E3: Energía, Ecología, Economía

04.02.2019

El regreso del pico del petróleo

Dr. Luca Ferrari

Muestras de crudo. Fotografía: Jorge Alcántara 2019
Dr. Luca Ferrari

A mediados de la década pasada, frente al incremento sostenido del precio del crudo, empezó a reforzarse la convicción de que el mundo se acercaba al pico del petróleo, el momento de máxima producción global al que sucede el declive hasta el agotamiento. De hecho, el pico del petróleo convencional, el crudo de campos tradicionales con alta productividad y larga vida, se tocó efectivamente entre 2005 y 2010. Sin embargo, los altos precios de venta del crudo y la baja tasa de interés del banco central de EE.UU. estimularon la producción de los llamados «petróleos no convencionales» (petróleo de lutitas, arenas asfálticas).

 

El incremento espectacular de la producción de petróleo no convencional de EE.UU. y la baja de la demanda de muchos países desarrollados alejaron por un tiempo la preocupación acerca del pico del petróleo. Después de un periodo de altos precios, entre 2011 y 2014 tuvimos un periodo con precios relativamente bajos de entre 30 y 55 USD/b. Si bien en 2018 el precio subió hasta 80 USD/b, ha bajado nuevamente a 50-55 USD/b a finales del año. Sin embargo, a pesar de la aparente tranquilidad que genera este precio, se están gestando problemas serios para el futuro abasto de petróleo y sus derivados.

 

El primer foco rojo es el pico del diésel. Como ya lo reportamos en otras contribuciones, el tan aclamado petróleo no convencional no es lo mismo del convencional. De hecho, se trata de un pésimo sustituto por su el alto costo energético (disminución de le energía neta), económico (altos costos de producción subsidiados por flujos de capitales especulativos) y ambiental (impacto del fracking); adicionalmente es un petróleo muy ligero, que no puede ser refinado solo, sino que tiene que ser mezclado con crudos más pesados.

 

El petróleo es una mezcla variable de hidrocarburos con diferente composición y densidad. La refinación es un proceso que permite separar las fracciones más ligeras (turbosina y gasolina) de las medianas y pesadas (diésel, combustóleo, hasta el asfalto). A medida que la fracción de petróleo ligero va creciendo, disminuye la cantidad de hidrocarburos más pesados en la composición promedio. El petróleo ligero de EE.UU. no permite la producción de diésel y combustóleo. Como consecuencia de su creciente presencia, a nivel mundial la producción de diésel y combustóleo ha tocado su máximo en 2014 y desde entonces ha decrecido ya 8 %1. Esto explica la política de varios países europeos para desalentar el uso del diésel en los coches con justificaciones ambientalistas, como el reciente impuesto sobre el diésel del gobierno francés que ha desencadenado la protesta airada de los «chalecos amarillos».

 

En Europa una gran cantidad de coches funciona con diésel porque tradicionalmente ha sido más barato que la gasolina. Los gobiernos se escudan tras el cambio climático (donde el diésel efectivamente es más contaminante pero que no le importaba antes) para enfrentar una preocupación mucho más urgente: el decrecimiento de la producción de diésel, combustible que tiene que reservarse para el transporte público y el comercio, la agricultura, las obras de ingeniería civil y la minería.

 

El segundo foco rojo es la llegada del declive de la producción global de crudo. La baja de los precios desde 2014 ha provocado una crisis general en la industria petrolera mundial, ya que el petróleo que queda por descubrir y extraer tiene un costo mucho mayor del precio actual. Proyectos para el desarrollo de petróleo de aguas profundas u otros yacimientos complejos en tierra requieren de una gran inversión de capital a lo largo de varios años antes de empezar a producir. Por lo tanto, necesitan la seguridad de precios altos estables por largos periodos.

 

La situación de los últimos cuatro años ha sido todo lo contrario, caracterizada por una alta volatilidad dentro de un rango de precios insuficientes para la industria. La consecuencia ha sido la cancelación de muchos proyectos de extracción y una disminución drástica de la inversión en exploración de las compañías petroleras, que han visto su flujo de efectivo disminuir drásticamente y han optado por usar parte de sus ingresos en recomprar sus propias acciones para subir su valor en la bolsa. Los nuevos descubrimientos de petróleo en los últimos tres años han sido muy bajos, de entre 16 % y 11 % del petróleo que consumimos. Es obvio que esta situación repercutirá́ en un futuro próximo en una disminución de la oferta.

 

La Agencia Internacional de Energía (IEA por su siglas en Inglés), en su publicación anual sobre la situación energética mundial a final del año pasado2,vaticina una situación alarmante, aunque escondida en las más de 600 páginas de su reporte. La IEA muestra que el declive de la producción de los campos actualmente en producción es de 8 % anual, monto que se reduce a 4 %, si las compañías invierten lo necesario para el mantenimiento y mejora de dichos yacimientos. Aún así, el faltante para 2025 (es decir en siete años) sería de 34 millones de barriles diarios, poco más de la tercera parte de lo que se produce hoy o 3,5 veces la producción de Arabia Saudita. Para cubrir este faltante se necesita poner en marcha yacimientos por cerca de 16 millones de barriles diarios cuando en los últimos cuatro años hemos llegado solo a la mitad.

 

El desabasto temporal de gasolina con que México ha iniciado el año nos ha mostrado la extrema fragilidad de nuestro sistema de transporte tan dependiente del coche privado. Afortunadamente, no ha habido desabasto en cuanto a diésel y, en el caso de la gasolina, ha sido esencialmente un problema de distribución. Sin embargo, cabe recordar que casi 80 % de este combustible se importa de EE.UU. y que la producción nacional sigue a la baja. La soberanía energética que quiere perseguir el nuevo gobierno es necesaria e impostergable pero no se debe ver solo del lado de la oferta (nuevas refinerías), sino también de la demanda. La reducción de los consumos de petrolíferos debería ser otro eje de la política gubernamental, con el objetivo de disminuir el alto consumo energético del sector del transporte (47 % de toda la energía que consumimos), acelerar el cambio hacia una movilidad basada en transporte público electrico y transporte de carga caracterizados por mayor eficiencia energética, y la promoción de un sistema de generación eléctrica con mayor participación de energías renovables.

 

 

1 http://crashoil.blogspot.com/2018/11/el-pico-del-diesel-edicion-de-2018.html

2 https://www.iea.org/weo2018/

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Dr. Luca Ferrari

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