CONTACTO VISUAL

12.03.2019

Carta abierta a una estudiante de Crítica de Arte  

Mtro. Carlos-Blas Galindo Mendoza

Ilustración: Jorge Alcántra 2019
Fotografía: Erika Rascón

Con frecuencia acepto invitaciones para fungir como conferenciante en universidades y otras instituciones de educación superior, así como en museos o centros culturales. Luego de proyectar imágenes de obras -o bien esquemas y cuadros sinópticos- y con la finalidad de propiciar que, de entre mi audiencia, intervengan aquellas personas que por timidez o por alguna otra causa no lo hacen al término de cada una de mis participaciones, la última imagen que muestro es la de mi dirección de correo electrónico. Es por esta razón que, por esa vía, recibo cuantiosas preguntas, reclamos y comentarios.

 

En la presente colaboración doy una respuesta pública y ampliada a una de las cartas que he recibido recientemente (la cual respondí ya de manera directa) y en la que mi corresponsal me comunica su asombro ante la similitud que demuestro entre los paradigmas del arte fin-de-siglo (el del XIX), las vanguardias históricas (las de la primera mitad del XX), las neovanguardias (las de la segunda mitad del XX) y las postvanguardias (los lenguajes vigentes desde los años 80 de la anterior centuria hasta el presente), aspecto al que ya me he referido en Serendipia (El arte ante una encrucijada, publicado en tres partes).

 

Luego de esa reacción primera, ella pregunta si es posible terminar con esos paradigmas sin retomar soluciones del arte del pasado, para luego aludir al carácter patriarcal del campo artístico. Enseguida plantea su confianza respecto a que un arte para el entretenimiento sería aceptado por amplios sectores poblacionales, para posteriormente advertir del riesgo de que ese arte sea «absorbido» por el sistema. Y, finalmente, mi corresponsal se refiere al papel de las galerías en el proceso de definición de la artisticidad. Ella ha asistido al Taller de acercamiento a la crítica de artes plásticas, visuales y conceptuales que Oswaldo Ramos conduce en el Museo Francisco Cossío de la ciudad de San Luis Potosí.

 

Estimada Mónica:

 

Mucho agradezco el interés que demuestras por la crítica de arte, al asistir al taller especializado que se imparte en el Museo Francisco Cossío y al haber acudido a la conferencia Origen, presente, amenazas y futuro del arte contemporáneo, que tuve el gusto de impartir en el Centro Universitario de las Artes de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Y asimismo te agradezco que me hayas escrito.

 

En lo que concierne a tu primer comentario, alusivo a la similitud que develo entre los paradigmas de las artes de los recientes 170 años, te recuerdo que si lo que queremos es transformar la realidad presente, siempre es fundamental preguntarnos por aquello que no resulta tan palpable o que pareciera que «siempre ha sido así». Y, desde luego, no únicamente en cuanto a los hechos culturales. Solo si procedemos de esta manera, nos será posible desentrañar su estructura real y, consecuentemente, cambiar las cosas.

 

En cuanto a tu pregunta sobre «acabar» con los paradigmas vigentes en el campo artístico sin que eso implique una vuelta atrás, te comento que no es posible romper con ningún paradigma de manera tajante; y menos todavía, cuando los actuales tienen más de siglo y medio incubándose, brotando, creciendo, reproduciéndose y extendiéndose. El cambio habrá de ser progresivo y para ello se requiere que quienes estamos involucrados con la cultura artística desarrollemos nuestro pensamiento crítico, contemos con información especializada y actualizada, y hagamos los cambios por nosotros mismos. E, inicialmente, en nosotros mismos. La tentación de enmendar el presente recurriendo al pasado es muy grande, pero el conservadurismo (el retomar lo que ya se ha hecho) es contrario al desarrollo de la cultura artística.

 

Paso ahora a comentar acerca del carácter patriarcal del campo artístico, que por supuesto está relacionado directamente con el aspecto de los mencionados paradigmas. Soy sesentayochero (y soy hippie; pero esa es otra historia y habré de contarla en otro momento). En 2018 se cumplió medio siglo desde que ingresé al bachillerato con duración de seis años en el plantel dos de la Escuela Nacional Preparatoria (UNAM), en la capital mexicana. Ahí cursé mis estudios correspondientes a educación secundaria y preparatoria, así que soy universitario desde 1968. Aquel año me correspondió acudir a mítines y marchas. Por casualidad no asistí a la del dos de octubre en Tlatelolco, de la que supe muy a tiempo. Como participante del movimiento estudiantil-popular del 68, aprendí mucho sobre democracia, antiautoritarismo y anti-represión.

 

Cursé mis estudios de Licenciatura en Artes Visuales entre 1974 y 1977 en la institución que actualmente se denomina Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Ahí refrendé mi vocación libertaria y fui formado con base en parámetros materialistas. Mi apreciado profesor Armando Torres Michúa (1944-1999) me acercó a los planteamientos de Antonio Gramsci (1891-1937). Y Juan Acha (1916-1995), mi mentor, me formó en la Sociología del Arte, también basada en principios materialistas*.

 

Como sesentayochero me siento muy agobiado porque, pese a los esfuerzos de muchísimas personas que desde diferentes flancos se han comprometido con todas las formas de la lucha libertaria, no hemos podido erradicar al capitalismo. Y esto es así porque, entre la gente revolucionaria, nadie se propuso acabar con el sustrato patriarcal en el planeta; es por eso mismo que aun cuando hemos conseguido cambiar nuestra realidad en muchos aspectos, el llamado socialismo real fracasó y únicamente el feminismo logrará una transformación verdadera no solo del arte sino del mundo entero. A los varones nos corresponde, entretanto, contribuir a la despatriarcalización de nuestras sociedades.

 

En lo que concierne a tu postura respecto a que un arte para el entretenimiento sería bien recibido entre amplios sectores poblacionales y a tu preocupación referente al riesgo de que un arte de esa índole sea «absorbido» por el sistema, te comento que mientras el capitalismo subsista, es innegable que toda propuesta artística, por más revolucionaria que sea, nos será escamoteada por el sistema y tratada como si de inicio hubiese estado destinada para el entretenimiento y/o para el comercio.

 

Ese ha sido el caso de Banksy o el de Michael Moore en el cine documental. Quienes nos proponemos participar en los cambios no conseguiremos gran cosa si nos marginamos, pues eso es lo que le conviene al sistema. En cambio, si negociamos con quienes controlan las instituciones, mucho podemos conseguir. Y menciono dos ejemplos personales.

 

El primero es que, como sabes, fui director del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBAL en tiempos del panismo en el gobierno federal. Y obtuvimos muchos logros a favor del cambio hacia la expansión de los linderos de la investigación y la documentación de lo artístico, amén de un programa editorial sin precedentes.

 

El segundo: Fui invitado a ser parte del jurado del Premio Nacional de Artes 2017. Por supuesto que desde mi anti-peñismo, lo «adecuado» hubiera sido que no aceptara, pero accedí a hacerlo y se logró entregarle a Nicolás Echevarría el máximo reconocimiento institucional de su tipo que existe en nuestro país por su labor tanto en el cine documental, como en el que no es documental, así como por su trabajo para el Memorial del 68 en Tlatelolco, CDMX. En toda negociación es preciso ir en pos de la obtención del mayor beneficio, a sabiendas que es menester ceder un poco en algunos aspectos.

 

Las galerías de arte son necesarias como parte de todo el engranaje interno que es inherente al campo artístico y que hace posible su funcionamiento. Lo que hay que evitar es que quienes son galeristas se arroguen la exclusividad de decidir qué es lo artístico, y que lo hagan únicamente con base en criterios mercantiles, haciendo a un lado los culturales.

 

Ahora bien, no todas las personas que son galeristas se comportan de igual manera. Las hay (como en todas las actividades humanas) con una preparación sólida y con el compromiso de contribuir al desarrollo cultural, las hay con la intención de beneficiar únicamente una índole de producción o con compromisos para favorecer a cierto sector oligárquico, así como las hay deshonestas. Quienes se dedican al mercado del arte han propiciado conformar una asociación que garantice la observancia de normas, como por ejemplo la de no comerciar con obras robadas. Y sé de galeristas y de gente que labora en casas subastadoras que han conseguido asesorar a personas interesadas en comprar arte, hasta el punto de lograr que vendan piezas que habían reunido sin un criterio sólido y que adquieran obras relevantes con las cuales han conformado acervos muy valiosos.

 

Tal es el caso de la Colección Coppel, con sede en la ciudad de Culiacán, y en la que se resguardan varias obras de la autoría del pintor Enrique Guzmán. Quienes inician sus trayectorias profesionales en las artes visuales y conceptuales (o, bueno, también en las plásticas) han de elegir la galería que sea afín a la obra que realizan… o a más de una −como desde el comienzo de su carrera ha hecho Francisco Toledo− y comprender que alguna negativa puede deberse a la incompatibilidad de orientaciones artísticas entre ambas partes. Asimismo, abundan ejemplos respecto a que quienes comienzan sus trayectorias cuentan con la posibilidad de fundar un espacio físico para la venta de obra, que hoy en día ha de contar con la indispensable posibilidad de hacer transacciones vía la Internet.

 

Espero y deseo que estos comentarios te resulten de utilidad. Te envío mis saludos afectuosos.

 

 

*Ya me he referido en Serendipia a estos profesores en mi texto Sobre mi concepción de lo artístico.

El arte ante una encrucijada

El fin de los petrodólares y el regreso a un mundo multipolar

La transparencia, un instrumento de conocimiento interior

Lo que no debemos ignorar del cambio climático y la salud pública

México en las miradas artísticas extranjeras

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