¡SERENDIPIAS!
L.P.C. Julieta Espinosa
El bótox, procedimiento cosmético antiedad mundialmente conocido, tuvo un origen inesperado y, aunque físicamente cercano a la dermatología, alejado disciplinariamente de ella. Sus descubridores, el matrimonio formado por la oftalmóloga Jean Carruthers y el dermatólogo Alastair Carruthers, serían quienes encontrarían en la toxina botulínica el fármaco que uniría sus profesiones.
Era 1987, cuando Jean Carruthers administró una solución diluida de la toxina botulínica en una paciente con blefaroespasmo, una condición que provoca un parpadeo incontrolable y, espasmos en el ojo y su área circundante. La inyección en la piel del párpado tenía el objetivo de paralizar los músculos involucrados de manera temporal para mejorar la situación de la mujer. Un resultado esperado de una indicación médica rutinaria para Jean.
La sorpresa vino cuando la paciente solicitó una nueva dosis pero en el área de la frente, bajo el argumento de que al ser inyectada, las arrugas de su piel desaparecían. Jean le negó el tratamiento al no encontrar justificación médica para realizarlo, aunque aquella observación la mantuvo inquieta al punto de que, durante la cena, fue tema de conversación con su esposo.
Interesados en el sorpresivo resultado, Alastair Carruthers -con quien Jean compartía consultorio- experimentó con su recepcionista, Cathy Bickerton, para probar que la toxina botulínica podía ser la solución a las llamadas líneas gabelares -líneas verticales en el entrecejo-. El resultado fue irrefutable, la arrugas habían desaparecido y con ello, el matrimonio auguró un gran negocio.
La aceptación del procedimiento, no obstante, no fue el esperado. Los pacientes se mostraban reticentes a inyectar en su piel un químico hasta entonces desconocido en la dermatología cosmética. Fue entonces que Jean decidió convertirse en el testimonio visible de su propio descubrimiento: inyectó la sustancia en ella y sus arrugas desaparecieron.
En 1991, los Carruthers presentaron sus resultados en la reunión de la American Society of Dermatologic Surgery en Orlando, Florida, EE.UU., y a partir de ese momento incrementaron su popularidad convirtiendo su hallazgo, bautizado en 1993 como bótox, en uno de los tratamientos cosméticos más realizados en el planeta.