ECOFEMINISMOS
25.06.2022
Dra. Ana Gabriela Castañeda Miranda
Las patentes son un recurso legal que tomó forma en medio de la revolución industrial de los siglos XVII y XVIII en EE.UU. e Inglaterra, a partir de la llamada propiedad industrial. La patente es una estrategia legal para un inventor, que tiene como objetivo compartir «ideas» a cambio de un derecho de propiedad y/o una concesión de monopolio por determinado tiempo para explotar la invención.
Conforme evolucionó la interacción mercantil entre los inventores y el desarrollo de empresas basadas en estas concesiones -más que nada por aceptación popular-, se fue extendiendo el mercado legal de intercambio de patentes como una forma de transferir bienes intangibles.
La patente es un mecanismo jurídico que trata de resolver un dilema sobre los bienes públicos. Un bien es «público» si es, a la vez, no excluible y no rival. La no-exclusión significa que, à priori, no se puede impedir que una persona utilice el bien en cuestión, incluso, si ésta no contribuye financieramente a la producción del mismo. La no-rivalidad significa que el consumo del bien por parte de un individuo no representa un costo adicional y no afecta el consumo de este mismo bien por otras personas.
El uso simultáneo del bien por varios individuos no causa problema; sin embargo, el conocimiento es un bien público debido a su naturaleza intangible. De hecho, las innovaciones son a menudo imitables y potencialmente utilizables por la totalidad de los agentes, sin representar costos significativos. Sin embargo, si bien la utilización de estos bienes públicos no provoca mayor costo, no se puede decir lo mismo de su producción. Al contrario, la producción de las innovaciones necesita importantes gastos en investigación y desarrollo (I + D).
Cuando una compañía busca crecer mediante innovación, es más importante desarrollar un modelo de negocios robusto y de funcionalidad cruzada que incrementar el presupuesto de I+D. En este mismo sentido, el número de patentes de una compañía no es nada sin una estrategia que lo acompañe.
La American Inventors Protection Act ( AIPA) aumentó las patentes en general, debido a un entorno de información más rico que disminuye el costo de patentar, e incrementó las medidas reales de innovación representada por las inversiones en I+D. En términos económicos y de inversión esto se puede considerar como un pequeño monopolio, ya que las patentes otorgan protección hasta por 20 años, si es que el proceso se lleva de manera adecuada y se cumple con los pagos para dicha protección. En términos de innovación, esto detiene el avance de la tecnología y dificulta a los investigadores e inventores del mundo a desarrollar nuevos productos o mejorar los ya existentes.
Esto no es un problema del sistema de patentes como tal -ya que el trabajo merece reconocimiento-, esto es parte del sistema económico que ha puesto como principal peldaño el estatus económico individual sobre el bienestar como sociedad.
Por otra parte, predecir los datos de innovación en Latinoamérica a partir de patentes resulta absurdo, puesto que el foco no es la generación de nuevo conocimiento, sino introducir innovaciones ya desarrolladas, lo cual sigue siendo considerado innovación a nivel de empresa de acuerdo con el Manual de Oslo de 2005.
Por lo tanto, la información de patentes es casi irrelevante en los países en desarrollo, debido a que muy pocas empresas innovan por fuera de ellas. Se pueden observar las debilidades de las patentes para usarlas como medida de innovación, debido a que depende de diferentes factores como el sector, la tecnología que se estudie, el nivel de análisis, la región, la etapa en el ciclo de producción en la que se encuentre el producto, entre otros.
Al pretender medir la innovación, a cualquier nivel, es muy improbable contar con toda la información que soporte a las patentes como una medida eficaz de la innovación y, por lo tanto, puede deducirse que no deben ser utilizadas como único indicador. En tanto a la participación de las universidades, las patentes no son una exitosa medida de innovación, pues estas se enfocan en la publicación científica.
Por último, hay contextos bien definidos en los que se ha demostrado que las patentes son indicador de innovación, principalmente cuando las patentes no sólo se limitan a su conteo en una tecnología o sector determinado, sino cuando los índices modificados -como las citaciones de las patentes y otros derivados- han venido tomando fuerza. Mc Aleer en el 2005, propuso el índice de éxito de las patentes -número de aplicaciones exitosas dividido el número total de aplicaciones- como un mejor indicador de la innovación y cambio tecnológico que el conteo de patentes.
Usar el patentamiento como medida de innovación es un tema controversial, ya que en ciertas circunstancias ha demostrado -junto con otros indicadores- sumar como medida de innovación, pero también están documentados los casos en los que se pudieron demostrar los contextos en los cuales es un gran error hacer una correlación de la medida de patentes como medida efectiva de innovación.