CAMBIO CLIMÁTICO: HIDROLOGÍA Y SOCIEDAD
13.08.2025
Dr. Enrique González Sosa
Aristóteles concebía que la materia estaba formada por cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. En contraste, la vida en la Tierra esencialmente depende de la relación agua - luz, la cual interviene en el ciclo del agua del planeta, siendo la luz el reactor y el agua el carburante. Es tal la relevancia de la luz que Leonardo Da Vinci sugirió que la penumbra de luz, reflejada cuando la Luna está en cuarto creciente, es parte de la luz que emite nuestro planeta -llamada «luz cenicienta»-.
En la cotidianidad de nuestras vidas le damos poca importancia a la luz, simplemente, nos parece confortante observar la belleza de la naturaleza en términos de la cantidad de luz con la que brilla, al grado de exclamar: «hoy es un día esplendoroso», lo cual nos transmite jubilo. Empero, el nivel de brillantez o luminosidad, si así queremos verlo, se debe a la fracción de la energía reflejada por la Tierra o albedo -porcentaje de luz reflejada-, de tal forma que, sin luz, la vida sería diferente, oscura y sin organismos complejos.
La brillantez de la Tierra tiene un papel fundamental en la regulación del clima, la temperatura y la humedad del aire, o sea, en la vida de la Tierra. Es claro que la luminosidad de la Tierra ha cambiado porque las condiciones de la superficie lo han hecho también, tanto por la urbanización como por la contaminación. La reducción de la brillantez en áreas urbanas es ocasionada por las superficies oscuras, tales como el asfalto de las calles y los techos de los edificios, lo cual también contribuye a la contaminación lumínica durante la noche, aparentando un planeta más brillante cuando es visto desde el espacio.
En los últimos años la Tierra ha reducido su brillantez, es más opaca. A pesar de que la brillantez del Sol ha aumentado 0.1 %, la cantidad de luz reflejada por la Tierra -valorada mediante las anomalías del albedo promedio de la Tierra- paso de 0.31 (31 %) a 0.29 (29 %), una reducción de al menos 5 %. Es decir, la Tierra se está oscureciendo.
La reducción del albedo, derivada de observaciones de la «luz cenicienta» en los últimos 20 años, indica un aumento en el balance entre la luz que ingresa y la que sale del planeta de más menos 0.5 Wm-2, lo cual es significativo climatológicamente (NASA). Este cambio de luminosidad es promotor del cambio climático. Implica que las partes continentales y marítimas estén almacenando más calor y, por consiguiente, más evaporación, más nubosidad, así como mayor calentamiento y acidez de los océanos.
Paradójicamente, la nubosidad viene a jugar un papel importante en la brillantez como en el oscurecimiento del planeta. La nubosidad baja es reconocida por su blancura y capacidad reflectante, sin embargo, al desaparecer la nubosidad baja, la Tierra emite menos luz ocasionado un efecto de oscurecimiento -menos brillo-, lo cual puede interpretarse como una variación natural del clima.
En este contexto, los modelos climáticos predicen que a medida que la Tierra se caliente, las nubes bajas desaparecerán y, consecuentemente, el planeta absorberá más radiación solar. Especulando científicamente, podemos decir que la luminosidad de la Tierra es un ciclo que se autoperpetúa. En fin, disfrutemos del esplendor de los días y la divinidad de la naturaleza. «La luz llega y en cada átomo, la luz persiste y nos hace crecer» (Poema a la luz: Ana Meru Méndez).