E3: ENERGÍA, ECOLOGÍA, ECONOMÍA
20.12.2019
Dr. Luca Ferrari
Frente al avance de la crisis ambiental, las soluciones mágicas que se plantean recurrentemente son las de la transición hacia «energías limpias» y la adopción del coche eléctrico. Las «energías limpias» se contraponen a las energías fósiles, que por definición son sucias porque producen CO2. Por añadidura, el coche eléctrico es no-contaminante porque su motor no quema derivados del petróleo. En los últimos años hemos escuchado repetidamente este discurso, hasta que al final nos deja convencidos. Pero ¿realmente se puede obtener energía sin que haya emisiones de gases de efecto invernadero?, ¿realmente podemos movernos sin provocar contaminación del medio ambiente? Un análisis un poco mas profundo nos indica que estos son mitos que hemos construido para convencernos de que podemos seguir sin cambiar el fondo de nuestro estilo de vida consumista y el modelo económico capitalista.
Bajo la categoría de energías limpias entran todas las fuentes de energía renovables además de la energía nuclear. La definición podría ser correcta si nos limitamos a la operación de la infraestructura: no hay emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales nucleares, hidroeléctricas y geotérmicas, o de los parques eólicos y solares. Pero esta infraestructura necesita mantenimiento y esto se hace con maquinaria que usa combustibles fósiles. Si además tomamos en cuenta su construcción, las emisiones suben notablemente. Piensen, por ejemplo, en la cantidad de cemento -cuya producción produce gran cantidad de CO2- que se emplea en la cortina de una presa o en la construcción de una central nuclear; en el acero -cuya producción se hace en su mayoría quemando carbón- de cada torre eólica, que ya las hay de más de 100 m de altura; en el consumo de diésel de la maquinaria para construir una presa o de la que se emplea para la minería de cobre, litio, níquel, cadmio, aluminio, oro, plata, cobalto, tierras raras, etc., que son elementos fundamentales de los paneles solares, las baterías y toda la electrónica asociada a las renovables; en las emisiones que se generan en la fabricación de las gigantescas aspas de los aerogeneradores -producidas con derivados del petróleo-; incluso la energía de biomasa produce emisiones.
Es cierto que la construcción de centrales basadas en combustibles fósiles también produce emisiones, pero dado que estos últimos tienen mucha mayor densidad energética que las renovables, las centrales de carbón, gas o combustóleo necesitan mucho menos espacio y materiales, y por ende su construcción produce menos emisiones. Finalmente, hay que considerar las emisiones en la fase de retiro y, eventualmente, reciclaje de la infraestructura, que en el caso de las renovables es más frecuente que para las fuentes fósiles. En realidad, la única energía limpia es la que no usamos. Todas las maquinas que hemos inventado para transformar la energía en formas útiles para la civilización industrial producen emisiones. Resulta entonces engañoso hablar de energías limpias, en todo caso, podríamos hablar de energías menos sucias.
De una manera similar al mito de las energías limpias, se ha difundido la idea del coche eléctrico como un medio de transporte no contaminante: ¡cero emisiones! Y sí, como en el caso anterior, el coche eléctrico no emite CO2 al funcionar, pero la producción de electricidad y la fabricación del vehículo sí que producen emisiones, y bastante. Las emisiones en la producción de electricidad dependen de la matriz energética de cada región. En el caso de países como Francia y Noruega, donde la gran mayoría de la electricidad es producida por centrales nucleares o hidroeléctricas, respectivamente, las emisiones son efectivamente muy bajas o nulas. Pero estos países son excepciones. En EE.UU., donde la matriz energética está constituida 80 % por combustibles fósiles, en promedio un coche eléctrico produce 40 % de las emisiones de un coche de gasolina1. En México, 89 % de la electricidad se produce con combustibles fósiles, por lo que un vehículo eléctrico en nuestro país produce un poco menos que la mitad de las emisiones de un coche de gasolina.
Si además consideramos las emisiones que se generan en la construcción del coche, el vehículo eléctrico pierde aún mas la característica de «verde». El talón de Aquiles del coche eléctrico es la batería, para cuya construcción se necesitan litio, cobalto, níquel o manganeso que se obtienen en minas a cielo abierto y cuya fabricación necesita de cantidades adicionales de energía en las fabricas. Aquí también entra en juego la matriz energética de la región donde se producen las baterías. Si éstas se fabrican en Asia, donde el carbón es un componente importante de la matriz energética, un vehículo eléctrico como el Tesla Model 3 -con prestaciones similares a un coche de gasolina- resultaría más contaminante que el Toyota Prius híbrido y alcanzaría 89 % de las emisiones de un coche de gasolina en países como Alemania y EE.UU., que generan una parte importante de su electricidad con carbón2. En caso de que las baterías se fabricaran en la Gigafactory de Tesla en Nevada, las emisiones bajarían un poco, pero serían similares al Prius híbrido en Alemania y EE.UU.
Como lo indica Samuel Alexander, investigador del Melbourne Sustainable Society Institute, para cumplir con el «presupuesto de carbono» establecido en el acuerdo de París, los países desarrollados tendrían que reducir sus emisiones en un 8 % a 10% cada año, pero esto simplemente no se puede lograr mediante el uso de formas de energía más limpias y coches eléctricos. «Reducciones significativas de emisiones requieren que usemos considerablemente menos energía». A su vez, esto implica un cambio de modelo económico.
En su clásica revisión de 2006, el economista británico Nicholas Stern calculó que una descarbonización de más del 3 % a 4 % es incompatible con el crecimiento económico3. Además, el crecimiento económico no es simplemente responsable del aumento de las emisiones. Ya estamos excediendo un nivel sostenible de uso de recursos4 y la sobreexplotación del suelo, de los océanos y la deforestación son los resultados previsibles de nuestra aceptación del capitalismo global. Si de verdad queremos un futuro ambiental y socialmente sustentable, necesitamos un cambio económico mayor: dejar de anhelar el crecimiento económico para ir hacia una cultura de consumo basada en la suficiencia y una mayor equidad.
1 https://afdc.energy.gov/vehicles/electric_emissions.html
2 https://www.carbonbrief.org/factcheck-how-electric-vehicles-help-to-tackle-climate-change
3 http://www.lse.ac.uk/GranthamInstitute/publication/the-economics-of-climate-change-the-stern-review/