En breve
12.04.2019
L.P.C. Julieta Espinosa
La historia de la exploración de la Luna no ha sido una empresa fácil y en su camino ha sufrido numerosos «fracasos», que han contribuido al conocimiento del satélite y al perfeccionamiento de la tecnología para su estudio. De las 135 misiones lunares realizadas por Rusia, Estados Unidos, Japón, India, la Agencia Espacial Europea, China, Luxemburgo e Israel, 56 han sido fallidas (20 por problemas de la nave y 36 en el lanzamiento) y 3 más han reportado fallas parciales.
Este 11 de abril, la historia espacial israelí registró un capítulo de 50 días de acontecimientos sin precedentes, culminado en un «fracaso». La historia inició el 21 de febrero, cuando el sueño de tres jóvenes ingenieros, Yariv Bash, Kfir Daman y Yonatan Winetraub, era lanzado desde Cabo Cañaveral, Florida, EE.UU., como carga útil secundaria en el cohete SpaceX Falcon 9.
La nave Beresheet (Génesis) estaba en el espacio e iniciaba una hazaña antes emprendida -la de aterrizar en la Luna-, aunque con una dificultad adicional, debía recorrer una mayor distancia que las misiones que la precedieron, a causa de que los recursos recaudados para su lanzamiento no le permitieron viajar como carga útil principal y lograr un posicionamiento directo en la órbita lunar.
Su primer logro fue recorrer 6,5 millones de kilómetros, en los que orbitó en tres ocasiones la Tierra, realizó la maniobra necesaria para ingresar a la órbita de la Luna, viajó alrededor de ella dos veces e inició su proceso de aterrizaje. Todo ello respaldado por ocho años de trabajo colaborativo de la organización fundada por Bash, Daman y Winetraub, SpaceIL, y la principal industria aeroespacial israelí, Israel Aerospace Industries.
Considerada la primera nave espacial privada que posaría la superficie lunar, el financiamiento de Génesis fue alcanzado gracias al convencimiento de filántropos, organizaciones, empresas y agencias gubernamentales, quienes sumaron los 100 millones de dólares necesarios para efectuar la proeza y cumplir el principal objetivo: inspirar a las futuras generaciones israelíes a estudiar ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM).
Desde un inicio, la misión SpaceIL encontró en el «fracaso» el reto de no desistir. Sucede que el sueño comenzó con la inscripción del proyecto en el concurso internacional Google Lunar XPrize, un certamen lanzado en 2007 que ofrecía 15 millones de dólares al equipo que lograra aterrizar un rover en la Luna, recorriera una distancia mínima de 500 m y transmitiera imágenes o video de alta resolución a la Tierra. SpaceIL avanzó como uno de los cinco finalistas, mas no anticipó que los organizadores cancelarían el competencia.
Con su firme objetivo inspiracional, SpaceIL nació en 2011 como una organización sin fines de lucro y se propuso la meta de aterrizar en la Luna la primera nave espacial israelí. Alianzas estratégicas, colaboraciones interinstitucionales y recaudación pública de fondos fueron algunas de las acciones que permitieron diseñar a Beresheet en 91 meses, conseguir un contrato para su lanzamiento, ensamblarla en un mes, realizar las pruebas funcionales y ambientales en menos de tres meses, y preparar una red de estaciones terrenas alrededor del mundo que aseguraran su comunicación.
El anuncio de cancelación del Google Lunar XPrize fue publicado en enero de 2018, cuando la nave estaba completamente ensamblada. Fue en ese momento que los involucrados decidieron seguir adelante y reunir los 30 millones faltantes para completar la misión. Sin perder el rumbo, SpaceIL ideó colocar una cápsula del tiempo al interior de la nave, su hazaña habría de transcender en la historia de la humanidad.
La exploración espacial no sólo rebasa los límites del conocimiento, sino afianza el sentido de nuestra presencia en la Tierra. Tres discos con 30 millones de páginas repletas de datos sobre la humanidad (Biblioteca lunar); dibujos del espacio elaborados por niños israelíes; libros sobre la cultura, literatura, historia, fotografías y música israelíes; la letra del himno y la bandera del país; una copia de la Torá; y las memorias de un sobreviviente del Holocausto fueron depositados en la cápsula.
La integración de la cápsula fue un evento nacional, que volcó los ojos de un país hacia un mismo objetivo: Israel llegaría a la Luna. Este acto fue la culminación de un trabajo de ocho años de socialización del proyecto, prioritariamente orientado a los niños, en el que fueron desarrollados un sitio web interactivo con materiales y actividades disponibles en hebrero e inglés; la publicación de un libro infantil sobre Beresheet y; la constante visita a escuelas y ferias científicas para divulgar las ciencias espaciales.
La misión SpaceIL siguió rindiendo frutos. El equipo diseñó la misión bajo el liderazgo del Weizmann Institute of Science y la University of California Los Angeles. Ésta consistía en tomar muestras de suelo lunar y analizar las anomalías de su campo magnético. También debía tomar fotografías durante su viaje, a través de una cámara proporcionada por la NASA.
De regreso a los últimos 50 días, Beresheet logró captar la cara oculta de la Luna y fotografiarse mientras se alejaba de la Tierra y minutos antes de su impacto con la Luna. Un par de imágenes, estas últimas, que confirman lo que deja leer la placa que en ellas aparece: «Am Yisrael Chai» (El pueblo de Israel Vive), «Small country, big dreams» (Pequeño país, grandes sueños).
La noche del 11 de abril, los israelíes y el mundo entero atestiguaron la desaceleración de la nave Beresheet para iniciar su aterrizaje, así como la posterior pérdida de la telemetría y el fallo del motor principal que llevó a su impacto contra la superficie lunar. No fue un fracaso como lo manejan los titulares, fue lo que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, expresó tras la noticia: «Este es otro paso para la humanidad y un gran paso para el Estado de Israel».