25 de julio de 2025

Cylindropuntieae, tribu botánica de supervivencia extrema

Fotografía: Jorge Alcántara 2025

Mextli Moreno

En los paisajes áridos de México y el suroeste de Estados Unidos, una tribu de cactáceas desafía las leyes de la supervivencia: las choyas (Cylindropuntieae). Estas plantas no sólo resisten temperaturas extremas y sequías prolongadas, sino que han desarrollado un mecanismo para «fabricar» su propia agua y convertirse en arquitectas de diversos ecosistemas.

 

El Dr. Rolando Tenoch Bárcenas Luna, investigador de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), actualmente investiga las adaptaciones evolutivas de las choyas, desde espinas que condensan niebla hasta relaciones simbióticas con microorganismos, que las han convertido en especies únicas.

 

El investigador explica que se trata de una tribu botánica compuesta por varios géneros de opuntias, como Cylindropuntia, Grusonia y Micropuntia, esta última, un género con una sola especie. También, existe el género Pereskiopsis, endémica de Centroamérica (Guatemala y México); así como Quiabentia, propia de Bolivia y Brasil. Con la migración, la tribu ha llegado hasta el desierto sonorense, que es la zona donde hay una mayor cantidad de Cylindropuntias.

 

A nivel mundial son pocas plantas que tienen una estructura modular como las Cylindropuntia, su taxonomía es complicada y su variabilidad morfológica es basta, por lo que resulta difícil separar las especies; sin embargo, existen tendencias evolutivas fundamentales, como el papel fundamental que desempeñan en la captura de agua. «Se ha observado que cuando hay neblina, ésta se condensa sobre la superficie de las espinas, ahí se van juntando las gotas microscópicas hasta generar una lluvia, su propia lluvia».

 

Eso podría explicar cómo en lugares áridos habitan este tipo de plantas; durante las madrugadas hay bancos de neblina, ésta se condensa en las espinas, de tal forma, que cae el agua hacia su base. En palabras del Dr. Bárcenas Luna, «son plantas que pueden producir su propia lluvia, se riegan ellas mismas. Lo que queremos ver es cómo se ha modificado evolutivamente la superficie de las espinas para, después, modelar cómo van a responder estas superficies, esta morfología, respecto a la generación de lluvia».

 

El académico universitario comenta que él y su grupo de trabajo actualmente trabajan desde la hipótesis de que Grusonia puede crecer en lugares hiperáridos. Las especies de este género son clasificadas como extremófilas, ya que son capaces de sobrevivir a las altas temperaturas diurnas y las bajas temperaturas nocturnas propias de su hábitat.

 

En estos entornos áridos, donde se registran amplias variaciones térmicas, dichas especies han desarrollado mayor resistencia al calor extremo, aunque también toleran el frío; esta adaptación incluye al microbioma cercano a ellas. «Los microorganismos, es decir, el microbioma de las especies de Grusonia tiene un papel fundamental para su supervivencia en zonas con temperaturas y condiciones extremas».

 

En el laboratorio, el grupo de investigación continúa con el estudio de la evolución de las adaptaciones morfológicas que han tenido estas especies. «Son este tipo de adaptaciones a lugares extremos que estamos apenas descubriendo y de las que todavía queda mucho por dilucidar”.

 

Además de sus adaptaciones a condiciones hiperáridas, las choyas forman comunidades primarias importantes, ya que es una tribu central de la que se derivan las dinámicas de las zonas áridas de México, así como la zona sur de EE. UU. como Arizona, California, Nuevo México y Texas.

 

Las Cylindropuntia, por su parte, generan microespacios en los que plantas y animales pueden coexistir debido a las condiciones de sombra y la humedad que las primeras proveen. Así, ratones del género Neotoma, que viven en el desierto, elaboran sus nidos en las ramas de las Cylindropuntia; desde ellas, protegen a sus crías de los depredadores. «Es muy raro que se suba un gato montés o un tlacuache a las Cylindropuntia para comerse a los ratones. Otorgan protección a la fauna, tanto de invertebrados, como de insectos y vertebrados».

 

Además, los ratones, al construir sus nidos utilizan las espinas de las Cylindropuntia de manera peculiar: orinan sobre éstas y al secarse, se cristalizan.

 

Durante las salidas a campo, señala el D. Bárcenas Luna, han encontrado semillas, espinas y granos de polen dentro de los nidos, lo que permite reconstruir el paleoclima de estos lugares. «La calidad de todos estos elementos, incluyendo semillas y espinas de choyas, están perfectamente protegidos».

 

Ha sido documentado que las comunidades nativas, como los seris en el desierto sonorense, se alimentan de estas especies: utilizan los tallos jóvenes de Cylindropuntiea como verdura; las cortan, les quitan las espinas y se los comen. Los frutos, aunque, son ácidos, de igual manera se consumen.

 

En San Luis Potosí y Nuevo León utilizan las choyas como cercas, es decir, como una forma de defensa, ya que sus espinas tienen «aguijones» que penetran muy fácilmente la piel.

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