05.02.2022
Dr. Manuel Hinojosa Rodríguez
La comunicación humana es una de las habilidades más complejas que hemos desarrollado como especie y la principal forma de interacción social, siendo el lenguaje nuestra principal herramienta de comunicación. El lenguaje es la capacidad que nos permite crear, codificar y comunicar pensamientos y experiencias a través del empleo estructurado de símbolos arbitrarios -como las palabras-. Asimismo, el lenguaje forma parte esencial del neurodesarrollo de un individuo, jugando un papel de suma importancia en la interacción que éste tiene con su entorno en diferentes niveles y circunstancias. Múltiples enfermedades neuropediátricas cursan con alteraciones en el lenguaje como parte del espectro clínico, incluso, éstas pueden ser la causa de algún trastorno (ej. ansiedad).
A pesar de la gran relevancia que tiene el lenguaje en el desarrollo neurocognitivo y social de un niño, aún prevalecen ideas erróneas al respecto. Por citar un ejemplo, todavía se tiene la falsa creencia de que el lenguaje humano comienza alrededor de los dos años de edad, motivo por el cual se piensa que «no tiene caso evaluar el lenguaje de un bebé y mucho menos tratarlo». Sin embargo, el lenguaje comienza a desarrollarse desde antes del nacimiento con la formación de estructuras claves para la adquisición del lenguaje.
El funcionamiento coherente del lenguaje resulta de la interconexión compleja y efectiva de varios sistemas, los cuales experimentan desde antes del nacimiento procesos formativos y madurativos de manera independiente y como parte de una red de lenguaje. Para la adquisición de la primera lengua y el desarrollo de habilidades comunicativas en el ser humano es indispensable la integridad de las estructuras cerebrales implicadas en el lenguaje (por ejemplo, el fascículo arcuato), así como el adecuado funcionamiento somatosensorial, audiológico, foniátrico y visual del bebé. Estas últimas, le permitirán al recién nacido desarrollar de manera temprana aptitudes auditivas, como la localización y la atención; aptitudes motoras, como la imitación de sonidos; y aptitudes visuales, como la observación y el seguimiento visual.
A su vez, esto favorecerá el desarrollo de habilidades más complejas como aptitudes pragmáticas, que posibilitarán la comunicación e interacción social con su entorno a través de gestos y, aptitudes cognitivas como el conocimiento de causa y efecto ante una reacción propia o de otra persona. Es importante tener en cuenta que el desarrollo auditivo y del lenguaje está asociado a dos etapas: la etapa prelingüística y la etapa lingüística. Ambas nos brindan manifestaciones o datos clínicos que son de gran utilidad para evaluar cómo se está dando el desarrollo del lenguaje en el lactante.
En la etapa prelingüística -durante el primer año de vida- se observa el prebalbuceo / balbuceo, comunicación por actitud gestual, señas, ruidos y sonidos para posteriormente generarse comprensión de los sonidos. Alrededor de los 12 meses de vida se desarrolla una intención comunicativa.
La etapa lingüística se presenta aproximadamente a partir de los 12 meses. En esta etapa podemos apreciar diferentes fases. En la primera fase, el lactante normalmente dice una o dos palabras aisladas que pueden ser monosílabas o bisilábicas. Alrededor de los 18 a los 24 meses comienza a desarrollar combinaciones de dos palabras o más como si fuera un lenguaje telegráfico, denominada fase combinatoria o telegráfica. Después de los 24 meses, surgen las frases simples de dos a tres palabras con mayor complejidad en la estructura. Después de los tres años, tenemos la fase oracional con oraciones complejas, mediante el empleo de conectores y de tiempos verbales.
Todo lo anterior es una expresión clínica de una intrincada y compleja interconexión de redes cerebrales, en donde intervienen funciones somatosensoriales, auditivas, foniátricas, visuales y cognitivas del bebé. Por lo que resulta fundamental evaluar el desarrollo del leguaje desde una perspectiva transdisciplinaria, teniendo en consideración las estructuras, sistemas y redes que intervienen para su correcto funcionamiento, así como los momentos críticos del desarrollo en los cuales pudieron verse afectadas.
Evaluar la estructura cerebral mediante técnicas de neuroimagen y la evaluación del desarrollo psicomotor, audiológico, foniátrico y visual nos permitirán establecer las pautas para la toma de decisiones clínicas en lactantes y niños con factores de riesgo para daño neurológico.
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