16.07.2025
Dra. Sheila Iraís Peña Corona
En colaboración con el M. en C. Juan Isaac Chávez Corona y la Dra. C. Adriana Mendoza Rodríguez
¿Por qué no puedo embarazarme? Una pregunta con nuevas respuestas… En todo el mundo, millones de personas sueñan con ser madres o padres, sin embargo, muchas se enfrentan al frustrante camino de la infertilidad. De hecho, se estima que entre 8 % y 12% de las parejas no logran concebir de forma natural y, en la mayoría de los casos, las causas no quedan del todo claras.
¿Qué pasa cuando las pruebas hormonales salen normales, cuando no hay malformaciones visibles ni antecedentes médicos evidentes? ¿Qué ocurre cuando ni siquiera los tratamientos de fertilización asistida logran tener éxito? En esta ocasión, queremos hablarte de una posible causa, que rara vez se menciona, pero que está cobrando relevancia: la conexión entre la microbiota uterina y los bisfenoles. Estos últimos, compuestos químicos que están presentes en muchos productos que usamos a diario y que podrían estar interfiriendo silenciosamente en el proceso de reproducción.
Durante décadas, existió la creencia de que el útero era un entorno estéril, libre de bacterias, pero esta idea ha sido completamente desmentida en años recientes, gracias al desarrollo de tecnologías genéticas que nos permiten detectar, incluso, las más pequeñas comunidades microbianas. Hoy sabemos que el útero tiene su propia microbiota, es decir, una comunidad de bacterias que vive ahí y cumple funciones cruciales.
Aunque todavía no hay estudios que demuestren con certeza cómo los bisfenoles afectan directamente a la microbiota uterina, las pistas son claras. Sabemos que estos químicos alteran otras microbiotas del cuerpo, como la intestinal, y que pueden influir en las barreras celulares, en las defensas inmunológicas e, incluso, en los mecanismos que permiten que el embrión se «anide» en el endometrio.
Aquí viene una revelación sorprendente: la presencia o ausencia de ciertas bacterias puede determinar si un embrión logra implantarse o no, si un embarazo avanza o se pierde, e incluso si un tratamiento de fertilización in vitro (FIV) tiene éxito.
Los bisfenoles son sustancias químicas utilizadas para dar resistencia y flexibilidad a los plásticos. El más conocido es el bisfenol A (BPA), presente en botellas reutilizables, latas, envases de alimentos, juguetes y hasta en recibos térmicos. Aunque su uso ha sido parcialmente restringido en algunos países por sus efectos sobre la salud, han surgido alternativas como el bisfenol S (BPS) o el bisfenol F (BPF) que, lamentablemente, también tienen efectos adversos.
Estas sustancias son lo que se conoce como disruptores endocrinos: imitan a las hormonas naturales del cuerpo -como los estrógenos- y pueden alterar procesos tan delicados como la ovulación, la implantación del embrión, el desarrollo fetal... y sí, también la composición de la microbiota.
Diversos estudios clínicos han analizado la microbiota uterina de mujeres con infertilidad o con antecedentes de fallos de implantación en FIV, cuyos resultados han concluido que aquellas con un endometrio dominado por Lactobacillus tienen tasas significativamente más altas de embarazo y nacimiento vivo. Se ha observado que mujeres con microbiota saludable muestran tasas de embarazo de 70 %, en cambio, las pacientes con disbiosis -alteración del equilibrio natural de la microbiota- presentan tasas por debajo de 25 %. En este sentido, las intervenciones con probióticos, antibióticos y lactoferrina han mostrado ser efectivas para restaurar el equilibrio microbiano.
En resumen, los estudios han arrojado que la microbiota uterina dominada por Lactobacillus se asocia con una mayor tasa de embarazo -implantación exitosa- y de nacidos vivos -mejor receptividad endometrial-; mientas que la microbiota disbiótica o con predominancia de bacterias no beneficiosas (Gardnerella, Atopobium, Prevotella) se vincula con una menor tasa de implantación, mayor riesgo de fallos en la fertilización in vitro e inflamación endometrial crónica.
Para más información, les invitamos a revisar este artículo que recientemente hemos publicado: Castellanos-Ruiz, et al., (2025). Uterine Microbiota and Bisphenols: Novel Influencers in Reproductive Health. Journal of xenobiotics, 15(1), 26. https://doi.org/10.3390/jox15010026.
Aunque muchas de estas investigaciones aún están en desarrollo, hay varias acciones concretas que puedes considerar si estás buscando un embarazo o tienes antecedentes de infertilidad:
1. Reduce tu exposición a bisfenoles:
- Evita calentar alimentos en envases plásticos.
- Prefiere productos con etiquetas «libre de BPA» y verifica que también estén libres de BPS o BPF.
- Minimiza el contacto directo con recibos térmicos.
2. Fortalece tu microbiota:
- Consulta con un especialista sobre el uso de probióticos vaginales.
- Mantén una alimentación rica en fibra y alimentos fermentados.
- Evita el uso indiscriminado de antibióticos.
3. Pide estudios personalizados:
- Si has tenido fallos de implantación repetidos, pregunta a tu ginecóloga(o) sobre estudios de microbiota uterina o test de receptividad endometrial.
La reproducción es mucho más que un conjunto de funciones biológicas. Es un proceso profundamente sensible, en el que intervienen factores que a menudo pasan desapercibidos. Hoy sabemos que elementos como la microbiota uterina o la exposición diaria a sustancias químicas pueden influir silenciosamente en nuestra capacidad para concebir.
No podíamos irnos sin mencionar el tema en el ámbito veterinario; en la vaca lechera, la microbiota uterina se ha relacionado con enfermedades como la endometritis subclínica, una causa común de infertilidad. Se ha observado que la composición bacteriana en el útero postparto puede afectar directamente el restablecimiento de la fertilidad y los índices de concepción.
Estudios en modelos animales han demostrado que la exposición a bisfenoles puede modificar la expresión de genes relacionados con la respuesta inmune uterina y la maduración endometrial, así como alterar la diversidad bacteriana del tracto reproductor.
Aunque aún queda mucho por descubrir, cada nuevo estudio nos acerca a entender cómo el equilibrio de estos factores puede marcar la diferencia. Cuidar la salud del microbioma uterino y reducir nuestra exposición a disruptores endocrinos, no sólo es una estrategia preventiva, sino una vía real para mejorar las probabilidades de lograr un embarazo.
La medicina personalizada ya empieza a ofrecernos herramientas para ello: estudios de microbiota, perfiles hormonales, tratamientos dirigidos… todo con un enfoque más humano, más adaptado a cada historia. Esa es la mejor noticia: mientras la ciencia avanza, también lo hacen nuestras oportunidades.