CAMBIO CLIMÁTICO: HIDROLOGÍA Y SOCIEDAD

09.07.2025

El agua inquieta y la lluvia conforta

Fotografía: Julieta Espinosa 2019

Dr. Enrique González Sosa

El agua es vida, pero los excesos y escasez de ésta nos inquietan, es decir, inundaciones y sequías no sólo son fenómenos naturales que se amplifican por los efectos del calentamiento global, sino que son imponderables que afectan gravemente a la humanidad.

 

Cuando las sequías son prolongadas, bienvenida sea la lluvia. La lluvia viene aliviar la angustia social y restablece el palpitar de la naturaleza. La lluvia transporta el oxígeno que requiere el sistema circulatorio del planeta, constituido por la red hidrológica continental.

 

La calidad del agua del sistema circulatorio del planeta juega un papel fundamental en nuestras vidas. Desde el primer contacto con la vegetación, el agua de lluvia lava y distribuye los nutrientes depositados durante los periodos de secas, incluyendo la producción de sustancias por secreción metabólica de la vegetación -tanto del follaje como de las ramas y el tronco-, las cuales se han acumulado por semanas o meses, según la duración seca o de sequía.

 

La diversidad y los cambios en la vegetación y especies de árboles contribuyen con una variedad de ingredientes, que enriquecen los nutrientes contenidos en el agua que circula por los ríos. El agua no sólo son dos átomos de hidrogeno y uno de oxígeno (H2O), también contiene otros compuestos que suelen clasificarse como sales y minerales. Por ejemplo, algunas revisiones indican que los bosques de coníferas presentan una mayor deposición de nitrógeno (N) y azufre (S), y una mayor filtración de nitratos, sulfatos, potasio, calcio y magnesio (NO3−, ??24−, K+, Ca2+ y Mg2+) que los bosques caducifolios; mientras que los bosques caducifolios presentan un mayor intercambio de potasio, calcio y magnesio (K+, Ca2+ y Mg2+) en el dosel.

 

Dichas sustancias son transportadas hacia el pie de los árboles para que, nuevamente, el flujo entre en contacto con el suelo, y a través de la infiltración, flujo superficial y subsuperficial fluyan y reaccionen químicamente con minerales contenidos en los tres tipos principales de rocas: ígneas, sedimentarias y metamórficas.

 

De esa forma, todos estos componentes alimentan las corrientes de agua, las cuales se ocupan de la distribución de los nutrientes y dan vida a los ecosistemas acuáticos, e igualmente definen la calidad del agua a lo largo y ancho de los continentes. Potencialmente, la dilución de dichas sustancias está limitada por las fuentes puntuales durante los estiajes fluviales o el aumento de la escorrentía generada de las zonas agrícolas durante las tormentas.

 

En circunstancias similares, bendita sea la lluvia que ocurre en las ciudades, siempre y cuando no provoque inundaciones, ya sea por desbordamiento o por acumulación. En las ciudades, las actividades humanas provocan ambientes desfavorables para la calidad del agua, ya que la lluvia transporta sustancias nocivas como cadmio, cobre y plomo (Cd, Cu, Pb), incluso mercurio (Hg), por el desgaste de llantas y frenos de los automóviles.

 

En las ciudades existe una gran diversidad de sustancias químicas y materiales que constituyen la infraestructura, sin olvidar los productos emitidos hacia la atmosfera por la industria y los productos químicos generados por la agricultura.

 

En los centros urbanos el agua fluye por las paredes, muros y calles, lava y alimenta el flujo de zonas urbanizadas que descarga en los afluentes o cuerpos de agua contenidos en las cuencas urbanas, los cuales contienen esas sustancias y otro sin número de componentes que no son identificadas fácilmente.

 

En ambos casos, áreas naturales y centros urbanos, la lluvia es la que define la concentración de las sustancias que dan vida a la naturaleza y, al mismo tiempo, provoca la necrosis de los ecosistemas acuáticos, dependiendo del recorrido los afluentes. De esta forma, la dinámica de los escurrimientos urbanos y, por ende, del transporte de las sustancias -tanto de áreas naturales como áreas urbanizadas- depende de la intensidad y duración de la lluvia, así como del clima y el ciclo hidrológico.

 

Los contaminantes lavados, como los sólidos suspendidos, aumentan la turbidez del agua receptora y determinan la calidad del agua, la cual también impacta los ecosistemas, reduce la penetración de la luz y provoca una disminución de la actividad y el crecimiento de los organismos fotosintéticos.

 

Particularmente, es notorio que la lluvia reactiva el reverdecimiento de la vegetación por la movilización de nutrientes provenientes de la vegetación y transportados dentro del suelo, favoreciendo sus actividades microbianas; una situación que no ocurre con la irrigación, ya que artificialmente se integran los nutrientes directamente al suelo o al agua de riego, incluso, provocando la salinización de los suelos.

 

La lluvia viene a despertar y reactivar la vegetación, siendo la llave de las funciones fisiológicas, bioquímicas y ecológicas de los ecosistemas terrestres. En suma, disfrutemos de este reverdecimiento y arcoíris de tonalidades verdes que enriquecen el paisaje del valle queretano y sus alrededores, generados por las precipitaciones. Es importante reflexionar qué tan vital es la lluvia en la calidad del agua para el consumo y bienestar humano.

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