24.09.2020
Dr. Enrique González Sosa
Algunas veces nos preguntamos: ¿cuánto nos hemos preparado para lo predecible y cuánto nos falta prepararnos para lo impredecible? El Banco Mundial establece a partir de experiencias anteriores y características comunes, fenómenos económicos que denomina «Cisne Negro: riesgos devastadores, impredecibles y no asegurables». Hoy, vivimos una situación de crisis sanitaria con la COVID-19, considerada la peor recesión después de la Segunda Guerra Mundial, un Cisne Negro más de la naturaleza.
Los desastres asociados a la dinámica de la naturaleza del planeta, como inundaciones, terremotos y las grandes pandemias sanitarias, dejan de ser naturales cuando el ser humano es quien los induce y altera su entorno, sobre todo, porque dejan huellas imborrables para la posteridad. Por mencionar algunos casos, en torno al año 1350 en Europa ocurrió una gran epidemia de peste, fecundada por una zoonosis entre ratas y seres humanos, como lo describió Alezandre Yersin, microbiólogo suizo; o bien, la erupción del Vesubio en el año 79 a.C.
Ante la búsqueda de respuestas para enfrentar réplicas de grandes desastres, Francis Ghesquiere, Jefe del Global Facility for Disaster Reducction and Recovery (GFDRR) menciona: «Tener una mejor comprensión de los desastres del pasado, nos da una oportunidad de evitar los errores cometidos en él“.
Actualmente, vemos que la movilidad del campo a la ciudad, de las zonas conurbadas a las megalópolis, concentra grandes aglomeraciones de una población con una composición multicultural y estratificada económica y socialmente, siendo la industria la gran victoriosa y los ecosistemas naturales los infortunados, resultando una pobreza dominante a escala global. Ejemplos sobran, de tal forma, que nos preguntamos: ¿estaremos procreando un Cisne Negro?
Si fuera una realidad, diríamos que nuestro aprendizaje no ha sido el adecuado, nos debemos preparar para lo impredecible. En el peor de los casos, como menciona William Fulkner -Premio Nobel de Literatura de 1949- “The past never dead. It is not even past” (El pasado nunca muere. Éste aún no pasa). Así, aunque hemos vivido réplicas de grandes desastres, los daños se incrementarán por el crecimiento de la población y por la presencia de eventos mayores a los ya vividos.
¿A qué Cisnes Negros nos enfrentaremos en el futuro? No es tema cuestionarse por cuestionarse, están por venir huracanes, erupciones, temblores y epidemias más devastadoras de las que hemos vivido. Hoy tenemos la oportunidad de mitigar los daños de eventos futuros, con suerte, hasta los daños que generan los Cisnes Negros de la naturaleza. Bastaría con ordenar el crecimiento de las ciudades, ordenar los cambios de uso de suelo y gestionar la infraestructura de una manera amigable con la naturaleza; el beneficio sería sistémico y sustentable, sin importar la composición multicultural y estratificación económica y social de los centros urbanos… antes que se cumpla el pronóstico de la ONU para 2050: 70 % de la población mundial vivirá en zonas urbanas, 130 millones de personas estarán en riesgo, con un activo de 150 billones de dólares ocasionado por inundaciones rivereñas y costeras.