29.10.2020
Dr. Carlos M. Arróyave Hernández
Cuando ocurre una infección viral, los virus invaden las células vivas y normales; ya dentro de ellas y utilizando sus componentes, se multiplican y, sin esperar la muerte de la célula en la cual viven, salen al exterior para seguir infectando nuevas células. Es por esto que se les conoce como microorganismos intracelulares. De esta forma, los virus pueden hacer cambios dentro de las células, dañarlas y reproducirse en gran cantidad hasta repletarlas, teniendo como consecuencia la producción de enfermedad.
No siempre que hay una infección viral aparece la enfermedad, pues el sistema inmunológico es capaz de neutralizarla y/o destruir a la célula infectada mediante sustancias toxicas producidas por el linfocito T; así, se elimina al virus y/o -mediante la formación de anticuerpos contra ellos producidos por los linfocitos B- se combate al proceso infeccioso. Para entender mejor este mecanismo inmunológico, describiré brevemente la forma en que éste trabaja.
La respuesta de nuestro organismo a un cuerpo extraño inicia con una resistencia no especifica con la que nacemos todos, llamada inmunidad innata. En ésta intervienen factores genéticos, hormonales, piel, mucosas, temperatura corporal, entre otros. Después, tenemos a la inmunidad específica, en la que interviene la inmunidad celular (linfocitos T y linfocitos B) y la inmunidad humoral con la formación de anticuerpos.
Al entrar en nuestro organismo, el virus se introduce en una célula, en la cual -utilizando cada uno de sus componentes- se reproduce, ya que no puede hacerlo por sí mismo. La respuesta inmune innata actúa contra el virus por medio de sustancias solubles llamadas citocinas -entre ellas el interferón- y factores citotóxicos, que son liberados por linfocitos T citotóxicos con el objetivo de destruir a las células y, por ende, a los virus.
Otras células, los macrófagos, digieren a los virus siendo degradados y fragmentados para convertirse cada uno de estos residuos en un antígeno. Los macrófagos presentan los fragmentos a los linfocitos T y, a través de la interacción mediada por citocinas con los linfocitos B, éstos inician la producción de anticuerpos que, de acuerdo con su movilidad electroforética del suero, se encuentran en la porción gama denominándose entonces gamaglobulinas o inmunoglobulinas (Ig). De éstas, son importantes las fracciones IgM y la IgG que aparecen cuando hay una infección; las primeras, cuando se tiene por primera vez teniendo una vida media muy corta en circulación de cinco días y las segundas, como consecuencia de una reinfección o persistencia de una infección aguda. La IgG aparece tardíamente con una vida media de 23 días y persiste en circulación por mucho tiempo, a veces años.
Si recordamos que el virus es fragmentado, entonces tendremos anticuerpos contra diferentes partes del virus. En forma simplista, hagamos de cuenta que el virus es un elefante. Si a éste lo fragmentamos, haremos unos anticuerpos que identifican a las patas, otros a la trompa, unos terceros a sus orejas y así, sucesivamente. De esta manera, el suero que se obtiene contendrá anticuerpos contra muchas partes, por lo que se denominan anticuerpos heterogéneos; mas si utilizamos únicamente un sólo fragmento o una clona del elefante, tendremos la producción de anticuerpos monoclonales.
¿Cuál es el procedimiento de la producción de una vacuna?
Conociendo que el sistema inmune puede producir anticuerpos contra cuerpos extraños incluyendo microrganismos como un virus o una bacteria, podemos hacer que nuestro sistema inmune haga anticuerpos contra diferentes partes, por ejemplo, del SARS-CoV-2, que son previamente purificados para que si nos infectamos, contemos con este mecanismo de defensa.
Al inicio del proyecto para producir una vacuna, hay que aislar, fragmentar y purificar los productos virales para poderlos usar, ya sea en forma de aerosol -nasal o bucal-, intradérmico o intramuscular (vacuna) para estimular la producción de anticuerpos usando diferentes esquemas y dosis. Como principio básico, el material que se usa para producir anticuerpos no es capaz de producir enfermedad, aunque, en ocasiones se reporta la presencia de fiebre o edema, y comezón en el sitio de aplicación. Es por ello que la investigación es fundamental.
Las características de la respuesta inmune a un antígeno pueden ser muy efectivas dando como resultado un título elevado de anticuerpos, pero hay antígenos que son malos productores de anticuerpos o requieren de varias aplicaciones. Esta fase requiere de tiempo para poder documentar la respuesta al antígeno o antígenos que se usen en la vacuna.
La preparación de una vacuna deberá de pasar por las siguientes fases:
La primera, exploratoria (ciencia básica), en la que hay que identificar y aislar al agente infeccioso, conocer la forma de producir la infección y los factores responsables de su poder patógeno. En ella, se debe demostrar que existe la necesidad de la vacunación para prevenir la enfermedad y la factibilidad de su aplicación sin riesgos.
En la segunda (preclínica), hay que demostrar su eficacia, inducción protectora y seguridad. Que sea bien tolerada y no provoque reacción indeseable alguna. Aquí se usan experimentos en cultivos celulares y/o modelos animales; y se determinan las características fisicoquímicas, funcionales e inmunológicas del antígeno usado.
Hay una tercera fase que comprende formulación, vehículo en el que se usará y la necesidad o no de proteínas transportadoras y conservadores.
El paso siguiente, que es el desarrollo clínico, comprende tres etapas. La primera es su evaluación en un numero pequeño de adultos de entre 20 y 80 años de edad, para evaluar su seguridad y, determinar el tipo de respuesta y alcance de la respuesta inmune. La segunda, se hace con cientos de individuos para estudiar la dosis en personas infectadas, de riesgo o asintomáticos; y conocer cuál debe de ser el calendario de inmunización y método de administración. La tercera consiste en llevar a cabo ensayos con miles de personas, con diferentes características, en forma aleatoria utilizando un placebo.
Posteriormente, hay que cumplir con los requisitos de la autorización reglamentaria, que no es más que la aprobación por las autoridades de salud, las cuales analizan minuciosamente los reportes de los estudios arriba mencionados, el proceso de fabricación de un lote único para su evaluación y, finalmente, el control de calidad de la vacuna durante su producción. Hay que considerar aquí el comportamiento posterior a su aplicación en voluntarios.
Como problemática actual con la COVID-19, hay que considerar que hay unas 150 diferentes vacunas en experimentación. ¿Cuál de ellas es la que contiene al o los antígenos más importantes en la neutralización del virus?, ¿cuál es la mejor biológicamente? Al momento, se desconoce si el virus muta y haga que la vacuna producida en este momento, no sea útil a corto plazo.
Existe desinformación por las redes sociales, causada por la ignorancia de lo que es una vacuna, que difunde que se puede obtener una a muy corto plazo, pocos meses. Esto y los resultados que publicados durante el proceso de investigación, en los que se reporta algún efecto indeseable probablemente no asociado con la vacuna, ha hecho que el número de personas que se pondrían hoy una vacuna para protegerse contra el SARS-CoV-2 no sea más de 50 %.
Finalmente, los anticuerpos que forma una persona contra un antígeno no son siempre perenes, por lo que hay necesidad de revacunar.