13 de mayo de 2025
Ana Karen Krieg Álvarez
Por su trayectoria científica de excelencia, la formación de generaciones de investigadores y su papel en la consolidación de uno de los campus más importantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Dr. Carlos Arámburo de la Hoz fue distinguido como Investigador Emérito, uno de los máximos reconocimientos otorgados por la institución.
Con emoción y humildad, el Dr. Carlos Arámburo de la Hoz fue homenajeado el martes 29 de abril de 2025, por su extensa y distinguida trayectoria académica. La ceremonia, celebrada en el Centro Académico Cultural del campus Juriquilla de la UNAM, fue el marco de la entrega del reconocimiento que la Universidad reserva para quienes han hecho aportaciones excepcionales, sostenidas y trascendentes en el campo de la investigación científica, humanística o tecnológica.
«Desde muy pequeño me gustó la escuela, me llamaba mucho la atención la naturaleza […]. También, tuve influencias familiares que me ayudaron mucho», recordó el Dr. Arámburo. Su historia comenzó en Teziutlán, Puebla, pero su camino académico floreció en la Ciudad de México, donde la UNAM se convirtió en el espacio que lo formó y le abrió horizontes. Ahí, en la Facultad de Química, encontró su hogar académico y los primeros laboratorios que marcarían su vida profesional. «Cuando entré a la UNAM, a la Facultad de Química, se me abrió un universo mucho más grande del que conocía anteriormente».
Su pasión por la ciencia fue influenciada y motivada por maestros comprometidos, familiares y una insaciable curiosidad por comprender el mundo. Así, el joven Carlos descubrió en la bioquímica y la neurociencia una fuente inagotable de preguntas.
Su investigación pionera comenzó con la hormona neurodepresora en crustáceos y la observación de los ritmos circadianos. «Empecé trabajando con una neurohormona, llamada hormona neurodepresora, en crustáceos, o sea, usaba acociles y camarones para indagar sobre esa pequeña hormona, un péptido chiquitito de unos cuantos aminoácidos, que controlaba la conducta locomotora de estos animalitos».
Sin embargo, más tarde, su línea de investigación se consolidaría en el estudio de la hormona del crecimiento (GH, por sus siglas en inglés), desde su función estructural y evolutiva hasta su papel en procesos como la neuroprotección y la regeneración del sistema nervioso.
«Empecé a trabajar en el que ha sido mi tema de investigación durante más de cuatro décadas: la hormona del crecimiento […]; una proteína que se sintetiza fundamentalmente en la glándula hipófisis, que tenemos todos los vertebrados y cuya función es controlar, una vez que es liberada al torrente circulatorio, muchos procesos metabólicos».
Esta línea de investigación lo llevó a cruzar caminos con colegas como con el Dr. Colin Gaines (Universidad de Rutgers, EE.UU.) y el Dr. Harvey Sarnat (Universidad de Alberta, Canadá), con quienes descubrió que la hormona del crecimiento no solo se sintetiza en la hipófisis, sino también en tejidos del sistema nervioso, inmunológico y reproductivo, aunque en menores cantidades.
Este descubrimiento los llevó a investigar los efectos locales de la hormona del crecimiento en el sistema nervioso, donde identificaron su participación en procesos de neuroprotección ante lesiones, hipoxia, isquemia o excitotoxicidad. Así, concluyeron que la hormona no actúa únicamente a nivel endócrino, viajando por el torrente sanguíneo, sino también de forma parácrina e incluso intrácrina, es decir, con efectos en células cercanas o en la misma célula que la produce.
A partir de ello, el Dr. Carlos Arámburo y su equipo de trabajo han centrado sus investigaciones en el potencial terapéutico de la hormona del crecimiento y la hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH). A través de diversos modelos experimentales, han observado efectos consistentes de estas hormonas en la recuperación funcional tras lesiones en el sistema nervioso central y periférico.
A manera de ejemplo, en modelos de lesión medular en roedores, la administración de hormona del crecimiento o de hormona liberadora de gonadotropinas ha permitido la recuperación parcial de la locomoción; en casos de lesión del nervio óptico, como ocurre en el glaucoma, se han logrado restaurar funciones visuales afectadas; y en lesiones del nervio ciático también se han registrado efectos positivos. Estas investigaciones, enfocadas en la neuroprotección, la regeneración y la reducción de la inflamación, abren la posibilidad de desarrollar futuras alternativas terapéuticas para tratar diversas lesiones del tejido nervioso.
«En cuanto a la lesión de la médula espinal, hemos encontrado en ratas que […] la administración de hormona de crecimiento, o bien de otro péptido llamado hormona liberadora de gonadotropinas, puede restituir las funciones en la lesión. En otro modelo de daño - lesión al nervio óptico-, como el glaucoma del nervio óptico, estamos observando cuáles son las células involucradas, las vías de señalización, qué otras moléculas están interactuando y… es fascinante. Otro modelo en el que trabajamos es el propio de la lesión del nervio ciático, en el que también la hormona de crecimiento y la hormona liberadora de gonadotropinas tienen un efecto».
Su legado no se limita al laboratorio. El Dr. Arámburo ha sido también una figura clave en la creación del campus Juriquilla de la UNAM, un polo de desarrollo científico en el estado de Querétaro que hoy alberga a cientos de estudiantes e investigadores. Su visión, compartida con personajes como el Dr. Flavio Mena Jara, permitieron que el sueño de un centro dedicado a las neurociencias se convirtiera en una realidad.
A lo largo de su carrera, ha ocupado cargos de gran responsabilidad, como la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM y la Dirección General de Asuntos del Personal Académico, desde donde ha impulsado proyectos estratégicos para fortalecer la ciencia y la docencia a nivel nacional. Todo ello sin descuidar su línea de investigación.
Más allá de sus logros académicos, el Dr. Arámburo ha sido un formador de nuevas generaciones. Cerca de un centenar de estudiantes han pasado por su mentoría en trabajos de licenciatura, maestría y doctorado. Muchos de ellos hoy inmersos en el desarrollo de la ciencia en México y en el extranjero.
Durante la ceremonia, el galardonado no ocultó su emoción al hablar de su familia, reconociendo a su esposa como pilar fundamental en su vida personal y profesional. «Siempre he contado con su gran apoyo, en las buenas y en las malas. Yo no me explico a mí mismo sin ella».
El reconocimiento de Investigador Emérito no sólo honra una trayectoria académica de más de 45 años, sino el compromiso de una vida entregada a la ciencia, a la formación de talento joven, a la construcción de instituciones y a la UNAM. «Es una gran satisfacción, un enorme gusto, sobre todo, es un compromiso que reafirma el amor por el conocimiento y por esta Universidad que me ha dado todo».
En este contexto, el Dr. Arámburo invitó a las futuras generaciones de investigadores a ser felices, trabajar con pasión y luchar por lo que quieren, pese a los retos y dificultades a los que se puedan enfrentar.
«Lo que les deseo es, primero, que puedan ser felices, que aborden con pasión todas sus ilusiones y que luchen por lo que quieren. No es fácil en este mundo y entiendo. Uno siempre dice que la situación actual es muy complicada, siempre vamos a encontrar una situación difícil, pero no tengan miedo de enfrentar su futuro, de trabajar por él y trabajar duro».