26 de junio de 2025

Alzheimer y vida cotidiana, somos lo que comemos

Fotografía: Julieta Espinosa 2025

Mextli Moreno

Durante 2021, la Secretaría de Salud informó que más de un millón 300 mil personas padecen la Enfermedad de Alzheimer en México, afectando principalmente a mayores de 65 años. A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud ha reportado que un aproximado de 60 millones de personas viven con el padecimiento.

 

Ante este contexto, se espera que para 2050, más de 130 millones de personas en el mundo puedan vivir con demencia; sin embargo, una de las líneas de investigación más prometedoras ha identificado una estrecha relación entre la alimentación, el estilo de vida y la aceleración de enfermedades neurodegenerativas como la Enfermedad de Alzheimer.

 

La Fundación Pasqual Maragall ha informado que controlar factores de riesgo cardiovascular como la diabetes, el tabaquismo, la hipertensión, el colesterol y la obesidad, al tiempo de llevar una dieta saludable con hábitos relacionados con la activación física, la estimulación cerebral y una vida social activa, reduce el riesgo de enfermedades como el Alzheimer.

 

La Dra. Sofía Yolanda Díaz Miranda, investigadora del Instituto de Neurobiología (INB) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), define la Enfermedad de Alzheimer como un padecimiento neurodegenerativo asociado con la pérdida de las capacidades cognitivas, como el razonamiento y la memoria, y asegura que décadas de investigación han demostrado que su origen es multifactorial: intervienen el medio ambiente, el estilo de vida y la edad.

 

A partir de los 65 años aumenta el riesgo de desarrollar la Enfermedad de Alzheimer y ésta se incrementa aún más en personas mayores de 85 años. «Entre los 65 y los 85 años, el porcentaje es más abundante; de tal manera que, si una persona ya fue diagnosticada con demencia, de 45 % a 50 % puede tener el riesgo de desarrollar Alzheimer».

 

Uno de los hallazgos más relevantes en la última década ha sido el papel del eje intestino-cerebro, una vía de comunicación bidireccional entre el sistema digestivo y el cerebro; y es que se ha encontrado que la alimentación y el estilo de vida ejercen un impacto directo en la aceleración de las enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.

 

El cerebro puede incrementar su proceso de oxidación en relación con la comida, ya que lo que se ingiere debe ser metabolizado para ser absorbido, desintegrado y dirigido al cerebro. Es en el tracto digestivo en donde son absorbidos los alimentos por células muy específicas, que los transforman y transportan al cerebro por la vía hormonal, sanguínea y nerviosa. En específico, el tálamo y el hipotálamo son las estructuras cerebrales que regulan las funciones hormonales y metabólicas.

 

A decir de la investigadora nacional emérita, «el hipotálamo es uno de los centros regulatorios metabólicos fundamentales y está relacionado con los procesos de la juventud, de la reproducción y el fenómeno del envejecimiento». Es por ello, que la ciencia se ha cuestionado ¿qué tanto de lo que comemos llega al cerebro y lo mantiene saludable?, ¿qué elementos del tracto digestivo se comunican con el cerebro de manera eficiente?

 

A través de una comunicación bidireccional es que la Dra. Díaz Miranda explica cómo el cerebro se entera de lo que pasa en el intestino, donde las células microgliales están encargadas de protegernos de infecciones y las bacterias residentes del intestino producen vitaminas (antioxidantes).

 

«Hay poblaciones de bacterias relacionadas con el nivel de absorción de los nutrientes necesarios para el cuerpo y el cerebro. En este sentido, la microbiología ha encontrado que el intestino es un cerebro intestinal y existe realmente una relación intestino-cerebro».

 

Ante la inquietud sobre en qué medida un desbalance de bacterias puede provocar inflamación o, incluso, contribuir al envejecimiento prematuro, la cofundadora del INB explica que, con base en la experimentación con ratones, se observa un equilibrio al administrarles una dieta rica en antioxidantes.

 

Derivado de lo anterior, es que puede concluirse que el consumo habitual de alimentos procesados y saturados en azúcar altera la gluconeogénesis del hígado. En vez de metabolizar la energía al cerebro, el organismo procesa los azúcares disponibles de manera inmediata y almacena el excedente como grasa. Esta acumulación de grasa puede generar un síndrome metabólico que sobrecarga al hígado y al páncreas, acelerando el envejecimiento cerebral.

 

La investigadora destaca la importancia de cuidar lo que consumimos, especialmente en la tercera edad, así como mantener una buena higiene del sueño, realizar actividad física de manera regular y mantener una buena actitud ante la vida, pues el estrés puede generar desequilibrios que afectan nuestro cuerpo.

 

«Somos producto de nuestra vida y nuestros hábitos. En el caso de las enfermedades neurodegenerativas, el cuerpo termina pasando factura; por ello, es fundamental protegerlo a lo largo de la vida».

 

Para entender a profundidad cómo se desarrolla esta enfermedad y explorar posibles tratamientos, la Dra. Díaz Miranda y su equipo de colaboradores han llevado a cabo investigaciones con modelos animales, principalmente ratones. Estos estudios permiten observar en tiempo real los cambios fisiológicos y neurológicos asociados con la Enfermedad de Alzheimer

 

Gracias a la ingeniería genética son empleados ratones humanizados para analizar el desarrollo de la enfermedad. Según explica la académica, primero les insertan proteínas humanas alteradas y, posteriormente, analizan la formación de placas en el cerebro humano y cómo se desconectan las neuronas que están en áreas encargadas de la memoria, como el hipocampo y la corteza hipocampal.

 

«Se crea una sinaptopatía, es decir, una desconexión de las neuronas y ya no se integra la función de la memoria. Con el tiempo, este daño se extiende y provoca la reducción de las cortezas cerebrales».

 

En este sentido, la investigación con animales es fundamental, ya que puede ayudar a prevenir, conocer los signos y síntomas de la Enfermedad de Alzheimer, y extrapolar los resultados obtenidos a los seres humanos.

 

Los ratones utilizados para la investigación desarrollan la patología a los seis o siete meses de edad y es durante este tiempo, que pueden ser intervenidos, a través de la aplicación de antioxidantes y algunos fármacos, como anticolinesterásicos.

 

«Hemos utilizado fármacos cubanos, que se administran vía oral a los ratones, para rescatar la memoria, evitar que se depositen tan rápido las proteínas y detener la sinaptopatía». En el laboratorio, también les son administrados anticolinesterásicos -fármacos que evitan la degradación de ciertas proteínas-, así como memantina, que ayuda a preservar la escasa conexión sináptica que aún permanece en los ratones. Sin olvidar, tratamientos de captura de metales, ya que se ha observado que éstos aceleran el proceso oxidativo.

 

Estos son algunos de los tratamientos que han sido aplicados en ratones, sin embargo, la Dra. Diaz Miranda reiteró que, a la fecha, se sigue sin encontrar una cura o una herramienta para detener la Enfermedad de Alzheimer; sin embargo, cada vez se ha avanzado en el desarrollo de herramientas diagnósticas más oportunas.

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