ECOLOGÍA RIZOMÁTICA HOY
07.01.2023
Dr. Pedro Joaquín Gutiérrez-Yurrita
El paisaje es un concepto polisémico que se construye de manera subjetiva, con elementos abstractos identificados con el carácter personal de cada individuo, junto con una perspectiva material que lo concretiza en un sitio y tiempo determinado.
La belleza, ideal de todo artista y en general de todas las personas al realizar su obra o al desear estar, fue y sigue siendo uno de los elementos más constantes en la conceptualización del paisaje. Bajo este punto de vista, el paisaje es un constructo humano que emerge de las civilizaciones que pueblan la tierra, de tal forma, que no se pretende que en China, Japón, Europa, América o África se tenga la misma idea de paisaje.
Aunque se reconoce que hay un vínculo humano natural -me atrevería a decir, epigenético- en cómo nos relacionamos con un territorio, un entorno ambiental con diversos elementos constituyentes del mismo, tales como su flora, fauna, agua y suelo por ser los más visibles, y luego con otros menos conspicuos y más pequeños como hongos, líquenes, por ejemplo (estructura ecológica y funcionamiento ecosistémico), esta identificación primitiva no crea el paisaje, simplemente recrea una sensación de dependencia humana hacia un ambiente que le provee de servicios (tangibles e intangibles).
La creación del paisaje se establece en el momento en el que la humanidad genera un vínculo de codependencia con el territorio en donde está, donde aprendió a hacer y ser. La relación sujeto (personas, comunidad) - objeto (ambiente externo, territorio) es creada con tal fuerza que se desdibuja generando una sensación de apego en las personas con referencia a su ambiente, que no podrá eliminarse de nuestras emociones, pasiones y costumbres.
Nuestra mente elabora un esquema mental (subjetivo, por supuesto), que es abstracto por cuanto idealizamos el ambiente al cual le tenemos el apego, y lo queremos llevar a un plano material de usufructo. Lo cambiamos al tiempo que nos cambia, lo transformamos simultáneamente con nuestra propia transformación.
Este significado de paisaje no es novedoso, lo lleva la misma palabra en varios idiomas, como alemán o danés, cuya raíz lingüística skabe y schaffen establece relación activa de cambio mutuo, al dar forma simultáneamente a ambos, personas y ambiente; y lo llevan, asimismo, las derivaciones latinas de país, como territorio más sus pobladores. En este tenor, surge un elemento más en la relación, que ahora es sujeto-sujeto, y lo conocemos como patrimonio.
El Consejo de Europa comprendió esta íntima relación, que se desarrolla tanto de manera individual (estética y belleza) como colectiva (utilidad, cultura, tradiciones) con el ambiente inmediato a la persona y su comunidad, que decidió crear una figura política, al principio, pero con carácter de vinculante a la normatividad europea y de cada país parte en un futuro cercano, estableciendo el Convenio Europeo del Paisaje (CEP), firmado en Florencia (Italia) el 20 de octubre del 2000, para entrar en funcionamiento el 1 de marzo del 2004. A continuación expongo dos de los criterios fundamentales (párrafos 5 y 6, preámbulo CEP):
«Conscientes de que el paisaje contribuye a la formación de las culturas locales y que es un componente fundamental del patrimonio natural y cultural europeo, que contribuye al bienestar de los seres humanos y a la consolidación de la identidad europea».
«Reconociendo que el paisaje es un elemento importante de la calidad de vida de las poblaciones en todas partes: en los medios urbanos y rurales, en las zonas degradadas y de gran calidad, en los espacios de reconocida belleza excepcional y en los más cotidianos».
Ahora bien, trascurridos 20 años de este documento, ¿han cambiado las cosas? Ciertamente que sí. Los temas ambientales se han posicionado en los primeros sitios de las agendas políticas no sólo europeas, sino de todo el mundo.
Se desarrollaron innovadores enfoques para abordar la conservación ambiental de manera transfronteriza, ya sea a nivel municipal o estatal, conscientes de que el ambiente no respeta límites políticos, y que el crecimiento urbano les tiene poco respeto. Se creó la ciudad región como medio de controlar el desarrollo urbano y hacerlo coherente con su realidad natural regional; se desarrolló una metodología de soluciones basadas en la naturaleza para enfrentar retos globales inter-comarcales; se generaron soluciones basadas en la ciencia para llevar a cero las emisiones de gases efecto invernadero y gestionar los recursos hídricos a través de meta-cuencas conectadas en red. Se posicionó la nueva generación de derechos humanos conocida como derechos de acceso, con el fin de que toda persona tenga acceso a la información, a la toma de decisiones a la justicia (social-ambiental…) y que el modelo de gobernanza sea un gobierno de facto, no de poesía.
Ante este nuevo panorama, se modificó el CEP en 2016, denominándose ahora Convenio del Consejo de Europa sobre el Paisaje para entrar en vigor en 2021. Se añadió después del 5º párrafo: «Conscientes, de manera general, de la importancia del paisaje a escala mundial como componente esencial del marco vital de los seres humanos». Se extiendió el dominio jurisdiccional del convenio, de manera voluntaria: «Deseosos de que los valores y principios expresados en el Convenio puedan aplicarse también a los Estados no europeos que lo deseen».
Así, se elaboró el Manifiesto del Convenio (2021) bajo los siguientes puntos: la gobernanza y la gestión del paisaje deben guiarse por la sostenibilidad, la democracia, los derechos humanos, el estado de derecho y, la diversidad cultural y ambiental. Generó tres áreas prioritarias de trabajo: hacer del paisaje un lugar para todos; el paisaje fungirá como mediador para enfrentar los desafíos socio-ambientales; debe fortalecerse el estudio holístico del paisaje porque a mayor conocimiento se tienen mejores decisiones y más resultados positivos.