómeno muestra que hay un futuro incierto sobre la magnitud de las sequías, ante un planeta cada vez más caliente y deforestado.

Del mega incendio de 50 000 hectáreas en Chile -segundo incendio después de 2017, donde fueron devastadas cerca de 570 000 hectáreas-, nuevamente brota otra pregunta: ¿es la falta de regulación en el manejo de los bosques, o bien, son las condiciones del cambio climático las que favorecen este tipo de catástrofes?

En tanto, la pérdida de 70 % de la superficie del lago de Cuitzeo en México -poco más 470 km2 (47 000 hectáreas)- presenta un paisaje triste, una pérdida importante de atracción turística, así como la pérdida de la pesca y de ecosistemas acuáticos. La formación de tolvaneras, que ocasiona una importante erosión eólica dada la extensión de la superficie desnuda de suelo dentro del lago, son consecuencia de la sobreexplotación de los recursos hídricos o por la alta evaporación generada por las sequías ocasionadas por los efectos del cambio climático.

En todo caso, el gran crecimiento de la población desencadena una devastación de la flora, fauna y agua, necesidades primarias para la sobrevivencia de la especie humana. La deforestación y la pérdida de ecosistemas para cubrir dichas necesidades alteran la bioclimatología del planeta. Simplemente, la fotosíntesis se ve reprimida, provoca nula asimilación de carbono y limita la producción de oxígeno por parte de la vegetación.

Aunado a estos síntomas que afectan las funciones básicas en la tierra para mantener un clima favorable para la vida -urbanización y agricultura-, tenemos los problemas con la contaminación del agua. No sólo los microplásticos contenidos en el agua embotellada, reducen la disponibilidad, sino que las contaminaciones también tienen un papel fundamental en las sequías (Mengru Wang et al., 2024).

Las previsiones para 2050 dicen que las sequías afectaran a tres mil millones de personas en el mundo, debido a la contaminación de las reservas de agua –plásticos, cloruros, químicos y patógenos-. Dicho de otro modo, la contaminación reduce la regeneración natural del agua dentro de los procesos del ciclo hidrológico, principalmente, durante los periodos de escases intra e interanual que afectan la disponibilidad para satisfacer las necesidades primarias. Para enfrentar esta degradación de los recursos naturales, deben adaptarse prácticas en armonía con el medio ambiente y establecer indicadores que apoyen la evaluación de los impactos de las degradaciones ambientales para asegurar un desarrollo sustentable.