ECOFEMINISMOS

30.07.2025

Somos la última generación que verá luciérnagas

Ilustración: Jorge Alcántara 2025

Dra. Ana Gabriela Castañeda Miranda

Fotografía: Dra. Ana Castañeda

Las luciérnagas, también conocidas como cocuyos o gusanos de luz, son insectos fascinantes pertenecientes a la familia Lampyridae. Aunque comúnmente se les asocia con su mágico resplandor en las noches cálidas, estos seres cumplen funciones ecológicas vitales. Son indicadores de ecosistemas sanos, controladores biológicos de plagas y una fuente de asombro para la humanidad desde tiempos ancestrales. Hoy, sin embargo, enfrentan un destino alarmante: su extinción está cada vez más cerca.

 

Las luciérnagas se encuentran en regiones templadas y tropicales de casi todo el mundo, con especial abundancia en América Latina, el sudeste asiático y algunas zonas del sur de Europa. En México, por ejemplo, hay más de 200 especies registradas, muchas de ellas endémicas, destacando sitios como los bosques de Nanacamilpa (Tlaxcala) y la región de Los Tuxtlas (Veracruz) por sus espectáculos de bioluminiscencia.

 

Estas criaturas brillan gracias a un fenómeno bioquímico único llamado bioluminiscencia, que ocurre en un órgano especial situado en su abdomen. Ahí, una enzima llamada luciferasa cataliza una reacción entre una proteína llamada luciferina, oxígeno y ATP (energía celular), produciendo luz fría y visible. Este brillo cumple varias funciones: atraer pareja, advertir a depredadores o comunicarse entre individuos.

 

El ciclo de vida de una luciérnaga es delicado y especializado. Su desarrollo puede durar entre uno y dos años, mayormente en estado de larva, alimentándose de caracoles, lombrices y otros pequeños invertebrados en suelos húmedos. La fase adulta, cuando finalmente brillan y se reproducen, es sorprendentemente breve: apenas de dos a cuatro semanas. Este periodo suele coincidir con la temporada de lluvias y temperaturas cálidas.

 

Dependiendo del clima local, las luciérnagas pueden observarse con mayor frecuencia entre mayo y agosto en el hemisferio norte -particularmente en México, Centroamérica y el sur de Estados Unidos-, mientras que en el hemisferio sur aparecen más hacia el verano local, entre diciembre y febrero.

 

Al anochecer, su danza de luces embellece bosques, campos y humedales, siempre que el entorno sea sano, oscuro y libre de perturbaciones humanas; sin embargo, este espectáculo natural está desapareciendo rápidamente. Los motivos de su drástica disminución son diversos y preocupantes:

 

  • La contaminación lumínica, que interfiere con sus señales de apareamiento.
  • El uso excesivo de pesticidas y fertilizantes químicos, que contaminan suelos y matan larvas.
  • La deforestación, el cambio de uso de suelo y la expansión urbana desordenada.
  • La contaminación del agua y del aire, que afecta directamente su ciclo vital.
  • El turismo no regulado, que altera su entorno con luces, ruido y presencia masiva.

 

Expertos advierten que, de continuar esta tendencia, muchas especies de luciérnagas podrían extinguirse en menos de 20 años en diversas regiones del planeta. En algunas áreas ya se ha registrado una pérdida de más de 70  % de las poblaciones en apenas dos décadas. ¿Qué podemos hacer para detener esta tragedia silenciosa?

 

  • Apagar luces innecesarias por la noche y promover cielos oscuros.
  • Evitar pesticidas y apoyar la agricultura ecológica.
  • Proteger y restaurar ecosistemas húmedos y bosques ribereños.
  • Promover un turismo consciente, sin flashes ni ruidos invasivos.
  • Educar en casa y en la escuela sobre su valor y fragilidad.
  • Participar en iniciativas de ciencia ciudadana, reportando avistamientos.

 

Cada acción cuenta. Conservar a las luciérnagas no sólo es salvar un espectáculo natural, es cuidar el equilibrio ecológico, la salud del suelo, la biodiversidad y una parte de nuestra memoria biocultural. Ellas no son sólo insectos que brillan, son centinelas de la oscuridad, guardianas silenciosas de los ecosistemas nocturnos. Si no actuamos ahora, seremos la última generación que vea luciérnagas. Y eso sería una pérdida de luz que no podemos permitir.

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