08.15.2018
Dr. Luca Ferrari
En materia de energía, el nuevo gobierno que empezará el próximo 1 de diciembre ha anunciado ya varias iniciativas encaminadas a incrementar la producción nacional de gasolina, petróleo y energía hidroeléctrica. En cuanto a la producción petrolera, el presidente electo anunció que se invertirán 75 mil millones de pesos adicionales para la exploración y la perforación de nuevos pozos, con el objetivo de pasar de 1,9 millones de barriles diarios a 2,5 en tan solo dos años. Si bien comparto la posición del nuevo presidente con respecto a lucha contra la corrupción y los privilegios, así como una política económica más nacionalista y auto-centrada, en materia de energía no puedo compartir ese optimismo. Incrementar la producción como lo menciona es una meta imposible de alcanzar. Peor aún, se está generando una expectativa irreal de tener energía barata y regresar a ser el país petrolero de los años 80.
La idea de que se puedan desafiar los límites geológico-técnicos con sólo invertir más dinero no es nueva. A finales de 2003, el gobierno de Vicente Fox anunciaba que iba a producir hasta 4 millones de barriles diarios el año siguiente. Pocos meses después, se tocaría el pico histórico de la producción nacional con 3,4 millones de barriles diarios y, con el colapso de Cantarell, vendría el inicio del declive que continúa en la actualidad. Al inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto, en 2013, el entonces director de Pemex, Lozoya Austin, anunciaba que gracias a la Reforma Energética la producción de petróleo de México subiría de 2,6 millones de barriles diarios a 3 millones en 2018. La realidad es que la producción actual es de 1,9 millones de barriles diarios. Mientras tanto, el costo de producción se ha incrementado notablemente, ya que los campos de petróleo terrestres o en aguas somera se están agotando para dejar el paso al recurso difícil, lejano y caro del petróleo de aguas profundas y no convencional.
¿Por qué digo que es imposible el repunte de la producción? Casi la mitad del petróleo que producimos procede del complejo Ku-Maloob-Zaap, el yacimiento supergigante de la Sonda de Campeche que se ha impulsado al máximo para compensar la caída de Cantarell. Después de incrementar la producción por medio de nitrógeno, el campo Ku tocó su pico en 2009 y produce actualmente sólo 20 % de su máximo. Maloob y Zaap apenas compensan su caída, pero un estudio publicado en 2013 por ingenieros especialistas de PEMEX, pronostica para finales de este año el inicio del declive del conjunto de estos tres yacimientos. Aún así, 60 % de las reservas probadas remanentes de México se ubican en Ku-Maloob-Zaap y Cantarell, y el resto en campos terrestres maduros.
El petróleo de aguas profundas no tiene todavía reservas probadas pero la estimación de las reservas posibles (de las cuales normalmente sólo una parte menor se transforma en probadas), equivale a sólo 10 % de las reservas probadas actuales. En cuanto al petróleo no convencional ni siquiera hay reservas sino sólo recursos prospectivos que, de acuerdo con la definición, son «cantidades de hidrocarburos estimadas a cierta fecha, que son potencialmente recuperables a partir de acumulaciones aún no descubiertas». Por otro lado, el presidente electo ya ha expresado que en su administración pondrá fin a la práctica del fracking, por lo que, de confirmarse, no habrá explotación de este recurso.
Por supuesto, las reservas se incrementan con más exploración y descubrimientos, pero son más de dos décadas en las que hemos consumido mucho más de lo que descubrimos. Entre 2004 y 2013, Pemex duplicó la inversión en exploración y producción, mientras que la producción bajó de 3,4 a 2,5 millones de barriles diarios. La tendencia a un mayor costo contra una menor producción no es una peculiaridad de México, sino es un fenómeno global que afecta a la industria petrolera mundial. Las causas son obvias y conocidas desde años, pero a menudo se olvidan o se esconden: históricamente se explota siempre primero el recurso más accesible, de mejor calidad y, por ende, más barato (petróleo convencional terrestre o de agua somera en grandes yacimientos), dejando para después lo más difícil y caro (petróleo de aguas profundas o, yacimientos terrestres de menor tamaño y más profundos: petróleo no convencional).
Siento decirlo, pero a esta administración le va a tocar administrar el declive petrolero. Cuanto antes se de cuenta y lo acepte, mejor. La única solución realista es la disminución controlada de los consumos de energía por medio del impulso del transporte público y la reducción del parque vehicular privado, particularmente de las grandes SUV y camionetas derrochadoras de gasolina. Medidas serias para reducir el tamaño de los coches evitarían tener que construir nuevas refinerías. Quizás lo anterior suene impopular, pero este gobierno, con el respaldo histórico que obtuvo, estaría en condiciones de emprender este camino necesario.