9 de diciembre de 2025

A 30 años, el legado del nobel químico mexicano

Ilustración: Jorge Alcántara 2025

Mextli Moreno

El 10 de diciembre de 2025 serán 30 años desde que fue otorgado el Premio Nobel de Química al investigador mexicano Mario Molina-Pasquel Henríquez, quien junto con Paul J. Crutzen y F. Sherwood Rowland, contribuyeron a la humanidad con «su trabajo en química atmosférica, especialmente en lo relativo a la formación y descomposición del ozono».

 

De acuerdo con The Nobel Prize Organisation, Mario Molina y Sherwood Rowland demostraron -en 1974- que los gases clorofluorocarbonos (CFC), freones, tienen un efecto perjudicial sobre el ozono atmosférico, por lo que la limitación de su empleo surgió como una medida para detener el daño a la capa de ozono.

 

La Dra. Dara Salcedo González, cuya tesis doctoral fue dirigida por el Dr. Molina Pasquel y quien posteriormente colaboró académicamente con él, considera que «el principal legado del químico mexicano fue comprender la química del ozono y reconocer que éste se encontraba en peligro; un riesgo con impacto directo en la sociedad».

 

Profesora-investigadora de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación Juriquilla (UMDI-J) de la Facultad de Ciencias de Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que en la estratósfera existe ozono, cuya característica esencial es absorber la luz ultravioleta.

 

«La mayor parte de la radiación ultravioleta proveniente del Sol se queda arriba, protegiendo a los seres vivos de su exposición. La presencia de ozono es muy importante, sin embargo, en los años 70 su concentración empezó a disminuir debido a ciertos compuestos de origen antropogénico».

 

Ante este panorama, el Dr. Molina-Pasquel, en conjunto con colegas y la comunidad química atmosférica, observaron que la disminución de la concentración de ozono era un peligro. A la par que, en 1985, un movimiento de científicos manifestó que la disminución de la concentración de ozono era una problemática que debía solucionarse, ya que tenía implicaciones sobre la salud.

 

Durante la misma década, además, fue firmado el Protocolo de Montreal sobre las Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono, el cual entró en vigor el 1 de enero de 1989 y estableció un marco de acciones para proteger la capa de ozono de la Tierra.

 

Doctora en Fisicoquímica por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Dra. Salcedo González explica que la primera investigación que registró dicha problemática fue el trabajo del Dr. Molina Pasquel, lo que le hizo acreedor al Premio Nobel de Química en 1995.

 

«Le otorgan el Premio Nobel por su investigación para entender la química del ozono en la estratosfera. Una aportación con numerosas implicaciones prácticas en el cuidado del ozono, que es fundamental para nosotros».

 

La investigadora, no obstante, asegura que su legado fue más allá, ya que, al ser el tercer mexicano en obtener un Premio Nobel, obtuvo una mayor visibilidad, la cual aprovechó para gestionar apoyos orientados al estudio y regulación de la calidad del aire en México.

 

Uno de los retos al compartir los resultados de las investigaciones es que la información sea aceptada, tanto por la comunidad científica como por quienes están al frente de la toma de decisiones. En este sentido, las investigaciones realizadas por el Dr. Molina-Pasquel fueron bien recibidas, al demostrar que la concentración de ozono estaba disminuyendo y señalar sus implicaciones.

 

La investigadora señaló que el nobel mexicano mantuvo con firmeza su postura, al señalar que debía ponerse especial cuidado con dicho fenómeno. Aunque los conocimientos químicos, los cálculos y los modelos señalaban que el fenómeno estaba ocurriendo, era necesario presentar la evidencia.

 

Fue hasta 1985 que, en conjunto con la comunidad científica, presentó los datos de cómo era que la concentración de ozono estaba disminuyendo. «Él fue parte de la comunidad científica que buscaba demostrar lo que ocurría y tomar acciones para cuidar el medio ambiente».

 

Aunque en las décadas de los 80 y 90 hubo una disminución de los estudios sobre la estratósfera, en la actualidad -con el calentamiento global y el cambio climático-, se está recuperando el conocimiento sobre el ozono estratosférico y se está integrando al conocimiento del clima como un solo tema, a fin de obtener modelos más complejos que incorporen lo que ocurre en la Tierra.

 

A decir de la Dra. Salcedo González, «el trabajo que él hizo hace 50 años se sigue usando, se sigue incluyendo y, ahora, se está reforzando y ayudando a resolver otros problemas sobre el cambio climático [...]. Lo que sabemos de química de la atmósfera en México tiene que ver con el trabajo que él hizo».

 

La investigadora señaló que el Premio Nobel se le otorgó al Dr. Molina-Pasquel cuando ella cursaba su primer año de doctorado en el MIT. En ese momento, él era el director de su tesis, centrada en la estratósfera, particularmente en el estudio de las nubes estratosféricas polares, las cuales desempeñan un papel importante en la destrucción del ozono.

 

Cuando notificaron que el Dr. Molina-Pasquel había sido galardonado con el Premio Nobel, recuerda que fue un día de celebración junto a sus colegas en el laboratorio que él dirigía. Sin embargo, pasó un año sin verlo, debido a que le comenzaron a llegar invitaciones para que asistiera a brindar conferencias, asesorías… Al regresar a su laboratorio, refiere que el científico. llevó a cabo un trabajo más enfocado a la gestión.

 

«Él aprovechó este impulso y esta visibilidad que le dio el Premio para hacer un trabajo de gestión, de hacer investigación en problemas relevantes».

 

Según recuerda la académica, al ser nobel de Química, el Dr. Molina-Pasquel solía invitar a investigadores de renombre al laboratorio que lideraba en el MIT, lo que generaba un espacio de encuentro y diálogo.

 

Además de su labor como investigador, en 2006, gestionó un par de proyectos en la Ciudad de México para entender los procesos que generan la contaminación en dicha zona del país. A este proyecto, la Dra. Salcedo González fue invitada para participar desarrollando uno de los estudios base para los programas de calidad del aire en la Ciudad.

 

«Desde entonces, él me abrió la puerta para dar continuidad a todo ese trabajo en el país. Ahora, sigo trabajando y tratando de reproducir lo que sabemos de la Ciudad de México en otras ciudades que no son limpias y de las cuales no conocemos los procesos que generan la contaminación».

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