PENSAR EL ARTE

14.08.2019

Saint-Alban-sur-Limagnole, Lozère, Francia; locura y arte

Dra. Laurence Le Bouhellec

Detalle: Arte y locura. Ilustración: Jorge Alcántara 2019
Dra. Le Bouhellec

Situada en el corazón de Francia, en una zona que se ha caracterizado por ser de bastante difícil acceso a causa de sus características topográficas, la Lozère destaca por haber sido una de las pocas regiones del viejo continente donde pudieron encontrar refugio los no católicos en tiempos marcados por las persecuciones religiosas, sea por ejemplo, después de la revocación del Edicto de Nantes, promulgada por Luis XIV a finales del siglo XVII o, en fechas más recientes, durante los caóticos años de la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945.

 

Etapa de la Via Podiensis en la Lozère -el nombre latino de uno de los cuatro caminos franceses del peregrinaje a Santiago de Compostela-, Saint-Alban-sur-Limagnole cuenta con un antiguo castillo, cuyo destino cambió radicalmente a principios del siglo XIX, cuando fue adquirido por el gobierno del Estado francés para ser habilitado como hospital psiquiátrico. Pero nada que ver en este establecimiento con gélidas y autoritarias personalidades como la que encarna miss Ratched en la película de M. Forman, One flew over the cuckoo´s nest (1975), con sus continuas y voluntarias prácticas destructivas en contra de los pacientes bajo su «cuidado».

 

Muy al contrario, el manicomio de Saint-Alban-sur-Limagnole se ha ganado un lugar privilegiado en la historia de las instituciones psiquiátricas europeas por haber acogido a médicos pioneros en tratamientos menos agresivos que los que se solían aplicar en su época en otros centros, más humanizados para decirlo de alguna manera, médicos que no dudaron tampoco en permitir o impulsar entre sus pacientes la práctica de la producción artística, imprescindible alivio y muy puntual sublimación de complejidades existenciales a las cuales resulta difícil encontrar algún tipo de solución duradera.

 

Numerosas son las personas que han quedado asociadas a tan memorable hazaña: recordemos primero a H. Tisson, miembro de la orden de San Juan de Dios, quien inició el proyecto; también al doctor P. Balvet, quien redefinió radicalmente las relaciones entre el personal médico y los pacientes del hospital con la finalidad de proporcionar a estos últimos una mayor autonomía; y al refugiado catalán, F. Tosquelles, militante antifascista y médico en jefe de los servicios de psiquiatría del ejercito republicano español, quien empezó a ejercer en el hospital a principios de 1940 a partir de fundamentos psicoanalíticos, abriendo la puerta a novedosos enfoques sobre lo considerado como patologías mentales y, por ende, innovadores sistemas de terapia.

 

Si bien F. Tosquelles es, sin la menor duda, una de las mayores figuras de la historia de la psiquiatría europea en el siglo XX, otra persona que jugó también -a su manera- un papel absolutamente decisivo en el particular desarrollo del hospital fue el psiquiatra L. Bonnafé, conocedor de la movida surrealista, amante de sus propuestas, quien no dudó en poner en práctica una de las ideas planteadas por el mismo A. Breton en l’Amour fou1: promover la simpatía como el camino que permite a las personas, que lo recorren juntas, resolver problemas que se quedarían sin solución al quedarse viviendo en soledad. Ahí estuvo, sin la menor duda, la semilla del proyecto del periódico Trait-d’union 2, en el que podían participar con los mismos derechos todos y cada uno de los residentes del hospital.

 

Oponiéndose claramente a las opiniones de muchos de sus colegas, L. Bonnafé siempre consideró que una persona enferma no tiene por qué quedar excluida de los entornos de comunicación o participación social, a menudo exclusivos de las personas «normales». Y si la comunicación se suele establecer por los más comunes canales de la decibilidad -hablar o escribir- puede, igual y probablemente de una manera mucho mejor ajustada a las necesidades y posibilidades de cada persona, desarrollarse por medio de la producción artística.

 

Quizá fue su abuelo, M. Dubuisson, quien ejerció a lo largo de toda su vida en establecimientos psiquiátricos -dicho sea de paso, uno de los primeros médicos conocidos que se haya interesado en la obra artística producida por sus pacientes, a tal punto de conservarla y coleccionarla-, quien haya ayudado a desarrollar el interés y la sensibilidad de su nieto por esta actividad comúnmente reservada a unos cuantos elegidos.

 

Sea lo que sea, en el hospital de Saint-Alban-sur-Limagnole, muchos fueron los pacientes que desarrollaron algún tipo de producción o creación artística. Aunque, en la mayor parte de los casos, las obras nos han llegado de manera anónima, los nombres que han logrado sobresalir son, hoy en día, referencias imprescindibles cuando se estudia lo que en aquel entonces se solía llamar simplemente l’art des fous (el arte de los locos). Tal es el caso de M. Sirvens, quien ejercía de costurera antes de quedar encerrada durante 25 años en el hospital de Saint-Alban-sur-Limagnole y que, reutilizando los hilos de sus sábanas pacientemente des hiladas, logró elaborar el vestido de novia de sus sueños; hoy en día, es una de las obras emblemáticas de las colecciones del Musée de l’Art Brut de Lausana, Suiza.

Arte y locura. Ilustración Jorge Alcántara 2019

Pero no se puede hablar del establecimiento psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole sin mencionar que, además de su equipo de médicos de excepción y de las increíbles obras producidas por algunos de sus pacientes, sirvió de refugio y escondite para intelectuales, poetas y artistas en el momento en el que se desató la persecución por la implementación de las leyes en contra de la población judía y de algunos integrantes de los grupos de resistencia a la ocupación alemana en Francia.

 

Así, fue como en 1943 el poeta P. Éluard llegó ahí con su esposa, Nusch, huyendo de la Gestapo. Posteriormente, los alcanzó su hija acompañada de su futuro esposo, el pintor G. Vulliamy. A raíz de esta muy particular estancia, marcada puntualmente por el frío y la escasez de alimentos, el poeta -quien acostumbraba deambular por el establecimiento y el cementerio anexo- escribirá el largo poema Souvenirs de la Maison des Fous 3, ilustrado por dibujos de su yerno, quien retrató a algunos de los pacientes del hospital.

 

Un poco más tarde, en 1945, Tr. Tzara fue otro de los huéspedes-refugiados de renombre en este aislado hospital de la Lozère. Durante su estancia, escribió -sin hacer uso de mayúsculas ni puntuación- el libro de poemas Parler seul, posteriormente ilustrado por 72 litografías de J. Miró y considerado por los especialistas como uno de los libros de arte más bellos que se hayan producido4.

 

Si bien ni P. Éluard ni Tr. Tzara comentaron algo relacionado con la producción artística de ciertos residentes de Saint-Alban-sur-Limagnole, los dos terminaron comprando algunas de las muy peculiares esculturas de A. Forestier. Es así como, por primera vez, algunas obras pudieron salir del espacio cerrado del hospital, viajar a la capital francesa y ser presentadas a ciertas personas -como J. Dubuffet, por ejemplo-, que desempeñarían un papel absolutamente protagónico para su pleno reconocimiento como obras de arte. No ha de sorprender saber que, pronto, J. Dubuffet tomó la decisión de viajar hasta Saint-Alban-sur-Limagnole para conocer personalmente a A. Forestier, adquirir obras suyas y muchas más, en particular de M. Sirvens. La colección, que seguiría creciendo con los años, se puede admirar hoy en día en el Musée de l’Art Brut de Lausana, Suiza.

 

Sobra decir, finalmente, que lo sucedido en las primeras décadas del siglo XX en Saint-Alban-sur-Limagnole resulta absolutamente excepcional. Dudo mucho que haya existido otro lugar que haya sido tan extraordinario y significativo, por un lado, como lugar de producción o creación artística -sea de artistas reconocidos como tales o no- y, por otro lado, como lugar de encuentro entre personalidades completamente fuera de serie -hayan sido médicos, artistas o intelectuales-, que por ende no solo jugaron un papel fundamental en la historia contemporánea de la psiquiatría, sino también del arte. En relación con este último punto, a raíz de su proselitismo, J. Dubuffet incidió directa o indirectamente en la consagración de formas marginales de producción artística y en la sustitución del término «arte de los locos» por «art brut».

 

Al prestar atención a lo sucedido desde nuestro observatorio del siglo XXI, lo ocurrido se vuelve aún más singular, ya que desde la segunda mitad del siglo XX, los cambios en los tratamientos psiquiátricos, dando preferencias a las quimioterapias y al uso de neurolépticos, se han visto acompañados de una considerable disminución de la producción artística entre enfermos mentales. Un poco como si las nuevas terapias tuviesen un efecto directo de inhibición sobre la necesidad o capacidad de producción artística. Quizá, también, hayan influido las condiciones diferentes de encierro o semiencierro que se han ido implementando junto con los nuevos tratamientos; pero aun cuando no se sabe del todo qué tipo de base se ha podido llegar a establecer y cristalizar, la relación privilegiada entre locura y producción artística bien parece ser que ya pasó a la historia.

 


1  El amor loco es un relato autobiográfico escrito entre 1934 y 1936, y publicado en 1937.

2  El trait d’union es, en su primer sentido, un signo en forma de pequeña raya horizontal que permite, en francés, unir los diferentes elementos requeridos para la construcción de una palabra compuesta: arc-en-ciel, por ejemplo. En su segundo sentido, hace referencia a una persona o cosa que puede llegar a servir de intermediario, lo que es el periódico ideado por L. Bonnafé, que permite integrar como comunidad a los residentes del establecimiento psiquiátrico.

3  Recuerdos de la Casa de los Locos se publicó por primera vez en 1946. Se acaba de reeditar apenas hace algunos años.

4  Un ejemplar de Hablar solo se vendió el 13 de mayo de 2014 en la casa de subasta francesa Artcurial por € 11.700.

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