TIERRA DEL ZORRO Y EL ERIZO
18.08.2025
Dr. Eduardo Becerra Torres
La ciencia y las humanidades, dos caras del pensamiento humano que muchas veces han sido consideradas por unos como opuestas, contrarias e incluso inmiscibles; pero también por algunos otros como aliadas, complementarias y sustancialmente indisolubles.
Desde la educación básica, nos han enseñado que son áreas separadas y la mayoría hemos tenido muy pocas o nulas experiencias donde disciplinas científicas y humanistas se combinen; sin embargo, aunque tradicionalmente separadas, ciencias y humanidades son productos netamente generados por el pensamiento humano y, por tanto, complementarias. En esta contribución me gustaría llevarlos a explorar la visión científica y humanística; cómo se han plasmado estas perspectivas por varios pensadores y de qué forma nuestra Tierra sólo se puede entender con la mente del zorro y el erizo.
Para los fines de esta columna, el concepto de ciencia es el considerado por el Consejo Científico (Science Council, organismo de Reino Unido); dice que la ciencia es la búsqueda y aplicación de conocimiento y, el entendimiento de la naturaleza y el mundo social, siguiendo una metodología sistemática basada en evidencias. Lo anterior implica que la ciencia es un conjunto que engloba ciencias naturales y sociales por igual, y no es de mi interés ni creo necesaria una división de estas.
Respecto a las humanidades, la enciclopedia británica menciona que son ramas del conocimiento que permiten la autoconcepción de los humanos y su cultura, utilizando métodos analíticos y críticos que permiten extraer información de los valores humanos y la habilidad única del espíritu humano de expresarse a sí mismo.
La ciencia y las humanidades, más allá de las definiciones, son productos del intento de la mente humana por estructurar, ordenar y expresar las percepciones sensoriales traducidas a través de una red neuronal. Estas concepciones mentales, hace varios años -en un café-, una buena amiga y yo las consideramos como parte de un todo y las bautizamos inocentemente como la cosa nostra.
Esto, que empezó como una ocurrencia de juventud, fue algo que me marcó en mi memoria y que, a largo de los años, he identificado recurrentemente -esta concepción integral del conocimiento- entre múltiples pensadores con nombres distintos: las dos culturas, la naturaleza del zorro y el erizo, entre otros. Esta visión, en la que ciencia y humanidades nos enriquecen y nos nutren, es el origen del nombre de este espacio de comunicación: La Tierra del zorro y el erizo. Ahora les presentaré algunas ideas alrededor de esta conjunción del conocimiento universal.
Empecemos con el concepto de universalidad, que le da origen a la palabra universidad y la consecuente naturaleza de ser universitario. Aunque en el renacimiento (s. XV - XVI) la estructura universitaria aspiraba a la adquisición total del conocimiento, la cantidad de información con la que contamos en estos momentos no hace viable esta proeza. En buena medida, ésta es una de las razones de la creciente especialización y focalización, combinada con la demanda constante de profundización del s. XX.
Esta tendencia, principalmente, comenzó con la corriente del positivismo (s. XIX), basada en la importancia de la observación, experimentación y consecuente medición. El positivismo fue el sustento de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), transmitida como filosofía fundacional a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); desafortunadamente, su naturaleza condujo a la sistemática división del conocimiento y el anhelo de construir persona «supercultas»; cuestión que, en la mayoría de los casos, sólo quedó en anhelos.
A mediados del s. XX, empezaron a surgir voces para retomar una visión más integral de las áreas del conocimiento. Es el caso de las dos culturas, un concepto acuñado por Charles Percy Snow en 1959, que refería a las ciencias y a las humanidades como parte de la cultura. A decir verdad, fue sumamente criticado y no fue aceptado por ninguno de los miembros de estas culturas, ya que Percy contaba con una reputación modesta, principalmente por sus infructuosas investigaciones en física.
A pesar de su mala reputación, la idea era bastante coherente. Percy mencionaba que él y sus seguidores eran los únicos que podían llamarse intelectuales -presunciones aparte- y lo fundamentaba en que ellos conocían y comprendían la ciencia, así como tenían idea de la existencia de las obras literarias clásicas y del momento, y de su impacto académico.
Esto contrastaba con la mayoría de los científicos de la época -y algunos de ésta-, quienes no tenían idea de Shakespeare ni de su obra; al igual que literatos desconocían por completo las aportaciones de Newton. Desde esta perspectiva, ambos grupos eran en cierto grado ignorantes, de ahí que los que tuvieran hambre de verdad al conocimiento, debían abrir su mente a las dos culturas para que ambas les aportaran una parte de la esencia humana.
Más allá de la búsqueda del ser «superculto» o intelectual total, la sentencia más dura de Percy fue que el mayor fallo de la convergencia ciencia y humanidades es la falta de científicos en posiciones de poder, siendo una condena desastrosa para la sociedad moderna. Para intentar afrontar este fallo, podemos ir construyendo un poco mejor esta unión del saber científico y humanístico.
Stephen Jay Gould en 2001, con su libro Érase una vez: el zorro y el erizo propuso las bases para construir una sociedad más consciente del conocimiento holístico y moderno que la sociedad global requiere. El zorro es representante de la astucia y creatividad, elementos humanísticos; mientras que el erizo es el arquetipo de la perseverancia y, consecuentemente, de la visión científica.
Es interesante el año de esta publicación. Con el comienzo del siglo, el mundo estaba dispuesto a abrirse a algo nuevo; mientras que el planeta ya estaba dando suficientes señales de que la humanidad debería responder a las crisis ambientales. En este contexto, Jay Gould nos da la respuesta al describir el tipo de personas, profesionales y académicas, necesarias para cambiar al mundo: aquellas que pueden combinar la flexibilidad del zorro con los propósitos testarudos y sinceros del erizo. La gran visión del erizo analítico, con las habilidades de poder hacer y construir del zorro, podrán proporcionar las soluciones a los grandes problemas que nos hemos construido como sociedad global.
Lo más seguro es que nunca llegaremos a ser seres «supercultos» al estilo positivista y, posiblemente, tampoco sea lo más ideal serlo, pero sí podemos ser cultos con miras más integradoras, respetuosas, con criterio y, sobre todo, con apertura a los cambios culturales. Más aún, el entendimiento de la Tierra, sus constantes transformaciones y su inmensidad sólo pueden ser entendidas con la rigurosidad y constancia del erizo (ciencia) y, la creatividad y astucia del zorro (humanidades). Con esto en mente, me parece que estas contribuciones mensuales podrán mostrar que la ciencia y las humanidades son de interés público y, sobre todo, accesibles para todas las personas con el único fin de conocer, disfrutar e, incluso, proteger mucho más el mundo que nos rodea.